Lady Macbeth. Eleanor Fortescue-Brickdale.
Hace algunos años, Chris
Blattman, un profesor de Columbia que estudia los problemas del desarrollo
económico publicó una
columna en el Washington Post en la que criticaba otra publicada en la
muy prestigiosa revista The Lancet. Esta última venía a decir que el FMI tenía la
culpa del ébola porque sus políticas de austeridad habían destrozado los sistemas
sanitarios de países como Liberia o Sierra Leona y habían impedido a estos países
hacer frente a la epidemia. Blattman les venía a decir que no tenían ni idea de
la situación en esos países donde, aunque tengas dinero, no puedes conseguir
que lleguen a los hospitales los medicamentos o el instrumental más sencillo.
No hay puertos, no hay carreteras, no hay electricidad y, sobre todo, no hay
personas al cargo de todo eso en quien se pueda confiar para que lo que tiene
que llegar, llegue. Y la corrupción o la ausencia de Estado es de tal
envergadura, que la influencia real del FMI sobre las políticas concretas es
prácticamente nula. Cuando tienes cientos de asesinatos diarios y delincuencia
rampante, tus prioridades son formar una policía y un sistema judicial que
salve la vida a tus ciudadanos, de manera que ni siquiera políticos
bienintencionados tienen incentivos para priorizar la construcción de un
sistema sanitario de un nivel tal que garantice una respuesta eficaz frente a
una epidemia como la del ébola. Citaba Blattman a un funcionario local: “La
influencia del FMI en el desarrollo de nuestro sistema sanitario es la misma
que la de The Lancet en la política monetaria de los bancos centrales”.
La columna
de The Lancet estaba firmada por varios sociólogos y es un buen
ejemplo de lo que hacen muchos académicos de Ciencias Sociales y Humanidades.
Bajo una avalancha de datos o sin un solo dato, exponen una problema A, señalan
otro hecho B y establecen una relación de causalidad entre A y B sin más
miramientos. Les basta con que ambos grupos de hechos estén próximos en el
espacio o en el tiempo para decir que unos han sido causados por los otros. Por
ejemplo, los recortes presupuestarios y el aumento de la pobreza o la
desigualdad. Los dos fenómenos se han dado simultáneamente pero es probable que
el aumento de la pobreza se deba a que no hemos gastado más en asistencia
social en los años en que ha aumentado el paro. O sea que, aunque no se
hubieran hecho recortes en gasto sanitario y educativo, el nivel de desigualdad
sería el mismo si se produjo un aumento del paro y los más pobres perdieron sus ingresos sin que el Estado les compensara mediante transferencias. El gran problema del Estado social español es precisamente ese: que el gasto público no reduce la desigualdad como debiera y ni siquiera es capaz de acabar con la pobreza.
Los seres humanos tendemos genéticamente a
establecer relaciones de causalidad entre fenómenos contiguos, pero la
formación científica más básica debería eliminar ese sesgo. Como estos
académicos se ocupan de cuestiones sociales o políticas que son muy complejas,
la probabilidad de acertar en las relaciones de causalidad tiende a cero. Pero
se lo ponen más difícil cuando acumulan las posibles causas al sesgo de la contigüidad le añaden el de
personificar las causas y acumular las relaciones Y estos posmodernos lo tienen
mucho más fácil cuando ni siquiera pretenden establecer una relación de
causalidad. A menudo sólo quieren “filosofar” explicando fenómenos sociales que
atribuyen a razones completamente implausibles y para las que, naturalmente, no
aportan ningún dato empírico porque se trata de simples conjeturas. Lo malo es
que ni siquiera como conjeturas resultan convincentes. Pero lo que une a todos
estos artículos es la visión conspirativa del todo. Cada cosa que ocurre,
ocurre porque alguna oligarquía hizo algo para que así ocurriera. Es el paraíso
de la simplicidad. El ingrediente omnipresente en este tipo de
artículos es un lenguaje oscuro, lleno de palabras que se usan en un sentido
distinto del común y metáforas a tutiplén.
El desastre acaece cuando estos posmodernos agarran el bolígrafo de escribir en el Boletín Oficial del Estado y dirigen la política jurídica en cualquier ámbito. Buena parte de las críticas a la "ideología de género" se fundan precisamente en que se han articulado cambios en el Código Penal sobre una base puramente ideológica (que la violencia contra las mujeres por parte de sus parejas o ex-parejas es producto de una ideología de dominación de la que estarían imbuidos los hombres y que les lleva a considerar inferiores a las mujeres por el hecho de serlo).
Desgraciadamente, la Ciencia no está en condiciones de establecer relaciones de causalidad en lo que a las sociedades humanas se refiere. No hay nada más complejo que una sociedad humana. Afortunadamente, la Ciencia está en condiciones de descartar la existencia de relaciones de causalidad. Pongámonos en manos de la Ciencia y no de los posmodernos cuando se trata de organizar la vida en común.