En su
última columna en Bloomberg, el siempre interesante Matt Levine explica que
el presidente y fundador de WeWork, ahora We Co. ha registrado como marcar “We”
– nosotros – y se la ha vendido a WeWork que ahora cambia su denominación
social. La compañía ha pagado a su fundador, pues, casi seis millones de
dólares por la marca. Es un caso espectacular de transacción vinculada. El que
puede tomar las decisiones por cuenta de la compañía está a los dos lados de la
transacción. Por eso se habla de “conflicto transaccional”. Estas transacciones
están prohibidas. Sólo pueden llevarse a cabo si la decisión la adopta un
órgano social sobre el que el conflictuado no tenga influencia alguna y, aún
así, será impugnable si la transacción no se hizo de modo transparente (se
proporcionó al órgano decisor toda la información relevante para decidir en el
mejor interés de la compañía) y los términos de la misma son equitativos para
la compañía (arts. 228 y 230 LSC).
Dice Levine que cuando el consejero-delegado es el
accionista más relevante de la compañía – pone el ejemplo de Zuckerberg en
relación con Facebook – lo normal es que el salario como consejero (art. 249
LSC) incluya todos los servicios que el ejecutivo presta a la compañía. Así lo
exige nuestra Ley que obliga a incluir en
el contrato al que se refiere el art. 249 LSC todas las partidas que
compongan el salario. El control de las transacciones entre el
consejero-delegado y la compañía se realiza a través de las normas de los artículos
228 y ss LSC a los que me he referido más arriba.
En el caso, Levine explica que es muy difícil que una
transacción semejante supere la revisión judicial. La razón es la siguiente: si
era buena idea que la compañía cambiase su nombre de “WeWork” a “We Co” y que
“We” fuera registrado como marca, estamos clarísimamente ante una oportunidad
de negocio de la compañía que el consejero-delegado ni ningún otro insider puede
aprovechar para sí (art. 229.1 d) LSC). Y si ambas cosas no están relacionadas
(el insider registró la marca mucho antes de fundar WeWork por ejemplo),
entonces la transacción no debe realizarse. El conflicto de interés del
consejero-delegado es insalvable.
Al registrar para sí una marca tan relacionada con la que
venía usando la empresa WeWork/We (recuerden el <> que precede
a todos los productos de Apple, ¿se imaginan que Steve Jobs hubiera registrado
la <> como marca?) el consejero-delegado generó el conflicto
de interés con la compañía, o sea, se puso deliberadamente en una situación
en la que o hacía prevalecer su interés personal o hacía prevalecer los
intereses de la compañía y, por tanto, cumplía con su deber de lealtad hacia
ésta que le exige anteponer el interés de la compañía a cualquier otro.
Pero es que, aunque el consejero-delegado no participara en
la decisión (no interviniera en la reunión del consejo de administración de
WeWork), la operación no podría salvarse. No veo cómo los demás miembros del
consejo de administración podrían justificar pagar un solo dólar por la marca.
Lo que habrían de hacer es exigir al consejero-delegado que cediese
gratuitamente la marca a la compañía y ordenarle que se abstuviera de andar
registrando para sí marcas que podrían interesar a WeWork (acción de
enriquecimiento contra el consejero-delegado). ¿Cómo se permitió al
consejero-delegado participar en empresas ajenas a la compañía que administra y
cuyos intereses pueden entrar en conflicto con ésta? Faltarían los demás
consejeros a su deber de lealtad si permitieran que se consumara la transacción
vinculada. Lo del precio es lo de menos – aunque no es moco de pavo 5,9
millones de dólares -. No hay ningún precio que pueda ser “fair” – equitativo –
en una transacción semejante.
Al parecer el Sr. Neumann – el consejero-delegado –
acostumbra a realizar transacciones vinculadas con WeWork. Pero es que ahora
sale a bolsa. Naturalmente, si todos los socios de WeWork autorizan estas
transacciones, como el interés social es igual al interés común de todos los
accionistas, nada habría que objetar. Esta información se encuentra en el
folleto de la Oferta Pública de Suscripción o Venta de manera que los que
adquieran o suscriban acciones saben a qué atenerse. En el futuro, sin embargo,
estas transacciones no podrían realizarse. Resulta, sin embargo, que las
relaciones entre el consejero-delegado y la compañía continuarán porque el
primero es el propietario parcial, directa o indirectamente, de algunos de los
inmuebles que explota la compañía. Todo huele a que el fundador y
consejero-delegado seguirá siendo muy rico mucho tiempo después de que WeWork
haya quebrado – o no -.
Actualización: según cuenta el propio Levine, WeWork ha modificado su folleto de salida a bolsa para indicar que el consejero-delegado ha devuelto las acciones (no recibió dinero sino acciones de la compañía a cambio de las marcas) a la compañía. Levine tiene, de nuevo, razón:
Actualización: según cuenta el propio Levine, WeWork ha modificado su folleto de salida a bolsa para indicar que el consejero-delegado ha devuelto las acciones (no recibió dinero sino acciones de la compañía a cambio de las marcas) a la compañía. Levine tiene, de nuevo, razón:
para Neumann es - fue - una transacción increiblemente estúpida. En el lado de los beneficios, obtuvo un 0.03% extra de la compañía (que es lo que representan los 5,9 millones en acciones). En el lado negativo, se escribieron innumerables artículos críticos sobre el pésimo gobierno corporativo de WeWork y sobre cómo está infestado de conflictos de intereses. Presumiblemente, los inversores leen esos artículos, o leen el folleto y perciben los conflictos de intereses por sí mismos. Presumiblemente los inversores pensarán cosas como "uf, esto es mala señal sobre el gobierno de WeWork y sobre cómo gestiona los conflictos de intereses de sus insiders".
Si estas valoraciones críticas provocaron una reducción de la valoración de WeWork pongamos de sólo un 0.1 por ciento, que Neuman vendiera las marcas a la compañía a cambio del 0,03 % es completamente irracional y le cuesta dinero a Neumann. Porque consigue aumentar su participación en la compañía en una cuantía ridícula a costa de reducir el valor de su participación que es del 30 % y esta reducción supera, con mucho, el valor de las acciones adicionales que ha conseguido. Si suponemos que la mala prensa que esta transacción ha generado ha reducido el valor de WeWork en un 2 por ciento, hacerse transferir acciones a cambio de las marcas le ha costado a Neumann más de $ 100 millones. Para Neumann, aumentar la valoración total de su compañía vale mucho más, mucho más que conseguir algunas acciones adicionales en una transacción vinculada.
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