"Con las familias judías ocurría siempre igual: su fe en la educación como inversión para el futuro se basaba en que era la única cosa que nunca podrían quitarle a tus hijos, incluso si, Dios no lo quiera, hubiera otra guerra o hubiera que emigrar de nuevo"
Amos Oz
No solo con las familias judías, al parecer. Así empieza el artículo de la American Economic Review que repasa los efectos a largo plazo de las emigraciones forzadas de polacos que vivían en el este a las tierras del actual oeste de Polonia que le fueron asignadas tras la Segunda Guerra Mundial. Polonia obtuvo Silesia, Pomerania y Prusia Oriental (los
Territorios occidentales). Al mismo tiempo, perdió las Tierras Fronterizas Orientales, conocidas
como Kresy que se dividieron entre Lituania,
Bielorrusia y Ucrania. La nueva frontera este de Polonia la decidió Stalin en la llamada linea Curzon que había sido una propuesta
Y es plausible que los que pueden verse obligados a abandonar su ciudad o su país no inviertan en bienes que no puedan llevar consigo. No en vano, se ha dado tal explicación al hecho de que los prestamistas judíos sólo admitieran bienes muebles como garantía (prendas) o a que estuvieran empleados mayoritariamente en oficios o profesiones que no requerían – digamos – capital fijo y poco movible.
Dos millones de polacos tuvieron que emigrar desde Kresy a los territorios occidentales.Los ocho millones de alemanes que vivían en los territorios occidentales también tuvieron que emigrar hacia el oeste, unos huyendo del ejército rojo y los que quedaron, tras el final de la guerra. Además, los ucranios, bielorrusos y lituanos que vivían en Polonia tuvieron que emigrar a las repúblicas soviéticas correspondientes. Cuatro años de migraciones forzadas que afectaron a millones de personas, no sólo los de Kresy sino también polacos de la Polonia Central atraídos por las perspectivas favorables que ofrecían los territorios occidentales. La consecuencia fue un cambio radical en la composición de la población de los territorios occidentales en 1950. Solo un 20 % de los que vivían ahí en 1950 vivían en 1939. Casi un 30 % provenían de Kresy y casi un 50 % provenían de Polonia Central. El asentamiento de los inmigrantes fue caótico y según el principio de adquisición de la propiedad por ocupación hasta que las autoridades polacas distribuyeron la tierra en parcelas más o menos iguales y fijaron un precio por las tierras consistente en una cosecha pagadera en plazos.
Los recién llegados no las tenían todas consigo en el sentido de que esa nueva tierra fuera para ellos para siempre. Vivían con la maleta preparada temerosos de que Alemania reclamara la devolución de esas tierras. Y, a diferencia de los procedentes de Polonia Central, los de Kresy no tenían una tierra a la que volver si la guerra y las invasiones extranjeras volvían a aparecer.
Los autores comparan a los descendientes de los polacos provenientes de Kresy con el resto de la población polaca de la misma etnia, lengua y religión. Y lo que obtienen de la comparación es que
los descendientes de migrantes forzados tienen un nivel educativo significativamente más alto hoy en día, en comparación con todos los demás polacos. La ventaja educativa de los descendientes de migrantes forzados es cuantitativamente importante: tienen en promedio un año extra de escolaridad, impulsado por una mayor propensión a terminar la secundaria o superior educación. Por el contrario, antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando Polonia poseía los territorios de Kresy y Polonia Central, los polacos de Kresy tenían tasas de alfabetización más bajas
El segundo grupo por grado de formación es el formado por los inmigrantes voluntarios a esos territorios mientras que los polacos autóctonos están al final de la cola.
Pero es que, además de atribuir un mayor valor a la educación, los descendientes de los inmigrantes forzados “valoraban menos los bienes materiales y aspiraban a dar una educación superior a sus hijos. Poseían menos bienes materiales de los que se podían permitir”, esto es, mostraban una fuerte preferencia por la educación.
Este estudio reforzaría la intuición de que las preferencias son moldeables y se ven afectadas como consecuencia de la exposición a fuertes cambios en el entorno tales como desastres naturales o la violencia. Lo que este estudio demostraría es que las preferencias pueden persistir.
Los autores explican que en un estudio previo sobre los alemanes expulsados de esos territorios occidentales de Polonia, también se observaba el mismo fenómeno: los descendientes de los que tuvieron que emigrar tenían un nivel educativo superior a sus paisanos. Pero, en este caso, la razón que los autores del estudio aducían era que estos inmigrantes tuvieron que buscar trabajo fuera de la agricultura porque las tierras estaban, lógicamente, ocupadas por otros alemanes, cosa que no ocurría en el caso de los polacos desplazados forzosamente ya que, como se ha dicho, a los alemanes que vivían en esos territorios occidentales se les expulsó y obligó a dejar sus granjas.
Sascha O. Becker, Irena Grosfeld, Pauline Grosjean, Nico Voigtländer, and Ekaterina Zhuravskaya, Forced Migration and Human Capital: Evidence from Post-WWII Population Transfers American Economic Review 2020, 110(5): 1430–1463
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