martes, 20 de agosto de 2019

The Purpose of the Corporation por enésima vez


Foto: @thefromthetree


En la misma columna, Levine le dedica unos párrafos al tema del interés social (¿deben las sociedades anónimas maximizar el valor de la empresa social, esto es, el interés social y el interés común de los accionistas es lo mismo o deben los administradores gestionar la empresa social en interés de todos los que tienen un interés en la compañía, valga la redundancia, esto es, en interés de trabajadores, proveedores, clientes, financiadores y las comunidades donde la compañía esté presente?). Levine lo hace – como lo ha hecho también Andrew Ross Sorkin en The New York Times -  porque los consejeros ejecutivos de algunas de las compañías más grandes de los EE.UU. que se reúnen en una cosa que llaman Business Roundtable (BRT) han decidido que ya está bien de poner  por encima de todo el interés de los accionistas y que también hay que tener en cuenta el interés de los demás stakeholders en la gestión de las empresas. Que James Dimon – el CEO de JPMorgan – sea uno de los miembros de la BRT permite sospechar de las intenciones de estos prohombres de los negocios.

No voy a reiterar aquí que Friedman tenía razón y que, en un mercado competitivo, es  el mercado de productos el que se encarga de que las empresas maximicen el beneficio y, por tanto el valor de la empresa y cumplan sus contratos con todos los demás factores de la producción (trabajo, insumos, clientes). Si no lo hacen, perderán clientela a favor de sus competidores. Por tanto, en un mercado competitivo, los gestores no pueden hacer otra cosa que maximizar los beneficios. El problema es que parece que las empresas – especialmente en algunos sectores como el de la tecnología y el financiero – tienen poder de mercado y no solo ni principalmente frente a los clientes-consumidores, sino frente a sus empleados y frente a sus proveedores. Es decir, asistimos a una evolución de los mercados en los que, parece, los “humanos capitalistas” (empleados que reciben parte de su sueldo en acciones) y los ejecutivos de las grandes empresas se llevan, junto a los accionistas, beneficios supracompetitivos, parte del excedente del consumidor a costa de los proveedores, los consumidores y, sobre todo, los trabajadores, sin olvidar, naturalmente, al Estado que no consigue cobrar impuestos de manera significativa a las grandes corporaciones multinacionales.

No es extraño que este tipo de manifiestos sean suscritos por líderes empresariales norteamericanos. Uno tiene la sospecha de que las empresas norteamericanas son las grandes “pecadoras” cuando se trata de cumplir sus contratos con sus empleados, con sus proveedores y con la Hacienda Pública. De manera que, lo que ahora parecen decir es que van a asumir el compromiso de cumplir sus contratos explícitos e implícitos con todos estos stakeholders. Que es a lo que éstos tienen derecho y que es lo que los juristas estudiamos bajo el lema “cumplimiento normativo”.

Pero, como dice Elena Alfaro, hay motivos para la indignación con estos líderes empresariales de la Business  Roundtable, “la que produce recibir una respuesta moral a una cuestión técnica”. Porque el adecuado reparto del excedente que produce una empresa entre todos los que contribuyen a dicho excedente es una cuestión técnico-jurídica, la que resulta de los contratos y las normas que regulan tales relaciones. Hay que seguir citando a Adam Smith y hacerlo doblemente. No esperamos de la bonhomía de James Dimon que pague lo que debe a sus empleados; que preste un servicio adecuado a sus clientes; que JP Morgan pague los impuestos a los que está obligado. Lo esperamos del sistema jurídico que le obliga a cumplir los contratos firmados y las leyes en vigor. Y debemos seguir desconfiando de los empresarios que se reúnen con otros empresarios. Casi siempre, decía Adam Smith, se trata de conspiraciones contra el interés público y del público.

1 comentario:

Andrés dijo...

Empresario es el que arriesga y lo primero que esperamos es que arriesgue "lo suyo". En el mercado de los ejecutivos de las grandes corporaciones, me cuesta entender que a los de la business roundtable (o a De Quinto en nuestro país) se les siga llamando "empresarios", cuando no se juegan nada y quieren decidir con total libertad.

Con ello la discusión va más allá de quién es el titular del interés social. Se refiere, como hace mucho ya dijera Gaudencio Esteban y recientemente recuerda Paz-Ares, a cuáles son las reglas procedimentales de la organización respecto a la atribución de competencias, y en este orden los derechos y las obligaciones, que se asignan a esos administradores. También a la necesidad de reconocer una amplia discrecionalidad a los administradores para que sus decisiones no sean enjuiciadas, que es la concreción de la independencia y la desvinculación en la toma de sus decisiones en materia de gestión respecto de las instrucciones de terceros o de los mismos socios, como viene a establecer el "Derecho natural" de la sociedad anónima en la legislación comparada.

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