Los seres humanos – y quizá seamos únicos en la Naturaleza - tendemos a ser justos en nuestras relaciones impersonales y a castigar al que se comporta injustamente, al que incumple las normas. Lo han averiguado los economistas, psicólogos, antropólogos etc usando experimentos como el juego del dictador. La duda es si es una tendencia innata o cultural y, en concreto, si es una tendencia reforzada especialmente por las normas sociales prevalentes en un grupo. De hecho, hay historiadores que explican que la Revolución Industrial se produjera en Gran Bretaña en la prevalencia social de las normas que favorecían la cooperación entre empresarios y tecnólogos.
It has been argued that Britain’s leadership in the Industrial Revolution—the onset of modern economic growth—depended on the unusual strength among European countries of its informal norms against opportunism in business.
Al parecer, la “clase” de los hombres de negocio (incluyendo empresarios e ingenieros) compartían valores hasta el punto de que la cooperación entre ellos resultaba sencilla y se podía sancionar eficazmente – con el ostracismo – a los que incumplían las reglas. Los miembros de la “clase” estaban dispuestos a contribuir al cumplimiento de las normas no solo cumpliéndolas sino castigando a los incumplidores. Esta disposición a castigar al incumplidor parece depender de la “reputación” de la clase. Si el grupo o clase social tiene reputación – de manera que pertenecer al mismo se entiende como un rasgo de distinción social –, sus miembros estarán más dispuestos a castigar al incumplidor de las normas del grupo que los miembros de un grupo o clase social que carece de esta reputación o distinción social. Este es el resultado de un experimento que se hizo en la India tomando dos grupos de personas, unos pertenecientes a la casta más elevada y otros pertenecientes a la de los intocables. Los que se comportaron como egoístas racionales (despreocupándose por castigar al miembro de su casta que había incumplido las reglas) eran los del grupo de los intocables. Los de la otra casta mostraron espontáneamente un comportamiento aparentemente irracional desde el punto de vista individual al invertir recursos en asegurar el cumplimiento de las normas por otros miembros de la clase.
These findings call into question the standard assumption in economics that preferences are innate and stable, and suggest instead that cultural conditioning of the expression of human selfishness is a part of the process of economic development.
Fairness in Modern Society, Karla Hoff
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