lunes, 17 de agosto de 2020

De la trampa de la pobreza se sale con ayuda de los demás

 

foto: @thefromthetree

Los pobres son pobres porque nacen pobres y quedan atrapados por la pobreza. Porque son pobres no acceden a trabajos bien remunerados y no obtienen ingresos suficientes para salir de la pobreza. Frente a esta tesis se alza aquella según la cual los pobres tienen alguna característica que los hace pobres. Los autores tratan de determinar empíricamente cuál de las dos tesis es más acertada. Intuitivamente, la tesis de la “trampa de la pobreza” es más atractiva. Por una simple razón: hay países donde no hay pobres en número significativo. Eso quiere decir que las explicaciones basadas en rasgos psicológicos o físicos de los individuos no son muy convincentes. Su trabajo consiste en explicar las razones profundas del “chiste” de Susanita de Mafalda: los pobres siguen siendo pobres porque invierten en productos de mala calidad.

El experimento se realizó en Bangla Desh. En un típico pueblo de este país, la gente se divide entre los que tienen activos – diríamos – de capital (son propietarios de tierra de cultivo y tienen cabezas de ganado) y los que no (viven de trabajar esporádicamente). La división social es muy marcada: hay hogares que tienen muchos activos productivos y hogares que no tienen prácticamente ninguno. Esta división social es casi inevitable producto de la evolución de las sociedades con economías de subsistencia y los antropólogos han explicado razonablemente bien por qué se produce.

Los autores se preguntan

“si esta bimodalidad es sintomática de la existencia de una trampa de pobreza, en concreto, si la gente pobre trabaja  esporádicamente y carece  de  activos productivos porque no tienen el talento para hacer otra cosa o si el hecho de  ser pobres les impide adquirir los activos que necesitan para ascender en la escala social”.

El problema difícil de resolver es que “el umbral” que determina quién está entrampado y quién no, es inestable, de manera que no se identifica fácilmente a quién está por debajo y quién por encima del umbral. La solución pasa por crear artificialmente un “grupo de control” mediante un programa de entrega de activos de capital – cabezas de ganado – a las mujeres más pobres de esos pueblos habiendo calculado previamente que el valor de la transferencia hace que los recipiendarios – 3000 familias – atraviesen ese umbral. Lo importante para demostrar la relación causal entre ser pobre y seguir siendo pobre – la existencia de una trampa de pobreza – es comprobar que aquellos que atraviesan el umbral gracias a que reciben esa dotación de capital dejan de ser pobres pero aquellos que están en una situación semejante a los anteriores pero por debajo del umbral, continúan siendo pobres.

Los resultados indican que, efectivamente, los pobres son pobres porque son pobres, no porque haya algo en ellos que les mantiene en la pobreza. Al no tener activos suficientes – la fuerza de trabajo no es  bastante – permanecen en  la pobreza. La prueba es que cuando se suministran aleatoriamente activos de capital de  valor suficientemente alto, los que los reciben “saltan” el umbral y continúan mejorando económicamente mientras que los que no reciben activos de capital de valor productivo suficiente permanecen estancados en la pobreza. En términos técnicos:

la ecuación de transición tiene forma de S con un nivel de umbral de capital en 2.333 puntos log. En este umbral, los activos tienen un valor de 9.309 BDT (504 USD PPP) siendo el valor medio de una vaca en nuestra muestra de alrededor de 9.000 BDT (488 USD PPP). Las personas cuyos activos de referencia eran tan bajos que la transferencia no era suficiente para superar el umbral vuelven a caer en la pobreza. Estos son alrededor de un tercio de la muestra y en promedio pierden el 16% del valor de sus activos (incluida la transferencia) en el año 4. Por el contrario, los que superan el umbral siguen acumulando activos año tras año y tienen un 14% más en el año cuatro.

Pero no es este el único resultado interesante del estudio. Al entregar activos productivos de gran valor en el experimento, éste les permite averiguar qué causa la “trampa de pobreza” y descartar otras causas. Por ejemplo, no es que los pobres sean menos productivos porque están peor alimentados o que no ahorren y no tengan acceso al crédito ¡al consumo! El problema es el del acceso a los bienes de capital que tienen un precio individual – indivisibilidad, (no se puede comprar media vaca) – que está fuera del alcance de los ahorros de un pobre unido a las “imperfecciones” en el mercado de crédito que expulsa a los pobres de los préstamos de capital. Como contaba un tuitero citando a Terry Pratchett y la historia de las dos botas. Si solo hay dos tipos de botas disponibles en el mercado y unas duran apenas dos temporadas invernales pero cuestan 10 dólares y otras duran 10 temporadas pero cuestan 40 (de modo que comprar las segundas es mucho más eficiente que las primeras tanto por duración como por “calidad” de la “prestación” que producen las botas) y los pobres pueden comprarse las primeras pero no las segundas, quedarán atrapados en la trampa de la pobreza y no podrán caminar con los pies abrigados. Obsérvese, sin embargo, que los autores no hablan de crédito al consumo – en el caso de las botas sería crédito al consumo de bienes duraderos – sino de crédito de capital. La cuestión interesante sería comprobar si los mismos resultados se producen cuando, en lugar de entregar a fondo perdido el activo de capital, se da crédito en condiciones tales que las familias pueden devolverlo con el excedente logrado en su explotación. Sospecho que no porque, si se les da un préstamo, se está colocando un riesgo excesivo sobre los hogares prestatarios. Si, por ejemplo, la vaca enferma y se muere o el carro necesita de una reparación muy costosa, la obligación de devolver  el préstamo colocaría a la familia en la insolvencia.

Los autores añaden que atravesar el umbral que permite escapar de la trampa de pobreza depende no sólo del valor absoluto de los activos de capital, sino de la existencia de complementariedad, es decir, no basta con tener una vaca. Hay que tener un carro, por ejemplo, para cargar el heno necesario para alimentarla y para trasladar el producto al mercado y venderlo.

Otro resultado sorprendente es que la atribución de bienes de capital reduce extraordinariamente la mala asignación de los recursos, en el caso, del trabajo de los pobres. Cuando los pobres salen de la trampa de la pobreza porque tienen bienes de capital a los que pueden aplicar su trabajo, en lugar de ofrecer éste en un – muy ineficiente – mercado laboral que les condena a trabajar de sirvientas o de jornaleros en las tierras de otros, mejora extraordinariamente la asignación del factor trabajo, es decir, el trabajo aplicado a la explotación de los activos de los que . Esto tiene que ver, seguro, con la reducción de la pobreza en Asia en las últimas  décadas en países como Taiwan o Corea del Sur. Según los análisis más fiables, la reforma agraria – que los campesinos pudieran aplicar su fuerza de trabajo a cultivar sus propias tierras – mejoró la asignación de los recursos, de manera que lo que hay que encontrar es un bien de capital cuyo valor y productividad aumenten cuando se incrementa la cantidad de trabajo que se aplica a ese activo fijo.

Si es así, el tipo de bien de capital que se entregue a los pobres importa. Es decir, los programas pueden fracasar si el tipo de bien de capital, aunque tenga un valor superior al del experimento, no es, en las circunstancias de esa zona, capaz de producir rendimientos que permitan a su dueño salir de la pobreza por mucho trabajo que aplique a dicho activo (y, eventualmente, se generen mercados eficientes donde se intercambie esa producción) De ahí que, según las zonas, una reforma agraria sea la mejor política antipobreza imaginable, sencillamente porque si es una zona suficientemente poblada, es poco probable que un incremento significativo del trabajo aplicado al mismo activo fijo – la tierra – conduzca a una reducción rápida de la productividad. Sin embargo, si el activo fijo que se les entrega a los pobres es una vaca, un crecimiento rápido y muy significativo del número de cabezas de ganado en una zona muy poblada podría llevar a una reducción muy rápida de la productividad del trabajo aplicado al cuidado de las vacas sin contar con las externalidades que tal aumento podría provocar.

La última aportación de los autores es que nos dan una pista de por qué fracasan los programas de microcréditos: son demasiado pequeños para permitir a los pobres saltar el umbral de la trampa de pobreza salvo para aquellos hogares que están muy próximos a dicho umbral – ya tienen algunos bienes de capital – y un microcrédito les permite alcanzar dicho umbral.

Balboni, Clare and Bandiera, Oriana and Burgess, Robin and Ghatak, Maitreesh and Heil, Anton, Why Do People Stay Poor? (March 2020) 

viernes, 14 de agosto de 2020

Normas sociales, normas morales y estabilidad del grupo


En su siempre interesante blog Thinking outloud, Lorenzo, su autor, dedica un post a la relación entre las normas sociales, la cooperación humana y la estabilidad de los grupos sociales. En lo que sigue, resumo con algunos comentarios dicha entrada.

La cooperación humana no se entiende sin normas. Piénsese en un equipo de baloncesto. La coordinación entre los jugadores depende de que cada uno sepa lo que puede esperar que hagan sus compañeros. Es decir, de las expectativas que tenga de lo que harán sus compañeros. Cada jugador se comportará como los demás esperan que lo haga bien porque las normas sean meramente sociales – “así hacemos las cosas aquí” y “yo hago lo que hace todo el mundo” – bien porque esas conductas se normativicen y se internalice la convicción de su carácter obligatorio – “yo hago lo que tengo que hacer”. La generalización del cumplimiento de las normas requiere de algún mecanismo sancionador. El jugador que no actúa en la cancha como el resto de los jugadores espera, acaba sentado en el banquillo y, si no “aprende”, expulsado del equipo. Si tiene otro equipo donde ir, se irá pero, finalmente, habrá de cumplir las reglas del grupo en el que se inserte.

La gran ventaja “energética” de la existencia de reglas es, naturalmente que “las normas economizan información y esfuerzo cognitivo, lo que facilita la cooperación”. Reducen las necesidades de comunicación requeridas para la acción colectiva o, al menos, la acción coordinada. Y si el “marco normativo es común a varias bandas de homínidos”, la movilidad entre los distintos campamentos se facilita y se crea, más fácilmente, una “federación”.

Lo que no sabemos es la dirección de la causalidad: ¿“la estabilidad del grupo es la causa” de la homogeneidad normativa en su seno o fue el efecto del comportamiento conforme a reglas – sociales y normativas – de los humanos?

Siguiendo a Bicchieri, el autor explica que

las normas sociales se basan en expectativas sociales: expectativas empíricas (lo que se espera que hagan los demás) y expectativas normativas (lo que se espera que los demás crean que deben hacer). Operan sobre la base de esquemas (conjuntos de creencias) y guiones (patrones de conducta). Suelen implicar algún sistema de sanciones.

Como en el ejemplo, las expectativas “hacen que las acciones de otras personas sean más predecibles lo que facilita el logro y el mantenimiento de la cooperación”. La cooperación se hace estable y la estabilidad en la cooperación promueve la estabilidad en la composición del grupo pero las normas sociales se habrían seleccionado por la evolución, no para promover esa estabilidad sino para promover y hacer estable la cooperación. La estabilidad progresiva en la composición del grupo es un efecto que podría no haberse producido precisamente porque la homogeneidad en las reglas sociales y normativas en  distintos grupos o bandas que forman una “federación” facilitaría la movilidad de los individuos entre los distintos campamentos. Woodburn explica, en este sentido, que la ausencia de relaciones de dependencia explicaría esa fluidez.

Las normas morales tienen de distintivo según Bicchieri (a quien sigue Lorenzo en esta entrada) “un elemento de incondicionalidad que las normas sociales no tienen”. ¿Cuándo se produjo la moralización de las normas sociales? Con la aparición del sedentarismo y la agricultura que “parecen haber acelerado la evolución adaptativa, presumiblemente debido a los cambios dramáticos en las presiones selectivas”. En este contexto, “la estabilidad del grupo habría adquirido más valor de supervivencia y subsistencia”. Es decir, la superviviencia individual de los miembros dependería, en mayor medida, en una sociedad agrícola y sedentaria, de la estabilidad de la composición del grupo. Y, en este marco,  

La naturaleza absoluta o incondicional de las normas morales podrían haber sido seleccionadas, ya que promueven la estabilidad del grupo. Pero fueron seleccionados basándose en la capacidad preexistente para adoptar normas sociales, las cuales probablemente se desarrollaron a partir de reglas descriptivas.

La conclusión del autor es  que el fomento de la estabilidad en la cooperación fue  la causa del desarrollo del comportamiento humano conforme a normas lo que sería congruente con

el argumento de David C. Lahtia y Bret S. Weinstein según el cual, las normas morales se desarrollarían – en comparación con las normas puramente sociales – “a medida que la estabilidad del grupo

deviniera más importante en términos de supervivencia y subsistencia de sus miembros lo que sólo ocurrió muy tarde en nuestra evolución. Una forma de comprobar la dirección causal entre aparición y desarrollo de las normas morales y estabilidad de los  grupos humanos

“pasaría por comprobar la importancia relativa de las normas sociales y las normas morales en diferentes poblaciones humanas. Cuanto más fluidos y basados ​​en la recolección de alimentos sean los grupos sociales, más se puede esperar que sean dominantes las normas sociales. Cuanto más sedentarios, estables y más grandes sean los grupos sociales, más importantes serán las normas morales”

jueves, 13 de agosto de 2020

Beneficios e inconvenientes sociales de ser más inteligente

 

Las personas más inteligentes tienen más probabilidades de ser contratadas, de tomar mejores decisiones en situaciones de riesgo... y de ser admitidas en universidades de primer nivel. Pero estos beneficios funcionales no tienen en cuenta los beneficios en las relaciones interpersonales. En el caso de los hombres, ser más inteligentes facilita el éxito sexual y romántico. En sentido contrario, los hombres con menos inteligencia son juzgados duramente como consejeros. Por el contrario, las mujeres inteligentes pueden sufrir evaluaciones desfavorables porque infringen los roles sexuales tradicionales y se perciben como una amenaza para las ideas tradicionales sobre lo que significa ser mujer... la mujer que era más inteligente recibió reacciones menos favorables que otras con igual o menor inteligencia. De hecho, ser percibida como menos inteligente podría ser un activo para las mujeres. Sin embargo, estos análisis rara vez consideraron la posibilidad de que concurrieran evaluaciones desfavorables con evaluaciones favorables y, por lo tanto, presentar un nueva visión de cómo las personas evalúan a otros que difieren en inteligencia. 

El resultado más llamativo fue que el sujeto más inteligente tenía valoraciones más contradictorias que el sujeto que era menos o similarmente inteligente. Esto es, la diferencia entre valoraciones favorables y desfavorables fue meno en el primer caso que en los dos últimos. Hombres y mujeres inteligentes (sin que se observasen diferencias de sexo ni moderación de este efecto) pueden tener características que a la gente le gustan (por ejemplo, recursos, ingresos) pero simultáneamente pueden tener características que a la gente no le gusta (por ejemplo, la arrogancia, discutirlo todo). Eso provoca que los que los valoran lo hagan de forma contradictoria y eventualmente diferente en la valoración de las relaciones interpersonales y en el contexto laboral. De hecho, estos son los tipos de personas que puede que tenga que compensar estas expectativas negativas con humildad, encanto y generosidad. Alternativamente, aquellos con similar y menos inteligencia no se perciben como una amenaza intelectual y de ego

Peter K. Jonasona & Jamie Hughes, The potentially conflicted evaluations of others based on their intelligence, 2020

martes, 11 de agosto de 2020

Cuando los intercambios se realizan a través del azar

 

De Idobi - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0,

Los Hadza utilizan un método particular para transmitir objetos de propiedad personal... En cualquier campamento grande, los hombres pasan la mayor parte del tiempo jugando, mucho más tiempo del que pasan buscando comida. Apuestan principalmente flechas de caza con cabeza metálica, tanto envenenadas como no envenenadas, pero también pueden apostar cuchillos, hachas, cuentas, pipas de fumar, telas e incluso ocasionalmente un recipiente de miel que puede ser utilizado para intercambiar con otros pueblos. Hay, sin embargo, algunos objetos que no pueden ser apostados, porque los Hadza dicen que no son lo suficientemente valiosos. Tales son los arcos de caza de un hombre, sus flechas no envenenadas sin cabeza de metal usadas para cazar aves y pequeños animales, y su bolsa de cuero usada para llevar sus pipas y tabaco... 

Estos objetos excluidos de la apuesta comparten dos características: primero, mantienen la capacidad del hombre para alimentarse y protegerse y en segundo lugar, están hechos de materiales disponibles en todas partes del territorio Hazda. Por el contrario, muchos de los objetos que sí se apuestan se fabrican, al menos en parte, de materiales que no se encuentran en cualquier zona del territorio. Por ejemplo, las flechas envenenadas incorporan una cabeza hecha de chmetal obtenida comerciando con forasteros (no-Hadza), y el veneno se extrae de la savia o las semillas de un árbol cuya distribución geográfica es asimétrica de modo que hay grandes zonas en las que esa especie no está presente… Las pipas de fumar de piedra están hechas de un tipo de piedra pómez que, de nuevo, sólo se encuentra en ciertas localidades. 

El juego consiste en lanzar un puñado de discos de corteza de árbol contra un árbol y comprobar el resultado que depende de la forma en que caigan los distintos discos. Básicamente es un juego de azar y los jugadores tienen relativamente pocas oportunidades de influir en el resultado. La habilidad en el lanzamiento juega un papel importante, pero el efecto se reduce prohibiendo que el ganador del lanzamiento anterior actúe como lanzador en la tirada siguiente. 

En el transcurso de un día en un gran campamento de la estación seca, normalmente habrá cientos de juegos, cada uno de los cuales implicará la transferencia de una propiedad del perdedor o perdedores al ganador. Durante el día muchos objetos pasan por las manos de los competidores, pero como el juego es un juego de azar el efecto aleatorio normalmente todos los participantes terminarán el día sin una ganancia o pérdida neta sustancial. 

Si el jugador termina el día con algunas ganancias, por lo general incluirán algunos objetos que quiere conservar y usar. Vuelve a apostar los objetos que no quiere y conserva, en la medida de lo posible, los objetos que quiere. De vez en cuando alguien obtiene ganancias sustanciales pero se le somete a una gran presión para continuar jugando, de forma que los demás puedan recuperar las posesiones perdidas. A menudo, los ganadores, en un intento de mantener sus ganancias intactas por más tiempo, se trasladan a otro campamento, pero son generalmente seguido por algunos de los demás competidores. Sólo puedo recordar un ejemplo de un hombre que tuvo éxito en mantener la mayoría de sus ganancias por un período de tiempo de unas pocas semanas y fue una persona bastante excepcional que resistió las presiones... y limitó su participación en los juegos siguientes. 

(los efectos del juego) son muy importantes. Es el principal medio de circulación de los objetos escasos y que existen sólo en algunas partes del territorio por todos los campamentos de los Hazda. De hecho, las visitas a otros campamentos se ven estimuladas por el juego y las ganancias se destruyen continuamente… La circulación de los objetos se logra, pues, no a través de intercambio, que vincularía a los participantes en el juego en relaciones potencialmente desiguales. Las transacciones se neutralizan y despersonalizan al realizarse a través del juego. Incluso los parientes cercanos y afines juegan entre sí y el juego actúa en contra de cualquier desarrollo de flujos unidireccionales y de dependencia en las relaciones. Mientras que el esfuerzo individual, la habilidad artesanal y, en particular, la habilidad  para comerciar con forasteros son bastante variables, la atracción de los juegos de azar moviliza el esfuerzo y distribuye sus ganancias al azar de una manera que contrarresta la posibilidad de que se acumule riqueza individual por aquellos miembros del grupo que son más trabajadores o tienen más habilidad artesanal. Se contrarresta, aún más, cualquier tendencia a la diferenciación regional basada en la presencia de recursos valiosos sólo en esa región pero que tienen demanda en otras áreas. Es paradójico que un juego basado en el deseo de ganar y, en cierto modo, de acumular tenga como el efecto contrario: impedir  la acumulación sistemática. Su efecto igualador es muy poderoso... Todo lo cual provoca que los individuos se desconecten de la idea de la propiedad, esto es, del potencial que tienen los derechos de propiedad para crear lazos de dependencia entre los individuos. Creo que es probable que esta evolución tan particular sólo pueda producirse sin empobrecerlas, en sociedades con una economía simple basada en la caza y en la recolección

 

Woodburn, Egalitarian Societies, Man, 17(1982), pp. 431-451.


domingo, 9 de agosto de 2020

Existe una predisposición genética que nos lleva a internalizar las normas

@aliceinbo @thefromthetree

Una pregunta clásica de la Teoría del Derecho es por qué la gente obedece las normas. Con creciente atención, los científicos de la conducta humana (sociobiólogos, psicólogos evolutivos, antropólogos…) están examinando las relaciones entre evolución genética y cultural en relación con las normas sociales. Los párrafos que traduzco a continuación de Gintis me parecen un buen planteamiento de la cuestión. Lo más interesantes: el contenido concreto de las normas sociales es producto de la cultura pero estamos predispuestos genéticamente a cumplir las normas del grupo al que pertenecemos porque tal predisposición favorece la supervivencia del grupo y, con ello, la supervivencia de los individuos que lo forman.

Una sociedad se mantiene unida por valores morales que se transmiten de generación en generación a través del proceso de socialización. Una norma social se basa en valores morales generalmente aceptados. Así, obedecer a la autoridad legítima, guardar silencio en una biblioteca o sobornar a un oficial de policía pueden ser normas sociales. Los valores morales se concretan a través de la internalización de las normas, proceso en el que los iniciados inculcan valores a los no iniciados, generalmente la generación más joven, a través de una amplia serie de interacciones personales, apoyándose en una interacción compleja de afecto y autoridad . Gracias la internalización de las normas, los iniciados reciben valores morales que les inducen a conformarse voluntariamente e incluso a veces con entusiasmo a los deberes y obligaciones de los puestos de trabajo que se espera que ocupen. Además, la adhesión a las normas sociales se refuerza socialmente con la aprobación y las recompensas ofrecidas por los individuos prosociales y el castigo descentralizado a los que infringen las normas.

La internalización de normas, por supuesto, presupone una predisposición genética a la cognición moral que sólo puede explicarse por la coevolución de genes y cultura.

Es tentador tratar algunas normas como limitaciones inviolables que llevan al individuo a sacrificar su bienestar personal en aras de la moralidad, pero prácticamente todas las normas son infringidas en algunas ocasiones por todos los individuos, lo que indica que si las normas fueran límites rígidos a la conducta, habría compensaciones que no podrían existir. Sucede que la internalización de las normas implica que éstas se aceptan no como un instrumento para lograr otros fines, sino como fines en si mismos, es decir, cumplir las normas forma parte de las preferencias que el individuo maximiza. Por ejemplo, el individuo que ha interiorizado el valor de decir la verdad, será sincero incluso en los casos en que el rendimiento neto de hablar con sinceridad sería, si no fuera por la internalización, negativo. Emociones humanas fundamentales como la vergüenza, la culpa, el orgullo y la empatía son desplegadas por el individuo bien socializado para reforzar estos valores prosociales cuando se ve tentado por los placeres inmediatos de pecados mortales como la ira, la avaricia, la gula y la lujuria.

La apertura humana a la socialización es quizás la forma más poderosa de transmisión epigenética que se encuentra en la naturaleza. Esta flexibilidad de preferencias explica en gran parte el asombroso éxito de la especie Homo Sapiens, porque cuando los individuos internalizan una norma, la frecuencia del comportamiento deseado será mayor que si la gente sigue la norma sólo instrumentalmente, es decir, cuando perciben que es en su mejor interés hacerlo por interés propio. El aumento de la incidencia del comportamiento prosocial es precisamente lo que permite a los humanos cooperar eficazmente en grupos.

Por supuesto, hay límites a la socialización, y es imprescindible comprender la dinámica de la aparición y el abandono de determinados valores, que de hecho dependen de su contribución a la aptitud y el bienestar, como sugiere la teoría económica y biológica. Además, a menudo se producen rápidos cambios de valores en toda la sociedad que no pueden explicarse con la teoría de la socialización. Por ejemplo, los movimientos en pro de la igualdad de género y racial han tenido mucho éxito en muchos países, aunque inicialmente se opusieron a todas las principales instituciones de socialización, incluidas las escuelas, las iglesias, los medios de comunicación y el sistema jurídico

Herbert Gintis, Individuality and Entanglement. The Moral and Material Bases of Social Life 2017, capítulo 6

viernes, 7 de agosto de 2020

Científicos españoles se salen de la fila

Foto: Manuel María de Miguel


"Si no hay reconocimiento interior de la verdad, no hay aprendizaje"


La carta que han publicado veinte expertos españoles – muchos trabajan fuera de España – sobre la gestión de la pandemia en nuestro país tiene poco desperdicio.

Comienza expresando una paradoja sólo aparente. ¿Cómo es posible que España, que tiene uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, haya sufrido los peores efectos de la pandemia de todos los países desarrollados? Digo que la paradoja es solo aparente porque España tiene un sistema de vigilancia epidemiológica y de salud pública infame. Lo que es bueno en España es el sistema de atención a enfermos agudos con dolencias graves.

A continuación enumera las posibles explicaciones. El párrafo es inmejorable:

  • falta de preparación para la pandemia (es decir, sistemas de vigilancia deficientes, escasa capacidad para realizar pruebas de PCR y escasez de equipo de protección personal y de cuidados críticos),
  • una reacción tardía de las autoridades centrales y regionales,
  • lentitud en los procesos de adopción de decisiones,
  • altos niveles de movilidad y migración de la población,
  • escasa coordinación entre las autoridades centrales y regionales,
  • escasa dependencia del asesoramiento científico,
  • envejecimiento de la población, grupos vulnerables que sufren desigualdades sanitarias y sociales y falta de preparación en las residencias de ancianos.

Es difícil decirlo mejor sin meterse en camisas políticas de once varas, pero el contraste con lo que han dicho desde todos los gobiernos y desde los medios de comunicación es notable. A mi juicio, la novedad que la carta introduce correctamente en este asunto es la referencia a los gobiernos regionales. Todos los gobiernos regionales estuvieron “en el ajo” desde enero. Todos asistieron – varias veces a la semana – a las reuniones del Consejo Interterritorial de Salud – y ni una sola Comunidad Autónoma dijo nada. Las muy levantiscas regiones periféricas actuaron como borregos y se sumaron al coro de “no hay que alarmar” a la población y “no hace falta tomar ninguna medida especial” que había escrito el Gobierno central. Es hora de analizar, también, su comportamiento en este año.

En lo que la carta no es correcta, a mi juicio, es en el párrafo siguiente:

Estos problemas se vieron exacerbados por los efectos de un decenio de austeridad que había agotado el personal sanitario y reducido la capacidad de la salud pública y del sistema de salud.

Creo que no es así. El sistema de salud no estaba preparado para un brote de cientos de miles de contagios con miles de enfermos que habían de ser ingresados en pocos días. Pero – se estará de acuerdo – ningún sistema sanitario puede tener tan holgada capacidad excedentaria. Ni el sistema alemán habría soportado la tromba de la segunda y tercera semanas de marzo. Es verdad que la Administración pública ha perdido buena parte de su capacidad estatal en prevención y gestión de epidemias si es que alguna vez la tuvo pero si no la tiene hoy es porque no se diseñó y mucho menos ejecutó un plan para tal contingencia, lo cual no tiene nada que ver con los recortes. Ese plan hubiera costado unos pocos cientos de millones de euros. Si se hubiera hecho – en lugar de priorizar las guerras culturales y exacerbar las identidades tribales –, nos habríamos percatado del grado de descoordinación entre Administraciones, de la falta de material médico y sanitario para tratar una epidemia, de la falta de capacidad de análisis o de los especiales riesgos que corrían los temporeros o, sobre todo, los ancianos asilados. De manera que ese párrafo es una concesión a la tesis del progresismo patrio sobre los recortes. Pero la lección que debemos aprender es que, sin planes de contingencia, las decisiones se toman en medio del pánico y con el gravísimo riesgo de que sean las consideraciones políticas las que prevalezcan. Eso es lo más grave, a mi juicio, de lo que ha sucedido en España.

El resto de la carta es excelente.

1. Si no se examina lo que ha pasado, nos volverá a pasar.

Ahora se necesita una evaluación completa de los sistemas de salud y de atención social para preparar al país para nuevas oleadas de COVID-19 o futuras pandemias, identificando los puntos débiles y fuertes, y las lecciones aprendidas. Pedimos una evaluación independiente e imparcial por parte de un grupo de expertos internacionales y nacionales, centrada en las actividades del Gobierno Central y de los gobiernos de las 17 comunidades autónomas. Esta evaluación debe incluir tres áreas: gobernanza y toma de decisiones, asesoramiento científico y técnico, y capacidad operativa. Además, se deben tener en cuenta las circunstancias sociales y económicas que han contribuido a aumentar la vulnerabilidad de España, incluido el aumento de las desigualdades.

De hecho, nos ha pasado exactamente lo mismo, mutatis mutandis que en 2008. Una nueva crisis económica y, de nuevo, carecemos de herramientas de análisis (de datos y de evaluaciones) de lo que ocurrió la última vez. No se creó una comisión independiente para analizar la respuesta española a la crisis económica de 2008 y, a día de hoy, seguimos sin haber construido un consenso acerca de qué medidas – de entre las adoptadas por los gobiernos de Zapatero y Rajoy entre 2008 y 2012 – permitieron la recuperación y cuáles no debieron haberse adoptado. España no mejorará mientras los españoles no analicemos los errores en lugar de olvidarnos de ellos lo más rápidamente posible. Forma parte de esa manía de nuestros políticos por tratarnos como niños – es lo que queremos, tal vez – hablar siempre del futuro y de lo que se va a hacer y no de lo que se ha hecho. De nuevo, la última frase del párrafo es una concesión “progresista” que resulta chocante cuando la propia carta reconoce que 20 mil de los 28 mil muertos reconocidos por el Gobierno han sido ancianos asilados.

2. El siguiente párrafo sobra ya que diluye y hace más borroso el excelente análisis del párrafo anterior sin que se entienda muy bien qué es eso de “la experiencia y los valores de las personas”. Quiero pensar que es una concesión a los tiempos posmodernos que nos han tocado vivir.

Las preocupaciones específicas incluyen las funciones de salud pública, el liderazgo y la gobernanza, la financiación, la fuerza de trabajo sanitaria y social, los sistemas de información sanitaria, la prestación de servicios, el acceso al diagnóstico y el tratamiento, el papel de la investigación científica y la experiencia y los valores de las personas, las comunidades y los grupos vulnerables.

3. El final es impecable:

Esta evaluación no debe concebirse como un instrumento para repartir culpas sino que debería identificar las áreas en las que es necesario mejorar la salud pública y el sistema de atención sanitaria y social. Aunque este tipo de evaluación no es habitual en España, varias instituciones y países, como la OMS6 y Suecia, han aceptado la necesidad de tal examen para aprender del pasado y prepararse para el futuro.

Exhortamos al Gobierno español a que considere esta evaluación como una oportunidad que podría permitir hacer frente mejor a las pandemias, evitar muertes prematuras y construir un sistema de salud más resiliente sobre la base del conocimiento científico.

Una advertencia. El Tribunal Supremo, en lo que tiene de político, haría bien en posponer la admisión a trámite de las querellas presentadas contra el Gobierno por la gestión de la epidemia a que el Gobierno y el Parlamento decidan si atienden o no esta petición de la comunidad científica. Porque los españoles tenemos derecho a que se analice rigurosamente lo que ha pasado. Y si no lo hace una comisión de expertos independiente, lo tendrá que hacer un juez en la instrucción penal correspondiente. Es el mínimo grado de rendición de cuentas que el Tribunal Constitucional debería considerar incluido en la cláusula de Estado democrático de nuestra Constitución. Nuestros políticos no pueden pretender que la rendición de cuentas se limita a las elecciones.

jueves, 6 de agosto de 2020

La menguante capacidad estatal de España


Lo que sigue es, en parte, un resumen y en parte, comentarios sobre una conversación entre Shruti Rajagopalan y Ajay Shah sobre el reciente libro de este último con Vijay Kelkar In the Service of the Republic.

La lectura de la transcripción de esta conversación me ha iluminado respecto al que creo que es el problema de largo plazo más serio al que se enfrenta España, que ha quedado especialmente expuesto con motivo de la pandemia. España está perdiendo rápidamente capacidad estatal. Es decir, las administraciones públicas españolas y del sistema político están perdiendo la habilidad para ejecutar políticas públicas que aumenten el ritmo de crecimiento económico y que permitan la prestación de servicios públicos de calidad a los españoles en un clima de libertad y respeto de los derechos individuales (no de los derechos tribales). En la conversación, Shah dice que la India tuvo sus años dorados – entre 1991 y 2011 – en los que 350 millones de personas salieron de la pobreza. No se me ocurre un objetivo preferible a éste.

Digo que la decadencia se ha acelerado en los últimos cinco años y la razón se encuentra en que la inestabilidad política y el fracaso del PSOE de Zapatero y su sustitución por Sánchez ha provocado que todos los poderes públicos se hayan dedicado exclusivamente a hacer política en este último quinquenio; buena parte de los puestos que deberían estar ocupados por directivos públicos elegidos por mérito y capacidad han sido ocupados por funcionarios de los partidos políticos sin ninguna o con escasa formación y conocimiento de las actividades que han de regular o supervisar o de los servicios que han de prestar y, en cada sector, las medidas regulatorias o de ejecución se han tomado en función de los intereses políticos y no con la vista puesta en mejorar la gestión.

Estas tendencias se están acelerando y, unidas a la demografía, llevarán, a largo plazo, a España a una situación comparable a la de Italia. España dispone del capital humano y el capital intelectual – en buena medida gracias a nuestra pertenencia a la Unión Europea – para alcanzar cotas elevadas de capacidad estatal pero la única vía para lograrlo es poner al frente de todos los organismos públicos a personas competentes elegidas meritocráticamente. Porque la vía alternativa – reforzar tanto las instituciones que sea irrelevante que al frente del organismo público esté un zopenco o una mentecata, un corrupto o una desalmada – es, simplemente, una quimera. La calidad intelectual y humana de quién esté al frente de la Renfe o de Televisión Española, de Paradores o de la autoridad portuaria de Baleares importa y, en los últimos tiempos, a lo que hemos asistido es a una auténtica ocupación de todo lo ocupable por personas afines a los que gobiernan. 

Por tanto, lo más eficiente en el caso de España es poner al frente de cada organismo a alguien competente y honrado, darle autonomía y pedirle, simplemente, que deje el organismo mejor de lo que se lo encontró. Lo que ha ocurrido con la pandemia y lo que está ocurriendo ahora que son las CCAA las que están al mando es una buena prueba de lo que se ha dicho hasta aquí.


Fallos del mercado y fallos del estado:

Comienza el entrevistador resumiendo el contenido del libro diciendo que, en los manuales al uso se dice que el Estado debe intervenir para corregir los fallos del mercado. Si no hay fallo de mercado, debe dejarse a la mano invisible la consecución del bienestar social. Esta concepción fue refutada por Demsetz entre otros al señalar que la intervención estatal podía no sólo no resolver el fallo de mercado, sino empeorar las cosas, de modo que, antes de propugnar la intervención estatal hay que tener en cuenta la información y los incentivos de los actores públicos. El entrevistador dice entonces que, en el caso de la India, hay que tener especialmente en cuenta que la India tiene una muy débil capacidad estatal, es decir, “instituciones muy frágiles que no tienen la capacidad de ejecutar las políticas públicas… tienen problemas de información y de capacitación técnica”. En estas circunstancias – débil capacidad estatal – casi nunca será la intervención pública la respuesta más conveniente a un fallo de mercado. Los fallos de mercado, en esas circunstancias pueden corregirse “a la Coase o Elinor Ostrom”, esto es, mediante la cooperación entre particulares en forma de intercambios organizados de forma que se reduzcan los costes de transacción o en forma de acción colectiva en la que se han resuelto a bajo coste los problemas de coordinación entre los miembros del grupo.

El autor – Ajay Shah – añade dos ideas del libro: la capacidad estatal es un bien escaso (“un recurso limitado”) lo que debería llevar a los gobernantes a establecer prioridades: “haga cosas básicas” y deje al mercado ocuparse de lo demás. Seleccione, naturalmente, aquellas que el Estado ha de hacer y puede hacer bien. Cuando se oye a nuestros gobernantes que este Gobierno será capaz de “digitalizar” España o de hacer frente con éxito al cambio climático o lograr la igualdad económica, nadie con dos dedos de frente puede creer que es la exposición de un programa de gobierno sensato. Ajay Shah pone como ejemplo de algo “básico” un sistema de justicia penal. Algo básico en España sería, sin duda, un sistema que garantice la coordinación entre el Estado y las Comunidades Autónomas.

Pero la segunda intuición de los autores es más relevante, a mi juicio: la capacidad estatal evoluciona muy lentamente. El aprendizaje de las administraciones públicas requiere décadas si no siglos. Hay que elegir las políticas que pueden favorecer en mayor medida el crecimiento económico y el bienestar a largo plazo y comprender que se trata de proyectos a veinte, cuarenta u ochenta años. Con la gran ventaja de que, si se logra, destrozarlo lleva también muchos años. “No nos dispersemos haciendo veinte cosas a la vez.” Adquiramos capacidad estatal en unas pocas tareas básicas. Y – añade el autor – aprovechémonos de la capacidad regulatoria de países más desarrollados. En el caso de España, de la de la Unión Europea. ¿Por qué obsesionarse con tener capacidad estatal en el ámbito de la gestión de la investigación? Transfiramos esas competencias a la Unión Europea y concentrémonos en aprender a hacer bien lo que puede permitirnos crecer más rápidamente y mejorar más el bienestar de los españoles. Bastaría, por ejemplo, con suplementar las becas europeas por parte del gobierno español a los grupos españoles que hubieran conseguido una en las convocatorias europeas.

Es muy fácil ser socialdemócrata en Alemania, Dinamarca o Suecia. Pero es más difícil serlo, si uno piensa, en España y mucho más en la India. Dice el entrevistador que los intelectuales públicos en la India se han hecho liberales “por necesidad” – de libertarianismo por necesidad habla uno de mis economistas más admirados Kaushik Basu confrontándolo con el libertarianismo por elección: si el Estado no tiene capacidad de ejecutar las políticas públicas y tiene los incentivos trastocados. Dice Shah que en un país como Suecia, con alta capacidad estatal, los individuos discreparan sobre el espacio que se puede y se debe dejar al mercado, pero en la India, debería ser fácil ponerse de acuerdo en que el Estado ha de hacer menos:

Algunos dicen: «Creo que el mercado libre funciona bastante bien, y deberíamos dejarlo a su bola». Otros piensan: «No estoy contento de cómo funcionan los mercados, pero dada nuestra limitada capacidad estatal, es mejor que no hagamos nada»

Es el consenso que se alcanza por decepción: dejen ustedes de hacerse ilusiones con lo que puede hacer el Estado e iniciemos el diálogo entre los actores de la sociedad civil, tener más diálogos “coasianos” y menos mediación estatal que hace prevalecer los intereses más poderosos o los de los que pueden transferir más rentas a los políticos.

En sentido contrario, – coste de oportunidad – la acción estatal se desenfoca y abandona los problemas difíciles pero básicos (en el caso de la India, la contaminación de las ciudades) porque no permiten capturar rentas a los políticos.


La degradación del estado de Derecho: hacia un estado autoritario


tiene efectos brutales sobre la actividad económica. En un momento dice Shah que hoy,

“un particular se siente más amenazado por el estado en la India que en 1990… porque, por ejemplo, aunque los aranceles son hoy más bajos… la experiencia de un empresario es hoy peor que antes porque tiene miedo a que el gobierno cambie o promulgue una regla y le deje fuera del negocio… el gobierno continúa creando empresas en el sector público que arruinan la empresa privada… los funcionarios pueden entrar en tus oficinas… no hay estado de derecho, no hay controles, te pueden embargar tus bienes por veinte años… la India se ha convertido en un estado administrativo… con discrecionalidad ilimitada…”

Es obvio que tal no es el caso de España. Pero piensen en que toda la legislación producida en los últimos cinco años lo ha sido a través de Decretos-Ley; que la única barrera a la actuación de algunas comunidades autónomas ha sido el Código Penal. Shah dice

"La perspectiva de sufrir una crisis debe aterrorizarnos porque en una crisis, cualquier resto de controles y equilibrios que nos quede colapsará y asistiremos a una extrema concentración de poder en unos pocos individuos cuyo comportamiento entonces será impredecible”

¿cuándo hay que temer el incremento de la capacidad estatal? Cuando no hay un fuerte estado de derecho que controle el ejercicio del poder. Shah cuenta una historia de Anirudh.

Había una ley que imponía penas de cárcel al que almacenara más de 5000 toneladas de trigo. Se trataba de una norma inofensiva porque el Estado no podía aplicarla ya que no sabía cuánto trigo tenía quién y dónde… pero, de repente, en el siglo XXI, hay empresas sofisticadas que pueden brindar al estado una declaración completa y precisa de todo el trigo almacenado en cualquier lugar del país. La ley se volvió peligrosa porque se podía hacer cumplir… le bastaba al Estado consultar un registro electrónico…

Los empresarios-fundadores vuelven al puesto de mando en las empresas financiadas por el capital-riesgo ¿por qué?

Foto: @thefromthetree

En un interesante trabajo publicado en el último número del Journal of Economic Perspectives, Josh Lerner y Ramana Nanda repasan la evolución del “venture capital”, o sea, del capital riesgo entendido específicamente como el grupo de inversores que se implican en la gestión de las empresas en las que invierten y que se mantienen temporalmente en su accionariado hasta que la colocan en bolsa o venden su participación a inversores institucionales. De todas las cuestiones que analizan, recojo aquí los párrafos que dedican a la cuestión del gobierno corporativo de estas empresas. Dicen Lerner y Nanda que, en los últimos tiempos, los venture capitalists se preocupan cada vez menos del gobierno corporativo de las empresas en las que invierten. Tradicionalmente, aunque los venture capitalists tomaban una participación minoritaria, ostentaban importantes poderes de veto y su consentimiento era necesario para las decisiones estratégicas.

Estas pautas han cambiado drásticamente en el último decenio. En general, los términos "favorables al fundador" parecen haber sustituido a las disposiciones más onerosas que tradicionalmente exigían los capitalistas de riesgo.

¿Por qué? Hay motivos más o menos evidentes: hay mucho capital buscando rentabilidad y pocas empresas prometedoras de modo que son los emprendedores los que tienen la sartén por el mango, especialmente, cuando – como con las películas de Hollywood – unas pocas inversiones explican la mayor parte de los beneficios de los capitalistas de riesgo. De modo que, en esa competencia entre capitalistas de riesgo, los que ofrecen al emprendedor discrecionalidad en el manejo de la empresa pueden ser preferidos por éste como partner financiero. Pero, como dicen los autores, esta explicación nunca es satisfactoria para un economista que cree que los mercados son eficientes (recuérdese la cuestión del race to the bottom en la calidad del Derecho de Sociedades norteamericano como consecuencia de la competencia entre los Estados por atraer incorporaciones). Si los mercados de venture capital son eficientes, los capitalistas de riesgo y los emprendedores seleccionaran los “arreglos” relativos al gobierno corporativo de las empresas participadas que sea más eficiente, no el que favorezca más la discrecionalidad de los emprendedores si el resultado puede ser “demasiada” discrecionalidad y pérdidas de eficiencia en la gestión de la empresa. De manera que si uno quiere razonar como un economista, ha de partir de la presunción de que los mercados son competitivos y generan los arreglos eficientes porque los ineficientes tienden a ser expulsados por la entrada de competidores que aprecian la oportunidad de ganancia derivada de mejorar – en este caso – la gobernanza empresarial. Los autores apuntan a que puede haber razones “estructurales más profundas” de esta tendencia de los capitalistas de riesgo a preocuparse menos por el gobierno corporativo de las empresas en las que invierten. Una puede tener que ver con que las inversiones se hacen a un plazo que es excesivamente corto (10 años) para que maduren las empresas en muchos sectores de la economía. Otra, que los nuevos negocios no necesitan tanta financiación como para justificar la inversión en mejor gobierno corporativo. Así, nos dicen los autores, muchos capitalistas de riesgo se limitan a invertir – diría mi abuela – sacando a pasear “la mano de echar azúcar a los polvorones” en la etapa inicial de financiación

“en la que se centran en averiguar el potencial de una empresa antes de dedicar tiempo a gobernarla... Además, la afluencia masiva de capital de riesgo de inversores que normalmente se centran en el mercado bursátil puede haber cambiado el enfoque de los arreglos contractuales en etapas posteriores. Un único administrador de fondos en esas entidades puede tener cientos de empresas en las que invierte y tener poca experiencia en la administración directa de las empresas de su cartera. Es poco probable que esos inversores pasivos tengan la capacidad de proporcionar una gobernanza eficaz a las empresas de nueva creación… los fondos de inversión parecen estar mucho más preocupados por garantizar que haya una «salida» que les permita obtener liquidez, lo que refleja el cortoplacismo que caracteriza a los nuevos inversores. Así pues, es posible que la composición cambiante de las fuentes de capital también haya dado lugar a una menor atención a la gobernanza.

Hay motivos para temer que, incluso entre los inversores tradicionales de capital de riesgo, la gobernanza pueda decaer por razones estructurales. A medida que las empresas permanecen más tiempo fuera de la bolsa, los inversores de capital de riesgo pueden acabar formando parte de un mayor número de consejos de administración de empresas... En consecuencia, las empresas respaldadas por capital de riesgo pueden no estar recibiendo la misma atención a su gestión.

Lerner, Josh, and Ramana Nanda. 2020. "Venture Capital's Role in Financing Innovation: What We Know and How Much We Still Need to Learn." Journal of Economic Perspectives, 34 (3): 237-61.

miércoles, 5 de agosto de 2020

¿Afectó la represión ejercida sobre los civiles durante la guerra civil a la confianza generalizada de los españoles?

Foto: Alfonso Vila Francés

Esta es la pregunta que trata de contestar el trabajo que se cita al final de esta entrada y cuyas conclusiones reproduzco a continuación. De la confianza generalizada y la confianza particular he hablado varias veces en el blog, resumiendo los trabajos, sobre todo de Zingales y otros sobre el “capital cívico” o social de una Sociedad. La idea es que una Sociedad es más rica cuanto más confíen sus miembros en otros miembros de la Sociedad a los que no unen lazos de parentesco (extraños). Los autores tratan de comprobar, en línea con otros trabajos sobre otros conflictos bélicos si hay correlación entre menor grado de confianza interpersonal generalizada en los pueblos de España más próximos a fosas comunes de asesinados por el bando republicano o por el bando nacional, principalmente, en los seis primeros meses de la guerra, que es cuando fue más fuerte la represión (que los autores cuantifican en unas 200.000 personas asesinadas fuera de los campos de batalla, 150.000 por parte de los nacionalistas y 50.000 por parte de los republicanos).

Sus conclusiones son que

“no hay efectos significativos de la medida de conflicto total sobre la confianza generalizada… Sin embargo, los resultados son negativos y considerables cuando miramos las fosas comunes exhumadas, que representan la violencia política contra los civiles.

El segundo resultado interesante es que

También encontramos diferencias negativas en la confianza en instituciones más asociadas a la Guerra Civil que en las creadas después de la Transición Democrática.

(se refiere a la Guardia Civil y al Ejército)

No encuentran efecto alguno de las exhumaciones que tuvieron lugar a partir de la restauración de la democracia

Así pues, los pueblos de España donde la represión fue más feroz, experimentaron una reducción de la confianza interpersonal medida por las encuestas del CIS (que incluyen una pregunta, igual quel World Values Survey sobre si el encuestado cree que se puede confiar en los extraños) y por la participación en las elecciones en democracia y el voto a partidos extremistas. Esto último sólo para los pueblos que estuvieron a uno y otro lado del frente de Aragón, como se sabe, la batalla del Ebro fue larguísima y en ella se produjeron decenas de miles de muertos de ambos bandos. Pues bien,

“las áreas anteriormente ocupadas por el lado republicano votan significativamente más por el centro-izquierda hoy en día, mientras que aquellas donde las tropas nacionalistas estaban estacionadas, lo hacen por la derecha (moderada). No encontramos resultados significativos para los partidos extremistas, populistas o regionalistas”

En el conjunto del país, la gente parece participar menos políticamente en los lugares más amenazados por la represión política, lo que representa otra faceta de la erosión del capital cívico, ampliamente entendida.

Luego hacen otras mediciones (calles dedicadas a Franco o a personajes franquistas) e incluso el Nodo) y concluyen con una declaración de muy altos vuelos

Por último, nuestros resultados apuntan a la memoria colectiva de la Guerra Civil Española como mecanismo de transmisión. No es sólo la guerra en sí misma, sino también la forma en que la gente retrata y piensa sobre este acontecimiento histórico, lo que importa a largo plazo, junto con las acciones de intervención de los actores relevantes. Es decir, el gobierno, a través de la denominación de las calles y los medios de comunicación, fue capaz de promover una narrativa particular del conflicto, en este caso 28 a través de la lente del bando ganador (nacionalista). Estas acciones retroalimentan las percepciones de los ciudadanos sobre la confrontación histórica. La importancia de estos mecanismos de memoria colectiva exige una reconstrucción más equilibrada de los acontecimientos históricos. Interpretados de manera más amplia, nuestros resultados sugieren la importancia de la propaganda política. En general, encontramos que la Guerra Civil Española tuvo importantes secuelas culturales y políticas, generaciones después de su fin social en 1939. La naturaleza persistente de los acontecimientos sugiere la existencia de mecanismos de transmisión intergeneracionales, ya que la mayoría de los involucrados en la lucha ya no están vivos. Los resultados duraderos son sorprendentes para una democracia occidental avanzada, y amplían nuestra comprensión del impacto multifacético del conflicto en tiempos tanto presentes como pasados.

La verdad es que la primera impresión que tuve tras leer el abstract de este trabajo fue muy negativa puesto que empieza el trabajo diciendo que la Guerra Civil española fue uno de los conflictos bélicos más importantes del siglo XX, lo que, en el siglo de la Primera y Segunda Guerras Mundiales, de la Revolución Rusa y de la Revolución China, las invasiones japonesas, la guerra de Indochina y Vietnam etc etc parece, cuando menos, atrevido.

En segundo lugar, mi desconfianza se basa en que resulta altamente improbable que la Guerra Civil española refleje una reducción de los niveles de confianza interpersonal entre los españoles ochenta años después a nivel de la población española en general. Sólo en pueblos pequeños cabe imaginar que la guerra civil, pero sobre todo, la larga dictadura franquista hubiera tenido una influencia importante sobre los niveles de confianza interpersonal o de capital cívico entre españoles. Obsérvese que nuestros niveles son semejantes a los de Italia o Bélgica y que los países más homogéneos (China y Escandinavia) están generalmente en lo más alto de la clasificación. La razón es muy simple: salvo en los pueblos pequeños, la población que vivió la guerra civil y sus hijos viven en otro lugar: o en Madrid o Barcelona o en Europa o en América. La modificación de la demografía española hace impensable la existencia de mecanismos de “transmisión generacional” del grado de confianza hacia los extraños.

En tercer lugar, lo que es más probable que haya generado una reducción de la confianza interpersonal entre españoles son los cuarenta años de dictadura franquista. Porque la represión en forma de fusilamiento se produjo – mayormente – durante la guerra civil y en los juicios por consejo de guerra después de la guerra. Pero los riesgos de ser detenido o de perder el trabajo - o no encontrarlo - por razones políticas se mantuvieron hasta los años setenta. De ahí que hubiera sido un objetivo mucho más interesante el de determinar si haber sufrido una dictadura reduce la confianza interpersonal, especialmente, cuando la dictadura se impone como consecuencia de la victoria en una guerra civil. La comparación con los países comunistas de Centroeuropa sería interesante. Sus niveles de confianza interpersonal están por debajo de los españoles. Pero la Guerra Civil, no. Los estudios de los efectos de los conflictos bélicos sobre la confianza interpersonal que los autores citan, miden tales efectos en la década siguiente a la terminación de la guerra civil, no ochenta años después y sin que haya habido cambios demográficos. Y otros estudios - como los del Imperio austrohúngaro y el nivel de corrupción - tienen en cuenta fenómenos que duran siglos.

En cuarto lugar, lo del frente de Aragón – no sé casi nada al respecto – no me parece una buena idea. En el frente de Aragón no pelearon aragoneses. Pelearon españoles – y marroquíes  y brigadistas internacionales – de toda España. O sea que “caer” a uno u otro lado del frente (ser de un pueblo “nacional” o de un pueblo “republicano”) no parece que sea una variable relevante en relación con el grado de confianza interpersonal. Sencillamente porque hubo desplazamientos masivos de la población antes y durante la guerra civil – el número de desertores se cuenta por millones – y, tras la guerra, es probable que en todos esos pueblos a ambos lados de lo que había sido el frente la representación de “republicanos” se hubiera visto muy reducida como en el resto de España como consecuencia del exilio tras la guerra civil. Lo propio respecto a la posible influencia de la propaganda franquista. Ni Stalin consiguió convertir a los rusos o a los polacos a pesar de maximizar la propaganda y cortar cualquier otro canal de información (amén de fusilar a la primera de cambio, cosa que la dictadura de Franco no hizo ni de lejos).

En quinto lugar, la evolución de la desconfianza de la población hacia la Guardia Civil y el ejército no tiene que ver, seguramente, con la guerra civil sino con el franquismo. la Guardia Civil no se unió a Franco. Se dividió al 50 % aunque sus mandos superiores se mantuvieron fieles a la República. Pero los españoles asocian a la Guardia Civil con la represión franquista en los años cuarenta, cincuenta y sesenta, no con la represión de civiles en la Guerra Civil. Al menos, esta vía es mucho más plausible si se trata de explicar efectos 80 años después.

En definitiva, tiendo a pensar que la dureza de la represión durante la guerra civil – que es la que se refleja en las fosas comunes – fue más una consecuencia de la división previa de la sociedad española que la causa de la misma. Las zonas donde la represión fue más brutal eran, seguramente, donde se habían producido mayor número de asesinatos durante la república o en los primeros meses de la guerra civil cuando el pueblo o la ciudad eran ocupados por los nacionales. O sea, que la tesis y la estrategia empírica me parecen un poco traídos por los pelos.


Tur-Prats, Ana and Valencia Caicedo, Felipe, The Long Shadow of the Spanish Civil War (July 2020)

Lo que disfrutaría Ihering con esta Dirección General de la cosa y otras cosas


Foto: Andrés García Martínez


Es sabido que Ihering disfrutó mucho en su vida metiéndose con los pandectistas y su “jurisprudencia de conceptos”. Yo no soy Ihering – ya quisiera – pero la Dirección General antes de registros y del notariado tampoco llega a la altura de los pandectistas. Pues bien, en el Prólogo de La voluntad en la posesión, Ihering escribe

Se rechazan las opiniones falsas, pero es necesario combatir las tendencias falsas. Respecto de las primeras, basta oponer la verdad al error; sólo la susceptibilidad personal, ó la presunción, pueden introducir un tono destemplado en la polémica científica con el adversario. Respecto de las segundas, por el contrario, se necesita más: el que quiera combatir, debe tomar las armas en la mano, y debe elegirlas tanto más cortantes y mortíferas, cuanto más terrible sea el adversario; su intención es vencerle; si no lo logra, habrá de sucumbir él mismo, sin que sus mayores esfuerzos logren otra cosa que agravar su derrota. Tal es la suerte que corro. Tengo el convencimiento de haber puesto en pleito mi nombre científico, en esta obra, de una manera tal, que si las censuras y las acusaciones que contra Savigny lanzo son infundadas, el perjuicio que experimentaré será irreparable. He criticado sin piedad, y quien me quiera mal podrá tildarme de ingrato, aun sin pararse á considerar el pleno homenaje que rindo á los méritos de Savigny. Pero ¡qué importa! Si la obra progresa, nada me preocupa mi persona. No hay modo de alcanzar un gran fin sin exponer su propia personalidad. Puchta y Bruns—para no citar más que á los muertos—me han proporcionado también ocasión de agudas polémicas, y, sin embargo, venero en ellos dos hombres á quienes, después de Savigny, coloco en el primer puesto entre los romanistas de nuestro siglo, y con quienes yo he mantenido personalmente relación estrecha; todo lo cual no me ha impedido sacrificar la persona á la obra. Más quisiera en este punto haber pecado por exceso, que por defecto para la seriedad de mi trabajo. Mi crítica no sólo ha sido sin contemplaciones, sino también muy minuciosa. He seguido paso á paso, en todos sus desvaríos, la teoría del animas domini, fijándome en sus lados débiles, en sus faltas, en sus errot

Así que, permitáseme que critique inmisericordemente esta Resolución de la Dirección General de 14 de julio de 2020

El registrador suspende la inscripción solicitada porque, a su juicio, «Dado que en la intervención de los otorgantes se hace constar que lo ha sido en nombre propio y a su vez como únicos socios de la sociedad Palletpacket SCP, –teniendo ésta personalidad jurídica–, como así resulta del artículo 1669 del Código Civil, y resultando del título que el bien aportado es de titularidad de la sociedad civil compareciente, las participaciones sociales deberían haber sido suscritas por dicha sociedad civil con los requisitos del artículo 63 de la Ley de Sociedades de Capital. Si lo que se pretende es que los intervinientes personas físicas sean los que suscriban a título personal las participaciones sociales, se debería previamente al otorgamiento, adjudicar a los comparecientes el vehículo aportado, bien a través de la correspondiente transmisión, bien mediante la aportación de empresa del artículo 66 de la LSC, bien mediante liquidación por parte de la Sociedad Civil y adjudicación a los socios».

A continuación, dice la DG

Por otra parte, es doctrina reiterada de esta Dirección General que todo contrato por el que se constituye una sociedad cuyo objeto sea la realización de actividades empresariales, tiene naturaleza mercantil, como resulta de los artículos 2, 116, 117 y 124 del Código de Comercio y del mismo artículo 1670 del Código Civil y, por tanto, la sociedad quedará sujeta, en primer lugar, a las disposiciones contenidas en el Código de Comercio, de acuerdo con sus artículos 2 y 50 y con lo establecido en los artículos 35 y 36 del Código Civil, sin que para eludir la aplicación de las reglas mercantiles de las sociedades sea suficiente la expresa voluntad de los socios de acogerse al régimen de la sociedad civil, pues las normas mercantiles aplicables son, muchas de ellas, de carácter imperativo por estar dictadas en interés de terceros o del tráfico, como ocurre con las que regulan el régimen de los órganos sociales, la responsabilidad de la sociedad, de los socios y de los encargados de la gestión social, la prescripción de las acciones o el estatuto del comerciante (contabilidad mercantil, calificación de las actividades empresariales, etc.). Y, por ello, este Centro Directivo ha rechazado que acceda a los libros del Registro la titularidad de una sociedad denominada civil pero cuyo objeto sea el desarrollo de una actividad indubitadamente mercantil y cuyo contrato de constitución no cumpla mínimamente con las normas imperativas que rigen las sociedades mercantiles (vid. las Resoluciones de 13 de diciembre de 1985, 20 de marzo de 1986, 1 y 30 de abril y 11 de diciembre de 1997, 25 de mayo de 2006, 20 de abril de 2010, 21 de mayo de 2013 y 28 de septiembre de 2016). Por otra parte, aun cuando se tratara de sociedad civil por su objeto, su personalidad y la correspondiente representación deben acreditarse en debida forma a la hora de solicitar la inscripción de dicha adquisición, habida cuenta de lo establecido en los artículos 1667, 1668 y 1280, números 1.º y 5.º, del Código Civil, de los que resultaría, que al tratarse de una sociedad que adquiere un bien inmueble y al actuar en nombre de aquélla los socios y administradores solidarios nombrados mediante el documento privado de constitución de la misma, la inobservancia del requisito de la escritura pública debería conducir a la conclusión de que tales extremos (personalidad y poder de representación) no han sido acreditados por el documento privado no elevado a instrumento público (vid. la Resolución de 14 de febrero de 2001).

La acumulación de barbaridades en este párrafo es notable ya que las sociedades mercantiles irregulares también tienen personalidad jurídica. Si no pueden inscribirse (en su caso) es por el principio de titulación pública, esto es, porque el documento contractual sea un documento privado que no puede tener acceso al registro. Las normas imperativas relativas a la sociedad colectiva son mínimas (menos de las que dice la Dirección General), referidas exclusivamente a la vertiente externa (con la remotísima excepción del principio de autoorganización) y, en todo caso, son de aplicación con independencia de lo que diga el contrato social. En cuanto a que haya que acreditar la personalidad jurídica y la representación de una sociedad civil, es ridículo si comparecen, junto a la sociedad civil sus dos únicos socios. ¿O se le ha olvidado a la DG que los socios son administradores natos de las sociedades de personas? Y, en fin, ¿qué tiene que ver aquí el registro de la propiedad? Así que acaba diciendo que

No obstante, el presente recurso debe resolverse sin necesidad de entrar en dichas cuestiones

y digo yo que si “debe” resolverse así, ¿para qué el ladrillo previo?

Pero da todo igual. Se desestima el recurso porque no se sabe quién aporta el vehículo usado (este párrafo final va precedido de otro ladrillo innecesario sobre el valor de las inscripciones en el registro administrativo de vehículos a motor)

en la escritura calificada no se expresan suficientemente las circunstancias relativas a la sociedad civil referida y los efectos a los que se indica que las personas físicas comparecientes, además de intervenir en su propio nombre y derecho, lo hacen, «al mismo tiempo como únicos socios, al 50%, de la Sociedad Civil». Así, se añade que la sociedad es constituida por «los señores comparecientes, según intervienen»; y, por las restantes especificaciones de la escritura, no queda suficientemente determinado –con la claridad y precisión exigibles de todo instrumento público, ex artículo 148 del Reglamento Notarial– si la aportación del vehículo la efectúan como socios de la sociedad civil y en nombre de ésta; o la realizan como personas físicas pero con consentimiento de la sociedad civil titular administrativa y propietaria del mismo (algo perfectamente posible, como pago o prestación por tercero –cfr. artículo 1158 del Código Civil–, y con la correspondiente responsabilidad de los socios obligados a ella por la realidad y valoración de la aportación ex artículo 73 de la Ley de Sociedades de Capital); o, por el contrario, realizan la aportación como personas físicas propietarias reales del vehículo aportado (y en este caso falta la suficiente expresión del título dominical correspondiente frente a la titularidad administrativa del vehículo).

Ni en un viaje psicodélico podría un pandectista disfrutar más. Veamos: ¿qué más da todo? De los antecedentes que se transcriben al comienzo de la Resolución se deduce que los socios querían que las participaciones de la sociedad limitada figurasen como de titularidad individual de cada uno de ellos al 50 %. Lo único importante es que quedara claro cómo se repartían las participaciones de la sociedad limitada que se estaba constituyendo. Todo lo demás es irrelevante. Si la sociedad civil “quería” aportar a la SL el coche usado y que las participaciones correspondientes se entregaran a los dos individuos que concurrían a la constitución, ¿a quién le importa? Habrá que entender, en ese caso, que los socios de la sociedad civil estaban liquidando la sociedad civil (una vez ejecutada la aportación mediante la entrega del coche a la sociedad limitada) y, en consecuencia, habrá que cambiar la inscripción en el registro administrativo para poner el coche a nombre de la sociedad limitada. No se entiende por qué han de proceder a una liquidación previa de la sociedad civil en los términos que le gusten al registrador mercantil. Y, en fin, si los dos individuos – socios reciben más participaciones que las que les corresponderían en proporción a su aportación, de nuevo, ¿a quién le importa una vez que es evidente que en las sociedades limitadas caben toda clase de privilegios? Lo único que ha de comprobarse en la inscripción es que se respetan las reglas de formación del capital.

Densidad y hacinamiento: la espiral

 

A todo el mundo le gusta la densidad. A los economistas les gusta modelar y cuantificar los muchos beneficios de la densidad urbana. A mayor densidad, más productividad e innovación, mejor acceso a bienes y servicios, se reducen las necesidades de desplazamiento, se fomenta edificar e implementar formas de transporte más eficientes desde el punto de vista energético se comparten más ampliamente los servicios urbanos que sean escasos.

Otros especialistas en ciencias sociales y planificadores urbanos, junto con los que se dedican a formular las políticas públicas comparten esta afición por la densidad y desearían que ésta aumentara en todas las ciudades, incluidas las más densas... pero... la alta densidad es sinónimo de hacinamiento. En efecto, existe un equilibrio significativo entre los beneficios y los costes de la densidad, y no está claro que estos beneficios y costos sean ponderados adecuadamente por las fuerzas políticas o del mercado.

Una explicación se encuentra en que el cálculo coste-beneficio es muy diferente para los que ya viven en la gran ciudad desde hace tiempo y los que viven en zonas rurales y están pensando en cambiar su residencia.

Además, los beneficios y los costes suelen operar a escalas espaciales y temporales muy diferentes, por lo que no necesariamente son internalizados por todos los residentes urbanos.

Entender bien la densidad también es difícil porque la es tanto causa como efecto de la evolución de las ciudades. Todo lo que hace que una ciudad sea relativamente más atractiva (como un aumento de la productividad o la mejora de los servicios) atrae población de otros lugares, lo que ejerce una presión al alza sobre los precios de la vivienda, lo que a su vez se traduce en un aumento de los precios del suelo. Ante el aumento del precio por unidad de superficie de tierra, los promotores optan por construir con una mayor relación capital-tierra (esencialmente, edificios más altos). Ante el aumento del precio por unidad de superficie, los residentes optan por viviendas más pequeñas. Al vivir en viviendas más pequeñas en edificios más altos, la densidad aumenta. En este sentido, la densidad es una consecuencia de la evolución de las ciudades.

Al mismo tiempo, la densidad es también una causa de muchos cambios significativos que ocurren en las ciudades. Por el lado de la producción, las economías de aglomeración hacen que las empresas y los trabajadores sean más productivos en entornos urbanos densos que en otros lugares «hay efectivamente una relación causal por la cual una mayor densidad urbana conduce a una productividad más elevada» (mercados más grandes).

Los beneficios de la densidad para la innovación a través de los efectos indirectos son más difíciles de medir pero también se consideran sustanciales. Por el lado del consumo, la mayor densidad acerca muchos bienes y servicios, reduciendo las necesidades de desplazamiento. Los cambios en la cantidad y la forma de transporte y una construcción más eficiente desde el punto de vista energético permiten que la densidad mitigue la contaminación total, pero no evita que la exposición a la contaminación se concentre espacialmente. Históricamente, la mayor exposición a la contaminación y a las enfermedades ha sido uno de los mayores peligros de los entornos urbanos densos y… siguen siendo relevantes hoy en día….

… mientras estamos confinados en respuesta a la pandemia de COVID-19, los costes en los que incurrimos y los beneficios que recibimos en comparación con las épocas normales en entornos urbanos densos se han vuelto aún más prominentes. Las calles están libres de tráfico y de atascos y el cielo está inusualmente despejado de contaminación. Al mismo tiempo, echamos de menos las ideas que a menudo surgen de los encuentros fortuitos con nuestros colegas y la concentración y la cordura de separar la oficina del hogar. Para muchos, la repentina caída de la actividad económica ha traído problemas mucho más profundos… ¿cuáles serán las consecuencias a largo plazo de este virus para nuestras ciudades más densas? Las pandemias han golpeado a las ciudades con especial fuerza durante siglos, y las ciudades se han adaptado y han sido moldeadas por ellas, desde las redes de agua potable y alcantarillado para prevenir el cólera, hasta la planificación urbana para reducir el hacinamiento y mejorar la circulación del aire y el acceso a la luz solar en respuesta a la tuberculosis. Tal vez las medidas temporales de distanciamiento social también dejen una huella permanente en las ciudades, por ejemplo, en forma de más espacio para los peatones y las bicicletas o un aumento de los entornos de ocio al aire libre frente a los interiores. Pero la idea de que esta pandemia cambiará las ciudades para siempre es probablemente una exageración. Las ciudades están llenas de inercia y esta crisis ha puesto de relieve tanto los costes como los beneficios de la densidad. El confinamiento nos obliga a ver tanto las ventajas como las grandes limitaciones de las reuniones virtuales en relación con las relaciones cara a cara, más sutiles y no planificados. Nos ha hecho darnos cuenta de que muchas tareas son imposibles de hacer desde casa. En las escuelas y universidades, la transición aleatoria a los cursos a distancia puede acelerar la digitalización o puede retrasarlo, ya que muchos estudiantes se han frustrado al perder aspectos de una experiencia educativa completa. Durante un tiempo, algunas personas pueden tratar de evitar las ciudades densas por temor al contagio, pero otras pueden sentirse atraídas por ellas en busca de oportunidades de trabajo en tiempos difíciles. Tal vez una lección perdurable es que el coste de la pandemia está más ligado a las desigualdades dentro de la ciudad que a la densidad. Si bien las consecuencias son más duras para los hogares de bajos ingresos y las minorías, nos afectan a todos de manera profunda

Duranton, Gilles, and Diego Puga. 2020. "The Economics of Urban Density." Journal of Economic Perspectives, 34 (3): 3-26.

martes, 4 de agosto de 2020

La primera gran reestructuración financiera de la historia: la quiebra de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales WIC


La WIC había sido constituida en 1621 según el modelo de la VOC pero para operar en el Atlántico, esto es en la costa africana y en América y el Caribe. El objetivo era el imperio español y el portugués. La WIC fue un desastre financiero porque la guerra con Portugal consumió todos los recursos aportados por los accionistas, organizados, como la VOC en “cámaras” locales. Los administradores representaban a las ciudades holandesas. A diferencia de la VOC, los accionistas tenían más “voz” y participación en la administración. Además, la WIC había emitido deuda. A finales de la década de los sesenta del siglo XVII, la WIC no tenía fondos para financiar su comercio africano, de modo que en 1674 se procedió a otorgar unos nuevos estatutos en los que se preveía “disolver y destruir” la antigua WIC. En realidad, lo que hicieron fue restructurar financieramente la compañía: se procedió a la disolución pero el patrimonio de la antigua WIC no se liquidó. Las pretensiones financieras – las de accionistas y obligacionistas se restructuraron. Así, los accionistas recibieron “acciones en la nueva que equivalían al 15 % del valor nominal de las acciones de la antigua WIC, y los bonistas recibieron bonos con un valor nominal del 30 por ciento de los antiguos bonos”, o sea una “quita” descomunal. “Muchos de los bonistas eran, en realidad, empleados de la compañía a los que no se había pagado y que habían recibido títulos de deuda como pago de sus salarios”.

Resulta interesante que, aunque los acreedores anteriores a 1656 recibieron sólo el 30% de las nuevas acciones, los acreedores que prestaron dinero a la WIC después de 1656 recibieron nuevas acciones por un valor nominal del 100% de las sumas que se les debían. Esta fue su recompensa por prestar dinero a la empresa cuando ya estaba en una situación desesperada.

El resultado fue que la restructuración del capital de la WIC no se tradujo en nuevas aportaciones. No entró dinero fresco que la compañía necesitaba para llevar a cabo sus operaciones en África y en la islas del Caribe. El “truco” que emplearon los administradores fue exigir a los accionistas que depositaran el 4 % del valor nominal de sus acciones o el 8 % de los bonos en la caja de la compañía (obligación de la que se liberó a los que habían aportado dinero en la fase próxima a la insolvencia de la compañía). En otro caso, las acciones o los bonos se considerarían amortizados. Por esta vía, y tras muchos años, la compañia consiguió 1.200.000 florines de nuevos fondos. En definitiva, “a cambio de depositar más dinero (los 1,2 millones de florines mencionados) para permitir que la nueva compañia iniciara sus operaciones, se les concedieron acciones que ascendían al 15 ó 30 por ciento de su inversión original”.

¿Por qué aceptaron los accionistas y bonistas esta quita y esta exigencia de nuevas aportaciones? El autor dice que por dos razones. La primera es que, si la acción se recuperaba, podían recuperar el nominal pero sobre todo porque es probable que las acciones de la antigua compañía no estuvieran completamente desembolsadas – era frecuente que solo se desembolsara una fracción muy pequeña, como el 4 % que se les exigió en esta ocasión – y porque es muy probable que estos accionistas hubieran adquirido sus acciones en el mercado secundario con un descuento muy fuerte sobre su nominal, de manera que las pérdidas serían, para ellos, mucho menores: “Dado que el patrimonio de la WIC no se liquidó, la única manera para los accionistas y bonistas de recuperar parte de su inversión era esperar poder vender en el futuro sus nuevas acciones a un precio por encima de ese 4 u 8 %”. De manera que el concurso de la WIC no acabó con la liquidación de la compañía sino, digamos, con un convenio que restructuró los derechos de los acreedores financieros – bonistas y accionistas –.

Erik Odegard, Recapitalization or Reform? The Bankruptcy of the First Dutch West India Company and the Formation of the Second West India Company, 1674, Itinerario 43(2019) pp 88-106

Archivo del blog