martes, 19 de diciembre de 2023

La conjura contra España (xxxv): los franciscanos metidos a columnistas

foto: JJBOSE

Victor Lapuente ha entrado en una orden de predicadores. Quizá, la de los franciscanos más que la de los dominicos. Estas dos formidables organizaciones medievales transformaron la Sociedad y la Economía de su época y contribuyeron extraordinariamente a su desarrollo intelectual. Pero cabría esperar de las ‘nuevas órdenes de predicadores’ que actualizaran no tanto los mensajes como la metodología (“Los culpables somos todos, aunque nos guste señalar a los otros”)

Se ocupa Lapuente, en esta ocasión de la cumbre del clima de Dubái. Uno ha leído un par de artículos al respecto en el Financial Times. Dice este periódico que lo más importante de lo acordado es lo relativo a la reducción de las emisiones de metano. Y uno ha leído también que Europa – no solo los países nórdicos – y EE.UU. ha reducido sus emisiones notablemente (el Reino Unido a la mitad) pero que los países ricos siguen emitiendo más CO2 que el promedio. Y, en fin, uno sabe que Europa, no sólo los países de la UE individualmente, lleva varias décadas poniendo en marcha iniciativas para reducir las emisiones, algunas de las cuales son criticables (toda la estrategia de “sostenibilidad” reflejada, últimamente, en los dos últimos reglamentos de ‘taxonomía’) y otras no tanto (los mercados de derechos de emisión, los impuestos ‘verdes’ etc).

Pero en EL PAÍS no hay editores en la sección de Opinión (a pesar de que dice el periódico que las columnas de Opinión "han de basarse en datos verificados"). No hay nadie que haga un fact checking de las afirmaciones que realizan los colaboradores en sus columnas. Si existieran, habrían corregido la columna de Lapuente y habrían dicho que el compromiso respecto del metano es importante (porque el 30 % de las emisiones de gases con efecto invernadero son las del metano) y habrían corregido – por engañosas, aunque no directamente falsas – bastantes de las afirmaciones de la columna. Lapuente se dedica a repartir culpas.

1ºA EE.UU. y China los llama “los grandes contaminadores” y les acusa del fracaso de la cumbre por no haber fijado metas más ambiciosas. No sé qué querría haber aprobado EE.UU. Lo que sí sé es que EE.UU. ha reducido sus emisiones y China las ha aumentado (EE.UU –27 % desde la 1ª cumbre del clima en 1995 y China +190 % desde la misma fecha, según el Financial Times). ¿Qué nos dice eso respecto de la posición de cada una de estas potencias en relación con compromisos de reducción de las emisiones? Por otra parte, lo raro sería que los grandes contaminadores fueran la República de San Marino y Belize ¿no? ¿A qué viene llamar a las dos primeras economías del mundo ‘los grandes contaminadores’?

2º A las satrapías árabes “Arabia Saudí, Irak y otros exportadores de petróleo” les acusa de “que quieren seguir estirando la cuerda de los petrodólares. Hasta que se rompa”. ¿Qué tal una referencia a Rusia y Brasil? Rusia está usando sus petrodólares para asesinar a gente en Ucrania. ¿Cree Lapuente que es un problema de “la cuerda de los petrodólares” o, simplemente, de la explotación – por cualquier país del mundo – de un recurso muy valioso? Lapuente cae en el sermón y dirige un reproche moral, en lugar de proporcionar al lector elementos para que éste saque sus conclusiones. ¿Qué quiere decir que se “rompa” la cuerda de los petrodólares? ¿Que también los países árabes sufrirán la ‘maldición de los recursos’?

3º La más injusta y gratuita de las tres es la acusación a “la Unión Europea, por su falta hasta ahora de liderazgo en un asunto donde muchos de sus miembros llevan décadas siendo pioneros”. Como digo, la UE ha estado muy activa. Equivocadamente, a mi juicio, en algunas de sus iniciativas. Pero acusarla de “falta de liderazgo” es gratuito. Si me apuran, diría que la UE se está pasando con esto del liderazgo mundial porque como se equivoque en alguna de sus estrategias – la inteligencia artificial, por ejemplo – el resultado puede ser catastrófico para la Humanidad.

A continuación cae en la falacia del Nirvana. El mundo (si, todos, la ONU, los más de doscientos países) debería actuar

potenciando y controlando mejor el funcionamiento de los mercados de carbono, que pueden significar lo mejor del sector privado (la competencia) y del público (la búsqueda del bien común) o lo peor de ambos (la avaricia privada y la desidia pública).

Ya ven, la cosa es fácil. La de los mercados de carbono es una buena idea, pero hay que “controlar su funcionamiento” para que funcionen bien porque los mercados de carbono – ¿como todo en esta vida? – pueden ser buenos o malos y pueden funcionar bien o funcionar mal y pueden ser eficaces o inútiles. ¿Escuchan al predicador?

Pero no se conforma con ‘regañar’ a los grandes poderes mundiales y pasa a regañarnos a usted y a mi. Por no ser ‘buenos progresistas’. Y es que resulta que la solución no depende de las grandes potencias y organizaciones mundiales. No. Depende de usted y de mi.

la clave no son los grandes acuerdos entre países, sino los pequeños esfuerzos dentro de cada país.

Con un par. Nos explica qué son estos “pequeños esfuerzos” tan eficaces. El primero es que

Los ciudadanos deben sacrificarse pagando impuestos más elevados a los carburantes (o peajes en las autovías)

Esto no lo dice un tipo de Podemos o del PSOE (‘los que más ganan y más tienen, han de arrimar el hombro y contribuir más’). Lo dice un profesor universitario que should know better. Porque Lapuente da por supuesto que los impuestos que se pagan hoy por los carburantes no son suficientemente elevados a pesar de que la carga impositiva sobre la gasolina en España es del 60 %. O da por supuesto que un peaje por utilizar las autovías supondría un cambio significativo en las emisiones sin explicarnos si la demanda es elástica o no.

Pero más sorprendente es que, tras haber criticado a la UE por su falta de liderazgo, abrace la política de ésta que consiste, precisamente en obligar a ciudadanos y empresas a reducir su huella de carbono y ¡a firmar! “compromisos medibles a nivel de cada empresa o administración”. ¿Cómo sabe Lapuente que esa es la mejor forma de reducir las emisiones? ¿Por qué no es mejor la aproximación tradicional que centraliza la información sobre las medidas más eficaces y las impone a toda la población mediante la regulación correspondiente? ¿Qué es más eficaz? ¿prohibir las botellas de agua de plástico, poner un impuesto de 1 euro por cada botella u obligarnos a depositarlas en un contenedor amarillo?

En fin, a Lapuente se le notan sus querencias: la izquierda está equivocada por rechazar la energía nuclear (¿se refiere a  la izquierda francesa o a la derecha alemana?). Pero no porque la nuclear no genere CO2, sino porque la nuclear es “hoy… necesaria”. Bueno, hay quien dice – desde posturas liberales – que es un error construir nuevas centrales vista la evolución de la eficiencia de la energía solarLa derecha está equivocada por “su suspicacia al intervencionismo verde”. ¿De verdad cree Lapuente que es sensato e inteligente fiarse de los que nos prometen que las medidas restrictivas que proponen los populistas funcionarán? Porque yo no creo que la derecha alemana, por ejemplo, sea suspicaz al respecto.

En lugar de abarcar tanto y apretar tan poco, Lapuente podría haberse concentrado en alguna de las cuestiones objeto de la Cumbre de Dubái. Pero claro, eso le hubiera complicado mucho la redacción de la columna. La prensa española necesita de editores de Opinión con capacidad, formación y experiencia. Porque si un profesor universitario con varios libros publicados publica columnas tan poco fundadas en hechos, ¿qué cabe esperar de los numerosísimos columnistas con carreras Mickey Mouse, ningún conocimiento científico o técnico y más amor por la literatura y la retórica que por la verdad?

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