La madre de Uma Thurman, Nena von Schlebrügge
Martin Sandbu ha publicado una columna en la que propone tres reformas radicales para salir definitivamente de la crisis de 2008. En su cabeza, serían semejantes a las que puso en marcha Rooselvet con su New Deal.
La primera sería acabar con la creación privada de dinero, esto es, nacionalizar esa actividad y concentrarla en los bancos centrales para terminar con la inestabilidad que genera (demasiado crédito en las fases de burbuja y demasiado poco en las fases de depresión). Si alguien quiere crédito tiene que pedírselo al banco central. Los bancos privados quedarían para gestionar el tráfico de pagos, esto es, pagar por cuenta nuestra, guardar nuestros ahorros y asesorarnos en nuestras inversiones.
La segunda sería establecer definitivamente el ingreso básico universal como “sucesor” del Estado del bienestar o Estado Social. Estado Social 2.0 en el que los particulares disponen de los medios económicos – seguridad económica – para satisfacer las necesidades que consideramos imprescindible para llevar una vida digna (Adam Smith) pero en el que los Estados renuncian a ser ellos los que proporcionan esos servicios (que es el Estado Social 1.0).
La tercera sería poner en vigor una nueva Sherman Act, un nuevo Derecho antitrust o Derecho de la Competencia para hacer con las grandes empresas tecnológicas y plataformas de internet lo que se hizo en la época “progresista” en los EE.UU. con los ferrocarriles, la siderurgia o la industria petrolífera.
¿Por qué no se avanza en estas líneas? Hay, por lo menos, dos razones. La primera es que, como decía Hirschman (con quien Rodrik está relacionado), “Una crisis óptima es una crisis suficientemente profunda como para generar cambios y no tan profunda como para destruir los medios que nos permitan salir de ella” y la crisis de 2008 no ha sido lo suficientemente profunda como para generar unos cambios de tal envergadura. Estados Unidos ha salido de la crisis de 2008 rápidamente y acumula el mayor período histórico de crecimiento. Hay pleno empleo y un Trump que se empeña en convertir problemas perfectamente manejables en gravísimos problemas (inmigración, Irán, China) con el objetivo de distraer a la población sobre los verdaderos problemas sociales que enfrenta su país (desigualdad, coste creciente de la cobertura igualitaria de las necesidades básicas en materia de salud y educación).
La segunda es que, a diferencia de los años 30 del pasado siglo, en el siglo XXI ningún Estado, ni siquiera EE.UU. pueden producir esos cambios unilateralmente. Es necesaria una cooperación mundial tan intensa que es muy improbable que veamos ningún cambio importante en los próximos años.
En fin, sobre que reformar el Derecho antimonopolio sirva de algo ya he escrito en otras ocasiones. Soy pesimista.
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