¿Cuál es la moraleja de la historia de Darwin? Que no es culpa nuestra ser hijos de un universo violento y destructivo a una escala tan vasta que explosiones capaces de aniquilar toda forma de vida en años luz a la redonda son simplemente parte de su ser. No es culpa nuestra ser hijos de un sistema solar tan inhóspito que la vida no pudo surgir ni siquiera en los planetas más parecidos a la Tierra. No es culpa nuestra ser hijos de un planeta que comenzó como lo que solo puede llamarse un Infierno Original. No es culpa nuestra ser hijos de criaturas que, incluso siendo simples bacterias diminutas, causaron lo que se ha llamado “el mayor desastre de contaminación que jamás haya sufrido nuestro planeta” (el veneno se llamaba oxígeno - la gran oxidación -. Mató a un número inimaginable de seres antes de que la vida se adaptara). No es culpa nuestra ser hijos de mamíferos primitivos que debían ser nocturnos porque, si mostraban su peluda cara durante el día, eran demasiado pequeños y débiles para evitar ser devorados por los dinosaurios. No es culpa nuestra ser hijos de humanos primitivos cuya existencia era tan precaria que, en un momento dado, hace unos 900.000 años, había menos “individuos reproductores” que alumnos en un colegio.
Frente a visiones idealizadas de la naturaleza —como las que subyacen a las teorías de la Pachamama o de Gaia—, Karol recuerda que la naturaleza no es sabia, ni benévola, ni armoniosa. Es indiferente, caótica, letal. Este diagnóstico se alinea con la crítica de David Deutsch en The Beginning of Infinity. Para Deutsch, el progreso humano no consiste en adaptarse pasivamente a un orden natural ideal, sino en resistirlo, transformarlo, superarlo. La evolución no es un proceso moral, sino una lucha ciega por la supervivencia. Y si no es culpa nuestra haber nacido en un universo así, entonces tenemos la responsabilidad de construir un mundo menos horrible (menos cruel - Shklar -, con menos dominación que niegue el valor, la dignidad del otro.). De modo que si la Naturaleza "no nos reconoce" porque no tiene esa capacidad, el liberalismo debe oponerse a ella, protegernos de su violencia estructural. No somos culpables de nada. Pero tenemos la responsabilidad de salvarnos. Un 'patriotismo de especie': en lugar de limitarnos a sentir orgullo por nuestra nación, podríamos sentirlo por nuestra especie. Frente a otras criaturas que no pueden protegerse de la intemperie o del hambre, los humanos han aprendido a construir refugios, a cultivar alimentos, a curarse, a transmitir conocimientos complejos sin escritura. Esa capacidad de adaptación, de resistencia y de invención es motivo legítimo de orgullo colectivo. Karol compara el progreso con el proceso de sanación tras superar una adicción.
“Una de las cosas más frustrantes de sanar de una adicción es que, cuando has logrado avanzar en resolver un problema, a menudo tu recompensa es que simplemente, tienes que enfrentarte a un problema más difícil. Un alcohólico deja de beber, y eso le enfrenta a buscar el modo de lidiar con lo que el alcohol ayudaba a mantener bajo control. O cuando se acaba con una relación malsana y hay que averiguar lo que de verdad quieres y cómo encontrar a la persona adecuada”
Cada avance social o político no elimina los problemas, sino que nos permite enfrentarnos a desafíos más complejos. Un ejemplo podría ser el cierre de los manicomios, que fue un avance ético dados los enormes abusos que tuvieron lugar en ellos durante siglos. Pero ¿cómo garantizar atención, vivienda y dignidad a personas con enfermedades mentales graves fuera de esas instituciones? La falta de políticas públicas adecuadas ha contribuido al aumento de personas sin hogar, muchas de ellas con trastornos mentales no tratados. El problema ya no es el encierro, sino el abandono. Lo mismo ocurre con los MENAs. Los orfanatos se cerraron porque no hay apenas huérfanos y los que hay se atienden en sistemas de "acogida". Pero ¿qué hacemos con miles de adolescentes varones sin conexiones familiares y psicología de sociedades de muy baja confianza? La institución "acogida" no sirve para atenderlos.
Con carácter general, la cuestión debe abordarse con políticas que persigan el fomento del crecimiento económico. El crecimiento económico reduce los conflictos sociales (y el rent seeking porque hay una forma alternativa de hacerse rico) y ayuda a resolver los nuevos problemas porque multiplica los recursos disponibles para enfrentarlos como dice siempre John Cochrane. Una sociedad más próspera no solo tiene más problemas, sino también más herramientas para resolverlos: más capacidad fiscal, más innovación tecnológica, más capital humano, más margen institucional. Puede invertir en energías limpias para mitigar la contaminación, en fuerzas de seguridad profesionales para mantener el orden sin abuso, o en sistemas de salud mental comunitarios que eviten el abandono tras la desinstitucionalización o en nuevos internados para MENAs que les traten con dignidad pero aseguren su formación y su integración en una sociedad de 'alta confianza'.
Dinamarca es una sociedad de alta confianza. Marruecos es una sociedad de baja confianza. España está más cerca de Dinamarca que de Marruecos. Si introducimos cientos de miles de adolescentes o jóvenes adultos varones marroquíes en España, se puede predecir un deterioro de la confianza social en España.
Una sociedad de alta confianza es aquella en la que las personas tienden a confiar en los demás, incluso en desconocidos, y en las instituciones. Esa confianza se manifiesta en comportamientos cooperativos, cumplimiento voluntario de normas, baja corrupción, y una fuerte cohesión social. En estas sociedades, los acuerdos informales funcionan bien, los trámites son más simples y la vida cotidiana es más fluida porque se parte del supuesto de que los otros actuarán de buena fe. Por el contrario, una sociedad de baja confianza es aquella en la que predomina la desconfianza interpersonal e institucional. Las personas tienden a asumir que los demás intentarán aprovecharse si pueden, lo que genera relaciones más defensivas, burocracias más rígidas, mayor necesidad de control externo y, a menudo, más corrupción. En estas sociedades, la cooperación espontánea es más difícil y las instituciones deben invertir más en vigilancia y sanción para que las normas se cumplan.
Y, además, y como veremos inmediatamente, si hay crecimiento económico, el riesgo de que adoptemos la mentalidad de 'suma cero' se reduce.
El progreso liberal no debe entenderse como una cadena de obstáculos crecientes, sino como una expansión continua de nuestras capacidades para resolver problemas cada vez más complejos
La plantilla moral básica de la humanidad sigue siendo una visión creacionista del mundo .... El nombre más popular para esa visión es “claridad moral”... pero yo prefiero llamarla “moralidad polarizada”. Nos dice que el universo es un campo de batalla entre dos fuerzas absolutamente opuestas y absolutamente distintas (y ni se te ocurra sugerir que hay alguna ambigüedad moral al respecto): el Bien y el Mal, lo Correcto y lo Incorrecto, Dios y Satanás, como quieras llamarlo. Que se puede trazar una línea clara entre ellos tan fácilmente como elegir bando en el patio del colegio, y que es deber moral de todos, como decían en The Colbert Report, “¡Elige un bando! ¡Estamos en guerra!”. Y que si eliges el Bien, te comprometes a librar una guerra de exterminio contra el Mal. “Los destruirás por completo”, sin matices. Cualquier cosa menos que eso te convierte en traidor, y deberías ser tratado como tal.
Esa moralidad... parece absolutamente incompatible con la democracia liberal. ¿Qué sentido tendría permitir la libertad de expresión si podemos estar seguros de lo que está bien y lo que está mal? (Como decía la Iglesia Católica antes del Vaticano II: “El error no tiene derechos”). Herramientas básicas de la democracia como la negociación, el compromiso y el acuerdo serían equivalentes a traición moral, como decirle a Hitler: “Vale, acepto que mates a tres millones de judíos, pero ahí pongo el límite”. Y, por supuesto, la idea de que en ocasiones algo más moderado pueda ser mejor que algo más extremo sería evidentemente absurda; como dijo John Galt, el personaje de Ayn Rand: “Hay dos lados en cada cuestión: uno está bien y el otro está mal, pero el medio siempre es malvado”.
En realidad, la moralidad polarizada también es producto de la Evolución. Numerosos estudios sugieren que los humanos desarrollaron juicios morales rígidos como mecanismo adaptativo para fomentar la cooperación dentro del grupo y sancionar a los infractores. El llamado altruismo parroquial —cooperar con los propios y desconfiar de los extraños — parece haber sido funcional en contextos de competencia intergrupal, es decir, la distinción clara entre “nosotros” y “ellos”, entre “lo justo” y “lo injusto”, favorece la supervivencia de nuestro grupo y, por tanto, la propia. Y la objeción no se salva diciendo que esta moral tiene valor sólo en situaciones extremas y ha servido para fomentar la cooperación interna y la defensa colectiva. Lo liberal se refiere a cómo gestionamos los conflictos internos en un grupo. Y por eso el liberalismo es individualista e igualitario. En sociedades tradicionales, los conflictos se resuelven apelando a la autoridad del más anciano, del jefe o del sabio. En otras, se recurre a rituales, mediaciones o normas consuetudinarias. En Occidente, el individualismo ha conducido a que los conflictos dentro d un grupo se resuelvan mediante la participación de los individuos en la toma de decisiones colectivas. El milagro de occidente es que logró "escalar" las instituciones que resolvían conflictos y favorecían la acción colectiva en grupos pequeños. En grupos de millones, las instituciones inventadas en la Edad Antigua fueron los imperios. En Occidente, tras muchos ensayos y errores, las corporaciones, la regla de la mayoría, las elecciones... Pero, claro, la moral occidental era, como todas las humanas, tribal 'parroquial'. No se aplicaba a los extraños al grupo, o sea, a los no europeos. Respecto de ellos, también los occidentales se comportaron tribalmente (colonialismo, imperialismo).
Pero, dentro de cada grupo, la moral evolutiva no es solo “nosotros contra ellos”, sino también “yo contra los míos si me toca menos”. La envidia, la vigilancia del reparto, la punición del acaparamiento o del favoritismo son rasgos morales tan antiguos como la lealtad grupal. Y son adaptativos: en un entorno donde los recursos son limitados, ceder demasiado puede significar morir. De ahí la importancia de promover el crecimiento económico que señalaba más arriba. Karol dice algo interesante sobre
cómo cree Trump que funciona el mundo
Solo hay dos formas en que dos personas, dos razas, dos sexos o dos países pueden relacionarse: o eres el dominante y el otro es el sometido, o el otro es el dominante y tú eres el sometido (Karol sustituye los términos que le gusta usar a Trump, o sea winner/loser). Por lo tanto, cualquiera que no se someta a tu dominación solo puede estar intentando dominarte. Si tu dominio no es absoluto, el otro debe estar aprovechándose de ti, humillándote, riéndose de ti. (¿Recuerdan cuántas veces ha dicho que la Unión Europea lleva décadas robando a EE.UU?) Por lo tanto, cualquiera que se niegue a someterse a tu dominio es el agresor, y cualquier cosa que le hagas puede justificarse como defensa propia. Cualquier cosa.
Este pasaje retrata con claridad una mentalidad de suma cero. Según Joe Henrich, no es necesario un detonante fuerte para activar el sistema mental que nos hace ver el mundo en términos de suma cero. Basta con señales que nos hagan percibir que no hay crecimiento económico, que los bienes son los que son, esto es, que no podemos producir más (la idea de que la riqueza "se crea" y aumenta gracias a los intercambios es la idea central del capitalismo). Y la humanidad ha vivido en entornos de subsistencia o extracción hasta la Revolución Industrial. Esto favorece la activación de la envidia y la lógica de suma cero.
También lo activa la percepción de que se ha agravado la competencia con otros grupos: el éxito ajeno como amenaza. Este es el sistema mental de Trump con China, por ejemplo. Pero lo característico no es que tenga una mentalidad de suma cero, sino que la activa incluso cuando el entorno no lo exige, como en el caso del comercio internacional y los aranceles. Los aranceles perjudican a los norteamericanos. Lo sabe todo el mundo. Pero si estás negociando con alguien que tiene la mentalidad de De manera que puede que la actitud japonesa o la de la UE no sea incorrecta, ni tampoco la de Rutte haciéndole la pelota descaradamente: estamos tratando de influir moralmente sobre Trump: minimizar los daños que la mentalidad de Trump causa a la relación. Entendemos qué es lo que quiere Trump, por qué se porta como se porta y, como queremos seguir cooperando con los EE.UU. le damos la razón. En lo de los aranceles, el objetivo que puede conseguir 'realmente' Trump es aumentar los ingresos federales cuando EE.UU. tiene un déficit público galopante. En el siglo XIX, las fuentes de ingresos del gobierno federal norteamericano eran muy reducidas y los aranceles era la principal. En el siglo XXI, los aranceles permiten a Trump no subir los impuestos.
La sobrecorrección progresista
Karol sugiere que los progresistas han sobrerreaccionado para demostrar su oposición a las injusticias del pasado. Viene a decir que es muy tentador creer que, cuando has encontrado un remedio eficaz para una enfermedad concreta, has dado con el bálsamo de Fierabrás. Karol compara esta actitud con el error histórico del liberalismo clásico, que justificó el colonialismo como una “bendición” para los pueblos colonizados. Cita a John Stuart Mill y lo equipara con el personaje O’Brien de 1984, que pretende vaciar al individuo para llenarlo con su propia visión del mundo. En ambos casos, el problema es el mismo: la convicción de que uno posee la verdad moral absoluta y debe imponerla a los demás, incluso con buenas intenciones.
De acuerdo con lo que se ha dicho más arriba, no creo que se trate de la convicción liberal de que uno posee la verdad moral absoluta. Las 'recetas' de J. S. Mill y semejantes se fundaban en que creían que los no-europeos eran 'salvajes' o pueblos 'sin civilizar' y, por tanto, en un estadio inferior de 'humanidad'. Una vez que uno cree en la inferioridad, ¿cómo no va a justificar tratarlos como a niños? (y a los niños, antes del siglo XX, especialmente si eran varones, se les trataba más bien como esclavos). El riesgo - dice Karol - es que, 'arrepentidos' los progresistas occidentales del colonialismo, repitamos el patrón de dominación bajo una nuea bandera. Para eso utiliza un episodio de Seinfeld
Costanza politics: if every instinct you have is wrong, then the opposite must be right
El personaje George Costanza decide que, como su vida va mal, hará todo lo contrario de lo que haría normalmente. Sorprendentemente, al principio le va bien, pero como todo plan de Costanza, termina fracasando. Karol usa esta referencia para criticar la inversión mecánica de las jerarquías tradicionales. Es decir, si antes los blancos dominaban a los negros, ahora los negros deben dominar a los blancos; si antes los hombres dominaban a las mujeres, ahora las mujeres deben dominar a los hombres, y así sucesivamente. La lógica de “Costanza politics” sería: Si el orden moral conservador está mal, entonces el orden moral opuesto debe estar bien. En lugar de eliminar la idea de que unos deben someterse a otros, simplemente se cambia quién somete a quién. Karol critica así a ciertos discursos antirracistas (o feministas, o 'antifascistas' por hablar de algo más próximo a los españoles) que, al negarse a reconocer los avances sociales y exigir apoyo incondicional, actúan como si su historia de victimización les otorgara un cheque moral en blanco (piensen en cualquier declaración pública de Irene Montero que convierte en inmunes e impunes hasta los crímenes más atroces cometidos por los individuos que pertenecen a grupos sociales que han sido víctimas en el pasado de la dominación occidental). Esto significa, dice Karol reproducir, para las relaciones sociales, la visión de las relaciones internacionales de Trump: juegos de suma cero, donde solo hay espacio para dominadores y dominados. En ambos casos, cualquier gesto que no sea sumisión total se interpreta como una amenaza, y cualquier abuso propio se justifica como defensa o reparación. Karol conecta esta lógica con la evolución darwiniana: actuar como si el entorno no hubiera cambiado es una forma de adaptación fallida, que pone en peligro la supervivencia. Así como Trump teme ser dominado incluso por los más débiles y responde con agresión preventiva, algunos sectores progresistas, según Karol, se comportan como si siguieran viviendo en un mundo sin derechos humanos, sin avances sociales, sin reconocimiento de la pluralidad en los comportamientos sexuales, familiares etc.
Esa es la intuición más profunda del liberalismo: que nadie es la única Luz para las Naciones. Nadie es el Swami Rabbitima (‘lo sabe todo, lo dice todo’). Eso significa que tenemos que esforzarnos más por averiguar cómo son realmente las cosas; y también significa que nadie tiene que ser despojado de sí mismo.
Wayne Karol, Gradual Change is F***ing Awesome—And Liberalism Knows It On Darwin, abuse, and Costanza politics, Persuasion, 2025