viernes, 1 de diciembre de 2023

La conjura contra España (xxvii): La indecencia de Magdalena Valerio

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Magdalena Valerio, Eduardo Esteban y Dolores Delgado son tres personas indecentes. Las tres aceptaron cargos para los que no reunían los requisitos legales. Una de ellas, Eduardo Esteban, incluso por dos veces. Pero no oirán ustedes a ninguno de los tres pedir perdón a los españoles por haberse comportado tan indecentemente. Tampoco, por supuesto, a los que los nombraron a sabiendas de que no podían hacerlo. Pero tienen más culpa los nombrados que los que los nombraron. 

España se degrada a gran velocidad. En parte porque tenemos al presidente del gobierno más indecente del siglo XXI. Su escasísima inteligencia pero enorme osadía ha provocado incidentes diplomáticos con Argelia, Israel, Argentina e Italia en pocos meses. Es tan corto de inteligencia que dice lo primero que se le pasa por la cabeza lo que, cuando no está en un entorno muy controlado (por eso no da entrevistas más que a periodistas indecentes que aceptan hacerle la pelota), provoca que la líe a cual más gorda.

Recuperar la decencia en la vida pública pasa porque los que aspiran a participar en ella rechacen las ofertas para ocupar puestos para los que hay, claramente, personas disponibles más cualificadas. Ese es el patrón conforme al cual decide aceptar o no una persona decente. 

¿Cree Magdalena Valerio de buena fe que no hay en España cientos de individuos más cualificados que ella para presidir el Consejo de Estado?. La pregunta es retórica y se puede dirigir también a este periodista equidistante que es José María Brunet que, naturalmente, centra su crónica en que es la primera vez que se impugna previamente la designación de un presidente del Consejo de Estado. ¿No le lleva a pensar que Sánchez ha sobrepasado, una vez más, los límites que ningún gobierno anterior se había atrevido a cruzar? ¿No le lleva a pensar que si la sociedad civil no se moviliza, los políticos españoles están dispuestos a acabar con nuestro Estado de Derecho? 

Lo de Esteban y Delgado es, en cierto sentido, menos grave y, en cierto sentido, más grave. Menos grave porque el puesto que ha ocupado indebidamente Valerio es mucho más relevante que el de Fiscal de Sala. Pero más grave porque el nombramiento de Esteban y Delgado debía hacerse competitivamente y había candidatos que se habían postulado con muchos más méritos que ambos. 

El restablecimiento de la legalidad debería conducir a condenar a estas tres personas indecentes a devolver todo lo que han percibido mientras han ocupado el puesto que no merecían y a que se les abriese, en el caso de los que son funcionarios, expediente sancionador que debería acabar con expulsarlos de la función pública. Como decía Voltaire de los almirantes que no son suficientemente valientes, conviene fusilar de tanto en tanto a uno de ellos para enardecer a los demás. Castigar ejemplarmente a un indecente eleva los costes de la indecencia para el resto de los altos cargos.

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