Lyrissa Lidsky, una profesora de Derecho
de la Universidad de Missouri ha publicado en Twitter un decálogo
de consejos para profesores de Derecho. Como me han parecido de mucho
interés, difíciles de cumplir y algunos de ellos discutibles, los reproduzco aquí
en español con algún comentario. Un par de observaciones previas: Derecho es un
posgrado en los EE.UU. Los estudiantes son mucho más maduros (y han pagado un
dineral) que nuestros estudiantes de Derecho, de manera que no cabe esperar el
mismo tipo de relación profesor-alumno ni la misma reacción por su parte. Mi
experiencia es que, a menudo - no siempre -, incluso alumnos de quinto año, esperan ser tratados como si
estuvieran en el Instituto lo que me lleva a pensar que ese es el trato que han
recibido en los cuatro años anteriores de la carrera. Vamos con los consejos de
la profesora Lidsky.
El primero es completamente
contradictorio con el “ser” de un profesor (a los que se paga en vanidad). Nos pide Lidsky que recordemos que la clase no va del profesor. La clase va de los estudiantes.
“No trates de impresionarlos haciendo alardes de tu inteligencia. Impresiónalos
mostrando cuán inteligentes son ellos”. Aquí se podría hacer algún chiste. Pero
yo, en particular, no, porque mis alumnos – de la doble de Derecho y ADE – son inteligentes.
Dado lo que se ha dicho sobre que Derecho en los EE.UU. es un postgrado, la
presunción de inteligencia puede aceptarse para el estudiante medio.
El segundo es un consejo muy
sensato pero difícil de llevar a la práctica: mantener
elevadas las expectativas respecto de lo que pueden hacer – de su
capacidad - los alumnos “es una forma de respetarlos”. Es fácil de
aceptar (si los consideras inteligentes, no es difícil esperar mucho de ellos)
pero difícil de cohonestar con los consejos que vienen a continuación: si los
alumnos son listos y puedes esperar mucho de ellos ¿qué haces cuando te
decepcionan porque se comportan como “vagos y maleantes” (es broma)? ¿Les haces
ver que te han decepcionado? ¿les pasas la mano por el lomo y les dices que se
porten mejor la próxima vez? ¿les haces creer que todo vale?
El tercero es que, en las primeras clases, sientes el nivel del curso.
Porque forzar la máquina y aumentar la exigencia más adelante es imposible.
Relajar ésta, por el contrario, es perfectamente posible. Es un buen consejo.
Me recuerda a lo de Marguerite Yourcenar y la relación entre el caballo y el
jinete. Este podía adaptarse al caballo sólo una vez que lo había domado. Si
los alumnos se convencen de que el que trabaja seriamente aprueba, el nivel de
control de su conducta puede relajarse.
“Respeta el tiempo de los
estudiantes. Los estudiantes agradecen y te incitan a que te vayas por las ramas e irse por las ramas ocasionalmente hace la clase mas llevadera. Pero hay que ver todo el programa. Esta es una
regla de profesionalidad. Si te sientes obligado a hablar de cosas que no
están en el programa, a lo mejor tienes que
cambiar el programa. Pero, entretanto, asegúrate de que “cubres el
programa”. Los programas de las asignaturas de Derecho merecen cambios
profundos (Bolonia no lo hace fácil); hay que aligerarlos mucho de contenido y
centrarlos en el estudio de un par de problemas intelectualmente importantes y
que proporcionen herramientas que los estudiantes puedan utilizar para resolver
problemas prácticos de la profesión de abogado o juez.
El quinto no lo entiendo. Lo dejo
en inglés: “You teach who you are, whether you mean to or not”. Supongo que
quiere decir que no puedes evitar ser tú mismo cuando estás encima de la
tarima.
El sexto es muy bueno (y también
difícil de llevar a la práctica): a veces basta
con “levantar las cejas, hacer una pausa un pelín larga o hacer una broma” para
indicar que el alumno se ha equivocado o para controlar cualquier incidente en
la clase. Todo ello es preferible a levantar la voz o soltar una
regañina. De nuevo, tener estudiantes de 25 años de edad o de 18 es muy
diferente.
El séptimo lo sufrimos especialmente
desde que el sistema de Bolonia se ha implantado: los estudiantes quieren
seguridad jurídica y exigen un contrato detalladísimo cuyo cumplimiento vigilarán
hasta el más mínimo detalle. Basta con ver cuán
detallados son los syllabus de los profesores norteamericanos para darnos
cuenta de que esa “comprensión contractual” de la relación entre profesores y
alumnos se ha extendido a España. Lo dejo en inglés “Students want to know what
to expect both in the course as a whole and day-by-day”. Y Lidsky reconoce que “I
don’t always do as well on this front as I want to”. Yo tampoco. Aunque, tras
varios años de dar la misma asignatura, los materiales son más que suficienteS y
las sesiones están muy rodadas, hacer cambios que me parecen adecuados es,
normalmente, un desastre. Mucho que mejorar, por ejemplo, en la evaluación. Mi
predicción es que los exámenes tipo test ganarán terreno por esa exigencia de
los alumnos de seguridad jurídica y de hiperregulación de la docencia y
evaluación de las asignaturas. El examen tipo test es un arma defensiva del
profesor muy potente cuando todos los suspensos vienen a la revisión y al
profesor le pueden abrir un expediente por una nadería.
El octavo es también exacto. Los estudiantes son benevolentes si creen que el profesor se esfuerza y se
preocupa porque aprendan (no te dejes guiar por las encuestas, siempre hay una
minoría que tiene incentivos para poner a parir al mejor docente del mundo) y
perdonarán errores.
Con el noveno también estoy de
acuerdo: si no te apasiona la asignatura que
enseñas ¿por qué les iba a gustar a tus estudiantes? Uno de los mejores comentarios que he recibido en
las encuestas de docencia rezaba: “El problema de este profesor es que, como a
él le interesa mucho lo que cuenta, cree que a nosotros tiene que interesarnos
también en el mismo grado”. O algo así. Tenía razón el alumno. El profesor no
debería nunca perder de vista que lo normal es que sus alumnos no estén interesados
especialmente en la materia – sobre todo si no la han elegido, pero aunque la
hayan elegido porque pueden haberlo hecho por cualquier razón espuria – y podrá
darse con un canto en los dientes si al final del semestre algunos estudiantes
dicen que el profesor ha conseguido interesarles por la asignatura. Ser consciente de esta falta de interés ayuda a ser mejor profesor porque obliga a esforzarse por ser claro y por formular las ideas de forma atractiva.
Con el décimo no estoy completamente
de acuerdo. Dice “Respect and honor different perspectives. The tone you set
will dictate whether your students respect and honor different perspectives”.
Las “perspectivas” no merecen ni respeto ni honor. Leyendo el consejo de Lidsky in bonam
partem, quizá lo que quiere decir es que si no presentas una cuestión
desde distintas perspectivas, los estudiantes pueden percibir equivocadamente
que la cuestión es sencilla, esto es, no compleja. Y si presentas las distintas
perspectivas, entonces sí, has de hacerlo sin convertirlas en espantapájaros o
deformándolas de cualquier otra forma. En este punto, de todas formas, yo soy
más del club de Coase y “The Market for Goods
and the Market for Ideas”. Prefiero que las perspectivas diferentes de las
mías se las enseñen y expliquen los que las defienden. La vida es corta y los
semestres universitarios sólo tienen catorce semanas.
Como bonus, Lidsky sugiere
que comprobemos frecuentemente y sin riesgo para los estudiantes si están
aprendiendo o no. Pero “administering them is burdensome”.
Véase las excelentes "apostillas" de Presno Linera en su blog
Véase las excelentes "apostillas" de Presno Linera en su blog
2 comentarios:
Muy interesante el artículo y aplicable a profesores de cualquier materia, no sólo de Derecho.
Y con cierto grado de autocrítica -no muy habitual entre profesores, como bien reconoce el primer consejo-, lo que lo hace doblemente interesante.
Un saludo
Aunque cada profesor tiene (y debe tener) su propio estilo e interpretación de la materia,y resulta necesaria la preparación personal de las clases, creo que en España pecamos de un excesivo individualismo, y que sería eficiente compartir recursos educativos intradepartamentales. Se me ocurre que se podría estudiar bonificar las aportaciones computándolas como horas de dedicación, o, al menos, como méritos. Y, en su caso, que haya una comisión encargada de la revisión y aprobación de los materiales. Preparar clases "alternativas" resulta especialmente "burdensome" para el profesor y muchas veces queda en agua de borrajas por falta de tiempo. Repartirse la programación, si cada participante no rehuye su "parte", podría ser muy ventajoso.
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