@thefromthetree
Cuando percibimos una amenaza repentina a nuestra integridad física, la reacción de nuestro cuerpo es alejarnos de la fuente de peligro. Es una respuesta de nuestro cuerpo, no una decisión. Y una respuesta seleccionada por la evolución ya que aportaba una ventaja a los que así se reaccionaban frente a los que no lo hacían. La reacción física sustituye a la decisión. Sólo algunas circunstancias provocan una reacción física semejante. Muchas otras son producto del aprendizaje, de experiencias pasadas. Nos fue bien reaccionando así, de forma que repetimos la respuesta sin elaborarla, sin ponderar los pros y los contras de actuar de esa manera en estas circunstancias concretas, simplemente porque decidir es costoso y minimizar los costes es siempre bueno. En fin, cuando las circunstancias son diferentes de las dos anteriores, tomar una decisión pensada, elaborada, en definitiva, deliberar internamente antes de tomar la decisión permite maximizar nuestro bienestar.
Cuando se trata de cooperar – es decir, de llevar a cabo conductas que nos suponen un coste en tiempo, en esfuerzo o en dinero en beneficio de otros – el proceso de decisión debería ser semejante. No es probable que haya muchas circunstancias en las que actos de cooperación se hayan convertido en puras reacciones físicas (como cuando se constriñen nuestros vasos sanguíneos al tener que golpear, herir o matar a otra persona), pero es muy probable que determinados actos cooperativos los realicemos intuitivamente porque, de nuestras pasadas experiencias, deducimos que, en circunstancias como las que enfrentamos (alguien se ha caído delante nuestra en la calle), lo que nos conviene es cooperar (ayudar al que se ha caído a levantarse y recoger sus pertenencias).