El trabajo que resumo a continuación explica cómo la guerra, a través de su efecto sobre la demografía, puede promover los comportamientos altruistas en el seno de un grupo. La intuición es que si los varones son los que van a la guerra, tendrán más posibilidades de victoria si desarrollan comportamientos altruistas hacia sus compañeros, porque cuanto más unido esté un “ejército”, más posibilidades de vencer al enemigo tendrá. Por tanto, si solo los vencedores sobreviven, lo que observaremos es una tendencia a que aumenten los comportamientos altruistas hacia los otros miembros del mismo grupo. Pues bien, a esta idea, los autores añaden que los grupos victoriosos se apoderan de las hembras del grupo derrotado, de manera que la competencia entre los miembros del grupo victorioso se reduce porque, una vez vencido el enemigo, no compiten entre sí por las mujeres sino con un grupo – el formado por los varones derrotados – con el que no están emparentados. “De modo que la competencia reproductiva entre los miembros del grupo se reduce”, y es esa competencia la que, de ser intensa, “inhibiría la evolución del altruismo”.
¿Cómo? Aunque las conductas altruistas hacia otros miembros del grupo aumentaran las posibilidades de éxito de éste – e indirectamente, las posibilidades de éxito reproductivo individual frente a otros grupos – esta ventaja se vería contrarrestada por el “coste de la competencia entre parientes que estos comportamientos generan”, en efecto, las oportunidades reproductivas de un pariente se obtienen a costa de reducir las propias. Por el contrario, “cuando un grupo es derrotado en la guerra, los machos ganadores compiten por las oportunidades de reproducción con los perdedores, manteniendo así la relación de parentesco a un alto nivel y reduciendo la competencia entre parientes”.
La otra ventaja de esta explicación es que el aumento de las oportunidades de reproducción para los miembros del grupo vencedor es un “premio colectivo”. Es decir, es una ventaja que obtienen todos los miembros del grupo vencedor y por la que no compiten entre sí sino con los miembros del grupo derrotado.
Estas dos ventajas explicarían
Debido a este efecto demográfico de la guerra, la selección natural puede favorecer a los hombres para que expresen costosos comportamientos de beligerancia y valentía altruistas que aumentan la probabilidad de que el grupo participe en una guerra y la gane.
En el trabajo se demuestra que esta idea es correcta tanto para los hombres como para las mujeres. Apoyándose en la idea de Haldane de que
“el altruismo dentro de un grupo sólo podría haber evolucionado genéticamente en las primeras sociedades humanas si los grupos fueran pequeños y estuvieran compuestos por individuos afines, una combinación que, según él, sólo podría haberse logrado mediante la división periódica de los grupos humanos”
los autores sugieren que la guerra y el emparejamiento de los vencedores con las mujeres de los derrotados “ofrece un mecanismo para que esta división de los grupos ocurra”. Es decir, que no es que individuos aislados abandonen el grupo y se unan a otros grupos. La guerra provoca divisiones del grupo, movimientos colectivos. Los vencedores, “que tienen más probabilidades de portar genes que codifican un determinado comportamiento altruista” se emparejan colectivamente, “siguen estando muy cerca unos de otros generación tras generación, y el altruismo tiene la posibilidad de propagarse”
¿Y cómo afecta la guerra al altruismo intra- e intersexual? Las conclusiones de los autores es que “el sexo que se dispersa menos es favorecido tanto para ser más altruista como para recibir más altruismo”.
Tras la guerra, la posición de hombres y mujeres cambia. Los hombres vencedores ven reducida la competencia porque pueden acceder a las mujeres del grupo derrotado. Las mujeres del grupo vencedor compiten, sin embargo, con las del grupo derrotado por los hombres del grupo vencedor (los hombres derrotados no se reproducen). Las mujeres, pues, compiten “globalmente”. Los hombres compiten “localmente”.
En estas condiciones, los hombres son favorecidos por ser más altruistas que las mujeres, porque tienen más que ganar al reducir la competencia entre parientes dentro de su sexo mediante el altruismo. Al mismo tiempo, ambos sexos son favorecidos para comportarse más altruistamente con las mujeres. Ello se debe a que, aunque el altruismo puede mejorar la competitividad de los compañeros de grupo femeninos y masculinos, los compañeros de grupo masculinos del altruista tienden a competir entre sí por las oportunidades de reproducción (de modo que la ganancia de un pariente masculino es la pérdida de otro pariente masculino).
Por otra parte, es más probable que las compañeras del grupo femenino de la altruista compitan por las oportunidades de reproducción con personas no emparentadas de otros grupos sociales. Por esta razón, los beneficios en términos de beneficios de aptitud física inclusiva (fitness) son mayores cuando se ayuda al sexo que compite más globalmente.
Micheletti, A., Ruxton, G., & Gardner, A. (2020). The demography of human warfare can drive sex differences in altruism Evolutionary Human Sciences, 2, E7.