En un experimento realizado con los BaYaka, (resumido en esta entrada), una tribu de cazadores recolectores que viven en la cuenca del río Congo, se comprobaba la paciencia de estos africanos ofreciéndoles una unidad de una sopa ahora o cinco unidades de sopa al día siguiente. Se comprobó que los BaYaka del experimento que vivían en una ciudad eran más pacientes que los que vivían en la selva y que lo que hacía más pacientes a los primeros es que estaban acostumbrados a recibir un salario a cambio de su trabajo, salario que se paga, precisamente, tras haber prestado su labor el trabajador. Pero dice Henrich que, en realidad, los BaYaka que preferían el plato de sopa hoy no estaban renunciando a los cinco platos al día siguiente si se tiene en cuenta el contexto cultural,
La comida era, y sigue siendo, ampliamente compartida en los campamentos de los BaYakas, por lo que decidir esperar a las cinco tazas no proporcionaría a la propia persona que toma las decisiones una sopa más sabrosa. Los que vivían en los campamentos y decidieron esperar un día por los cinco cubos sólo beneficiaron a sus compañeros de campamento, no a sí mismos: porque cuando recibían las cinco porciones, tenían que compartirlas con todo aquel que se lo pidiese porque así lo exigen las normas de reparto (y los BaYaka no se cortan un pelo a la hora de pedir). De modo que las opciones reales eran o bien una porción ahora o bien una porción mañana y un extra de sopa para regalar a otros. Practicar la paciencia en este entorno institucional no compensa en modo que fomente el cultivo de la gratificación diferida en este contexto
Henrich añade que no es segura la dirección de la causalidad. Es decir, puede que los BaYAka que se mudan a la ciudad lo hagan, precisamente, porque son más pacientes y que no sea la exposición a los mercados lo que los vuelve más pacientes.
Los economistas – continúa Henrich – asumen, en general, que la psicología humana no evoluciona. Que es la misma hace 2000 años que hoy. Y así explican, por ejemplo, la evolución de los tipos de interés en función de la escasez de capital, de la velocidad del crecimiento económico o de los cambios en la intensidad del riesgo asumido por los prestamistas de que el prestatario no devuelva lo prestado. Pero tal evolución – siempre a la baja desde la Edad Media al siglo XX – puede explicarse mejor si entendemos – dice Henrich siguiendo a Clark – “que se ha producido un cambio psicológico en los europeo-occidentales en algo semejante a la paciencia y al autocontrol”. Porque los tipos de interés bajaron en Europa pero no en Asia.
En general, cuanto menos individualista sea una sociedad – más tribal – menos paciencia observaremos en su población. La razón es que en sociedades colectivistas, uno no retiene para sí la totalidad del producto de su esfuerzo o de su paciencia – como se ve en el ejemplo de los BaYaka – lo que reduce sus incentivos para ser paciente o trabajador en primer lugar. En sociedades más individualistas, sin embargo, los individuos están más “a la intemperie” porque no pueden refugiarse en el clan o la tribu que, en sociedades tribales, proporciona la red de seguridad. Por tanto, sociedades más individualistas requieren de la “construcción” de redes de seguridad a base de asociaciones voluntarias – de base contractual – que no existirán, porque no son necesarias en sociedades más tribales u organizadas en clanes.
1 comentario:
Interesantes cuestiones las que plantea este post. Pobres BaYaKa enfrentados a una elección pícara de una sopa hoy o cinco mañana que luego resulta que no son cinco porque su moralidad superior resuelve como irracional la acumulación individual de sopas mientras haya un BaYaKa hambriento.
La objetividad del analista de la «experiencia» es tan brillante como la idea de elevar la paciencia y el autocontrol a la categoría de mutación genética del europeo occidental, que tan decididamente deja fuera de esta evolución de superioridad tanto a los europeos orientales como a los BaYaKa y resto de habitantes del planeta.
La conclusión de Henrich siguiendo a Clark nos lleva a la idea –claramente científica; of course–, de que los neoliberales deben ser un portento de paciencia acumulando sopas en medio de las hambrunas.
Lo que ya no tengo claro es si el neoliberal evolucionado crea familia o la subcontrata. Mucho menos si su racionalidad individualista le lleva necesariamente a no compartir sopa alguna con los hijos y requerir su alimentación de la red de seguridad de Cáritas. 201201
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