jueves, 3 de mayo de 2018

Cuando liberalizar no asegura un mercado competitivo

Gérard Schlosser  Ça sent bon, 1987.

Gérard Schlosser  Ça sent bon, 1987.


Hasta principios del siglo XVIII, la producción y venta minorista de libros en Inglaterra se regía por la Ley de Licencias de Prensa de 1662. Bajo esta ley, el derecho a publicar un título en particular nacía con la inscripción del título como su “copia” por un miembro de la Stationers’ Company en el registro del gremio. Cualquier disputa sobre los derechos sobre un libro se resolvía internamente en el seno de la compañía…

Aunque los derechos de propiedad intelectual eran de titularidad individual, para diversificar riesgos, a menudo, los titulares se organizaban colectivamente para compartir los costes de imprimir los libros.

Además, la propia Stationers’ Company poseía los derechos de autor de muchas obras populares, y las ganancias de editar y distribuir esos libros se repartían como dividendos de las acciones de la compañía. Belanger (1982) estima que a fines del siglo XVIII, el comercio de libros en inglés estaba controlado por menos de 100 libreros.

En 1710 se produce un cambio fundamental en la legislación de propiedad intelectual y el derecho de autor deja de ser perpetuo. Tendrá una duración de 14 años extensible por otros 14 si el autor estaba vivo y, respecto de las obras publicadas antes de la reforma legal, se fija la duración del derecho de autor en 21 años. Pues bien, según cuenta este auotr, aunque la “protección legal del monopolio” del que disfrutaba la Stationers Company expiró en 1731, a través de acuerdos colusorios y litigando contra los nuevos entrantes en el mercado de la edición, los monopolistas organizados en la Stationers Company consiguieron mantener prácticamente intacto su monopolio a finales del siglo XVIII. Ni siquiera la “entrada” de los editores escoceses – como consecuencia de la unificación de Inglaterra y Escocia en el Reino Unido producida en 1707 – en el mercado inglés consiguió rebajar los precios y aumentar la oferta. Aunque los escoceses disfrutaron de precios más bajos, estos precios no se trasladaron a Inglaterra. Ni siquiera la decisión de la Cámara de los Lores Donaldson v. Beckett (1774), que desterró definitivamente la idea de que el derecho de autor sobre las obras antiguas era perpetuo cambió las cosas.

Los datos presentados en Baten y van Zanden (2008) muestran una fuerte correlación positiva entre la producción de libros per cápita y las tasas de alfabetización en Inglaterra entre 1450 y 1650, pero entre 1650 y 1800 las tasas de alfabetización aumentaron mientras que la producción de libros per cápita se estancó. El siglo XVIII fue un período de creciente Ilustración, pero esto no fue consecuencia de una mayor disponibilidad de libros. A mediados de siglo se produjo el advenimiento de algunas de las editoriales más importantes del mundo de habla inglesa, como Longman y Murray, pero los datos… sugieren que los editores de finales de siglo XVIII ejercían el mismo poder de monopolio que a comienzos del mismo… A finales de siglo, los precios minoristas de los libros eran tan altos como al principio (en relación con los costos) y los pagos a los autores eran igual de bajos.

Los cambios en la legislación de propiedad intelectual generaron un período competitivo en la mitad del siglo, cuando a los autores les fue relativamente bien, pero este período fue de corta duración… los editores ingleses… litigaron contra las reformas legales que amenazaban su poder de monopolio al dar acceso al mercado a los editores escoceses. Pero (a la vez) aumentaron la cooperación con los escoceses (con lo que el resultado fue la transformación) de un cártel inglés en un cártel británico (que) parece haber tenido un impacto mínimo en los beneficios de los editores ingleses. Como en muchos otros mercados, la legislación para elevar el nivel de competencia tuvo muy poco efecto

David Fielding/Shef Rogers Monopoly Power in the Eighteenth Century British Book Trade, EREH 21(2017)

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