Resumimos, con algunos comentarios propios un artículo de Heiner Flassbeck que explica, en la forma más convincente, lo que está pasando en Europa. Tiene, además, la ventaja, de que apunta a una solución aceptable para Alemania. En dos palabras, países como España han de eliminar su déficit por cuenta corriente bajando sus precios y salarios (deflación competitiva) pero la eurozona ha de incrementar la tasa de inflación proyectada (ahora, del 2 %) de manera que los precios y salarios en Alemania crezcan, durante varios años, significativamente por encima de de su productividad y España tenga la oportunidad de compensar la reducción de su demanda interna gracias a un incremento de las exportaciones (o el turismo) hacia Alemania.
Una unión monetaria es, esencialmente, la unión de un grupo de países que desean armonizar sus tasas de inflación renunciando a las políticas monetarias propias (manipular el valor de su moneda). Si, dentro de la unión un país quiere aumentar su cuota en los mercados internacionales (vendiendo más que sus co-miembros) lo único que puede hacer es producir a menor coste y vender a precios más bajos que los otros países de la unión monetaria, aunque eso signifique una tasa de inflación inferior a la acordada como objetivo de toda la unión. Y es lo que Alemania quiere que se haga en Europa: confiar el crecimiento exclusivamente a la flexibilidad de precios y salarios.
El defecto fundamental del diseño del euro es que se trató de armonizar déficit público pero se descuidó la convergencia en la evolución de precios y salarios. Los salarios son el elemento que más influye en la tasa de inflación y deberían haber subido, en todos los países, en una cuantía equivalente al incremento de la productividad más la tasa de inflación acordada para toda la eurozona. No es lo que pasó. Alemania redujo sus salarios (no subieron en esa cuantía) en relación con el aumento de la productividad y los países del sur los aumentaron por encima (no mucho pero establemente) del crecimiento de la productividad más la tasa de inflación prevista para Europa.
Esas diferencias en el seno de Europa durante varios años, aunque pequeña en cómputo anual, sumaron un 25 % en unos pocos años y permitieron a Alemania recibir un estímulo enorme gracias al déficit externo – comercial y financiero – en el que incurrieron los países del sur. Es como si Alemania hubiera devaluado el marco un 25 % abaratando en esa medida sus exportaciones. El superavit permitió a los bancos alemanes financiar a los bancos del sur de Europa a tipos muy bajos porque la inflación se mantenía baja.
La solución pasa, pues, por compensar el enorme desbalance producido en los últimos años: los países del sur han de eliminar su déficit exterior y Alemania ha de reducir su superavit (sigue siendo de 80.000 millones de euros sólo en relación con el resto de los países de la Unión Europea). Se necesitan actuaciones a ambos lados. España ha de ahorrar y reducir sus precios y salarios y Alemania ha de gastar más y subir sus precios y salarios. Pero si se carga toda la tarea sobre países como España, la única forma de eliminar el déficit exterior pasa por una reducción brutal de precios y salarios (lo que se llama la deflación competitiva) que pondrían a España no ya en una recisión sino en una depresión. Y lo que es peor, como todos los países están haciendo lo mismo (si Alemania no acepta reducir su superávit y una mayor tasa de inflación en la eurozona de manera que los países del sur tengan que reducir menos sus precios y salarios y recuperen suficiente competitividad), el resultado para la eurozona puede ser una depresión general. Es posible que todos los países aumenten su productividad simultáneamente pero no es posible que todos tengan un superávit por cuenta corriente.
La reducción de la demanda interna en países como España tiene que venir compensada por una mayor demanda exterior procedente de países como Alemania. Y eso a pesar de la enorme expansión de la cantidad de dinero en circulación que ha puesto en marcha el Banco Central Europeo comprando activos o prestando dinero, no a los Estados directamente, pero sí a los bancos de la zona euro. Porque, hay una relación débil – parece – entre inflación y la cantidad de dinero en circulación y una relación mucho más estrecha entre salarios e inflación.
Y por eso puede hablarse de un nuevo mercantilismo. Siempre se nos había dicho que no compiten los países entre sí, sino las empresas. La gestión nacional de los salarios y precios a través de la determinación de los salarios a nivel nacional ha provocado este renacimiento del mercantilismo. Los Estados europeos han estado compitiendo entre sí para que los productos de sus empresas fueran más competitivos que las de los Estados vecinos y lo han podido hacer porque hay mucha más correlación de los salarios y movilidad de los trabajadores en el interior de un país que entre empresas situadas en países distintos aunque estén geográficamente próximas. Sin unión monetaria, el país más competitivo habría tenido que revaluar su moneda y el menos competitivo, devaluarla de manera que la compensación, en términos de una divisa internacional, se produciría inevitablemente.
Cabría añadir que España ya tiene equilibrada su balanza comercial (podrían aumentarse significativamente las exportaciones hacia América y Oriente Medio, especialmente las de servicios) si no fuera por las importaciones de petróleo y gas. Si reducimos sustancialmente el tamaño de nuestro sistema bancarios (de sus balances) cerrando los bancos menos eficientes, el BCE incrementara la tasa de inflación que considera que, en las circunstancias actuales, le permite cumplir con su deber de garantizar la estabilidad de los precios (y redujera aún más los tipos de interés) y los sindicatos alemanes consiguen que los salarios suban en Alemania, durante varios años, por encima de dicha tasa de inflación, España podría salir de la crisis. Además – nunca desaproveches una buena crisis – una política de reformas suficientemente ambiciosa permitiría a España incrementar su productividad reduciendo así el nivel de reducción de salarios que es necesario para recuperar la competitividad perdida en diez años del euro. Recuérdese que, para incrementar las exportaciones, necesitamos grandes empresas. Son las grandes empresas las que “tiran” de las pequeñas y medianas y las llevan a los mercados exteriores.
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