jueves, 8 de agosto de 2019

La influencia de los costes de emigrar, en particular, de las redes de “acogida” en el país de destino sobre los flujos de emigración e inmigración


Los autores llegan a una conclusión realmente interesante: los flujos de emigración e inmigración desarrollan dinámicas propias. No vienen determinados exclusivamente por la mejora o empeoramiento del mercado de trabajo en un país. Entre las variables que más influyen, a juicio de los autores, están las que afectan al “coste de emigrar”. Si el coste de emigrar baja lo suficiente, se producirán saldos netos emigratorios positivos a pesar de que, en el mismo período haya mejorado la situación del mercado de trabajo, esto es, se haya reducido el desempleo. Igual que en el siglo XIX, al parecer, la emigración española hacia América fue inferior a la esperada si se tiene en cuenta la situación económica de España (en el siglo XIX hubo hambrunas en Castilla en repetidas ocasiones) por el elevado coste del transporte, podría haber ocurrido en la Gran Recesión iniciada en 2007 que la emigración de españoles haya sido inferior a la que debería haberse producido a la vista del vasto empeoramiento del empleo en España porque los nacidos en España no disponían de redes de acogida y apoyo en los países de destino (Alemania, Reino Unido y EE.UU. principalmente). Esto de las redes es fácil de entender. Piénsese en Luxemburgo. ¿Por qué en un país de poco más de 600.000 habitantes hay cien mil portugueses o de origen portugués? Es fácil suponer que si hoy un portugués decide emigrar, es más probable que lo haga a Luxemburgo donde habrá conocidos que podrán introducirlo en el mercado de trabajo de aquel país y donde tendrá contactos que harán su vida familiar y social más semejante a la que disfruta en Portugal.

Dados los cambios tecnológicos, crear esas redes es mucho menos costoso que en el siglo XIX o en el siglo XX, de forma que cabe esperar que, una vez creadas – en pocos años – se acelere la emigración de españoles al extranjero aún cuando la situación del mercado laboral en España siga mejorando. Simplemente, el coste de emigrar se ha reducido en mayor medida que ha mejorado el mercado de trabajo en España, de manera que un puesto de trabajo en el extranjero sigue siendo, marginalmente, más atractivo que un puesto de trabajo en España.

El análisis podría extenderse en dos direcciones: una, analizando los flujos migratorios internos (¿dónde tienen sus redes de contactos establecidas los andaluces, castellanos o gallegos que emigran? ¿más en Barcelona que en Madrid o al revés? ¿es menos costoso para un granadino emigrar a Madrid que a Barcelona?  ¿y para un turolense?); otra, comparando esos flujos en países semejantes (Portugal, Italia y Grecia) para determinar qué efectos tienen esas redes en el nivel de desempleo. Si los autores tienen razón y cabe esperar que la emigración de españoles continúe al alza a pesar de la reducción del desempleo, el resultado puede ser (además del “brain drain” que apuntan los autores consecuencia de la mayor cualificación de los emigrantes de hoy) que España, finalmente, tenga niveles de paro semejantes a los de Portugal o Italia, más bajos que los nuestros e influidos, seguramente, por los flujos de emigración de esos dos países, los cuales, a su vez, están influidos – si los autores tienen razón – por las redes de contactos que tienen los portugueses y los italianos en otros países europeos. Por último, es probable que ese efecto de “brain drain” sea más intenso incluso en el caso de Italia o Portugal dado que sus cifras de emigración y sus redes en el extranjero son mayores que las correspondientes españolas.

De las conclusiones:
En términos de escala, los españoles y los extranjeros responden de forma semejante a la evolución del desempleo, y la baja tasa de salida de españoles nacidos en España sólo puede atribuirse a los escasos efectos de red para los emigrantes españoles. Sin embargo, como resulta de la rápida creación de redes de “acogida” de extranjeros en España, que atrajeron a muchos inmigrantes a España durante el boom de la vivienda, este es un fenómeno que podría desarrollarse con bastante rapidez, independientemente de la evolución futura del mercado laboral. En particular, la rápida creación de redes podría contrarrestar el efecto de una caída de las tasas de desempleo de alrededor de 3-4 puntos porcentuales para el año siguiente.
La posibilidad de que los efectos de red empiecen a entrar en juego para los emigrantes españoles, de modo que que muchas de las salidas se conviertan en permanentes, es una amenaza para el crecimiento económico de España. Esto es especialmente cierto si se tiene en cuenta que en tiempos recientes la emigración española es cualificada en términos de formación (véase Izquierdo et al. 2014) con lo que podría tratarse del inicio de una importante fuga de cerebros, que podría exacerbar los efectos de la crisis en la producción potencial si durara demasiado tiempo.

Mario Izquierdo, Juan F. Jimeno and Aitor Lacuesta, Spain: from massive immigration to vast emigration?, 2016

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