Foto: @thefromthetree
En la
misma columna, Levine le dedica unos párrafos al tema del interés social (¿deben
las sociedades anónimas maximizar el valor de la empresa social, esto es, el
interés social y el interés común de los accionistas es lo mismo o deben los
administradores gestionar la empresa social en interés de todos los que tienen
un interés en la compañía, valga la redundancia, esto es, en interés de
trabajadores, proveedores, clientes, financiadores y las comunidades donde la
compañía esté presente?). Levine lo hace – como lo ha hecho también Andrew
Ross Sorkin en The New York Times - porque
los consejeros ejecutivos de algunas de las compañías más grandes de los EE.UU.
que se reúnen en una cosa que llaman Business Roundtable (BRT) han decidido que
ya está bien de poner por encima de todo
el interés de los accionistas y que también hay que tener en cuenta el interés
de los demás stakeholders en la gestión de las empresas. Que James Dimon
– el CEO de JPMorgan – sea uno de los miembros de la BRT permite sospechar de
las intenciones de estos prohombres de los negocios.
No voy
a reiterar aquí que Friedman
tenía razón y que, en un mercado competitivo, es el mercado de productos el que se encarga de
que las empresas maximicen el beneficio y, por tanto el valor de la empresa y cumplan
sus contratos con todos los demás factores de la producción (trabajo, insumos,
clientes). Si no lo hacen, perderán clientela a favor de sus competidores. Por
tanto, en un mercado competitivo, los gestores no pueden hacer otra cosa que
maximizar los beneficios. El problema es que parece que las empresas –
especialmente en algunos sectores como el de la tecnología y el financiero –
tienen poder de mercado y no solo ni principalmente frente a los
clientes-consumidores, sino frente a sus empleados y frente a sus proveedores. Es
decir, asistimos a una evolución de los mercados en los que, parece, los “humanos
capitalistas” (empleados que reciben parte de su sueldo en acciones) y los
ejecutivos de las grandes empresas se llevan, junto a los accionistas, beneficios
supracompetitivos, parte del excedente del consumidor a costa de los
proveedores, los consumidores y, sobre todo, los trabajadores, sin olvidar,
naturalmente, al Estado que no consigue cobrar impuestos de manera
significativa a las grandes corporaciones multinacionales.
No es extraño que este tipo de
manifiestos sean suscritos por líderes empresariales norteamericanos. Uno tiene
la sospecha de que las empresas norteamericanas son las grandes “pecadoras”
cuando se trata de cumplir sus contratos con sus empleados, con sus proveedores
y con la Hacienda Pública. De manera que, lo que ahora parecen decir es que van
a asumir el compromiso de cumplir sus contratos explícitos e implícitos con
todos estos stakeholders. Que es a lo que éstos tienen derecho y que es lo que
los juristas estudiamos bajo el lema “cumplimiento normativo”.
Pero, como
dice Elena Alfaro, hay motivos para la indignación con estos líderes
empresariales de la Business Roundtable, “la que produce recibir una respuesta moral a una cuestión
técnica”. Porque el adecuado reparto del excedente que produce una empresa
entre todos los que contribuyen a dicho excedente es una cuestión
técnico-jurídica, la que resulta de los contratos y las normas que regulan tales
relaciones. Hay que seguir citando a Adam Smith y hacerlo doblemente. No
esperamos de la bonhomía de James Dimon que pague lo que debe a sus empleados;
que preste un servicio adecuado a sus clientes; que JP Morgan pague los impuestos a los
que está obligado. Lo esperamos del sistema jurídico que le obliga a cumplir
los contratos firmados y las leyes en vigor. Y debemos seguir desconfiando de
los empresarios que se reúnen con otros empresarios. Casi siempre, decía Adam
Smith, se trata de conspiraciones contra el interés público y del público.
1 comentario:
Empresario es el que arriesga y lo primero que esperamos es que arriesgue "lo suyo". En el mercado de los ejecutivos de las grandes corporaciones, me cuesta entender que a los de la business roundtable (o a De Quinto en nuestro país) se les siga llamando "empresarios", cuando no se juegan nada y quieren decidir con total libertad.
Con ello la discusión va más allá de quién es el titular del interés social. Se refiere, como hace mucho ya dijera Gaudencio Esteban y recientemente recuerda Paz-Ares, a cuáles son las reglas procedimentales de la organización respecto a la atribución de competencias, y en este orden los derechos y las obligaciones, que se asignan a esos administradores. También a la necesidad de reconocer una amplia discrecionalidad a los administradores para que sus decisiones no sean enjuiciadas, que es la concreción de la independencia y la desvinculación en la toma de sus decisiones en materia de gestión respecto de las instrucciones de terceros o de los mismos socios, como viene a establecer el "Derecho natural" de la sociedad anónima en la legislación comparada.
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