¿Cuáles son las causas más probables que explican los diferentes niveles de desigualdad económica que observamos en las sociedades prehistóricas y de la Edad Antigua? y, sobre todo ¿cómo podemos medir la desigualdad sobre la base de los restos arqueológicos? De eso se ocupa el libro recensionado por G. Roland. A continuación traduzco algunos párrafos con brevísimos comentarios.
Una de las principales hipótesis es que el aumento del tamaño de los grupos, probablemente facilitado por la domesticación de plantas y animales, condujo a un aumento de la desigualdad.
Hay varios mecanismos por los que el aumento del tamaño del grupo de grupo puede aumentar la desigualdad. Uno de estos mecanismos es el éxito en los conflictos intergrupales, que conduce a un aumento de la riqueza y el prestigio.
Una cuestión clave para las sociedades antiguas es cómo se transmite la desigualdad a través de las generaciones. En los estudios etnográficos se han identificado tres tipos de riqueza: (i) la riqueza incorporada (tamaño físico, habilidades, éxito reproductivo), (ii) riqueza relacional (lazos sociales, conexiones con otros miembros del grupo) y (iii) la riqueza material. Sólo esta última se transmite fácilmente entre generaciones, e incluso así, depende del tipo de del tipo de riqueza material y de lo almacenable que sea.
El mayor tamaño del grupo permitía defender mejor la riqueza material frente a grupos externos, generando así un vínculo entre el tamaño del grupo y la desigualdad.
Dentro de las comunidades, la desigualdad podía generarse a través de varios mecanismos: (a) la capacidad de coaccionar a otros a trabajar, (b) la capacidad de apropiarse de el excedente obtenido del trabajo de los demás, y (c) la capacidad de acaparar un determinado recurso valioso…
¿Cómo deducimos el nivel de desigualdad económica en una sociedad a partir de restos arqueológicos? Podemos recurrir a los enterramientos y al tamaño de las casas. Ambos métodos producen resultados distintos en términos de índice Gini
… Aparte del hecho de que los lugares de enterramiento no suelen ser representativos de la población, el problema más importante es que la mayoría de las personas no fueron enterradas con ningún bien o artefacto precioso. Los coeficientes de Gini que se obtienen de este modo son, en general, mucho más elevados que con otras mediciones basadas en la distribución del tamaño de las casas o en la presencia de artefactos o de objetos preciosos como joyas u ornamentos…
… la mayoría de los capítulos del volumen utilizan algún tipo de medida de la distribución del espacio de las viviendas y muy pocos informan de los resultados de los enterramientos. Las únicas excepciones... reportan datos del sitio de Mesitas en Colombia (el Gini basado en sitios de entierro está en 0.95, mientras que el Gini basado en el tamaño de la vivienda y los artefactos está alrededor de 0.2 y… Mesopotamia donde se repite la diferencia (0,8 vs 0.37-0.5)
Por qué las sociedades agrícolas pueden ser más desiguales que las de cazadores-recolectores o las hortícolas
Milanovic, Lindert y Williamson (2011) recordaron que las sociedades agrícolas deben ser más desiguales que las sociedades hortícolas y éstas últimas más desiguales que las sociedades de caza-recolección. La razón es que, para mantenerse la desigualdad, los más pobres de la sociedad tienen que poder consumir lo suficiente para poder reproducirse.
Por tanto, a niveles muy bajos de productividad – si la sociedad sólo produce lo suficiente para mantener vivos a una parte de sus miembros, no puede haber desigualdad. Simplemente, no hay excedente del que puedan apropiarse algunos.
Un mayor excedente en relación con ese mínimo es imprescindible para generar una mayor desigualdad. Las sociedades agrícolas pueden generar más excedente que las sociedades hortícolas, que a su vez a su vez pueden generar más excedentes que las sociedades de cazadores-recolectores. Comparando los datos de Ginis de estas diferentes sociedades en el volumen podemos ver que las sociedades agrícolas tienen, en general, Ginis más altos que las sociedades hortícolas y de cazadores-recolectores.
Lo más interesante (por su capacidad explicativa de las causas de un incremento de la desigualdad) es medir la evolución de la desigualdad a lo largo de los siglos en una determinada zona geográfica. Si observamos que en una zona aumenta la densidad de la población y, a la vez, aumenta la desigualdad, es probable que ambos hechos estén relacionados causalmente. Y, lo que es fascinante, permite observar los niveles de cooperación en el seno de un grupo. En el libro recensionado se analiza el caso de un sitio arqueológico situado en Northridge (Canadá) y en Pueblo (en EE.UU).
se identifican tres períodos: 200-400 EC, 400-700 EC y 700-1.000 EC. Hubo un aumento significativo de la población, especialmente entre el segundo y el tercer período. La desigualdad se mide de diferentes maneras: área de foso de la casa, restos de ciervos y salmones, y diversos artefactos. La variación de los coeficientes de Gini a lo largo del tiempo es baja para las viviendas y para los restos de comida, aunque el Gini es más alto para estos últimos que para los primeros.
Basándose en diferentes medidas, hay algunas evidencias débiles de que la desigualdad aumentó con el tamaño de la población, medido por la densidad de rocas agrietadas por el fuego.
También utilizan medidas de cooperación, una de las cuales es el tamaño de las áreas de almacenamiento (un tamaño mayor indica que se comparte más y, por tanto, hay más cooperación). Los resultados indican que la cooperación parecía haber disminuido a medida que aumentaba el tamaño de la población en general, lo que sugiere una mayor competencia por los recursos escasos, lo que conduce a una mayor desigualdad.
En el capítulo 5, sobre el Pueblo del Suroeste de EEUU, se presentan pruebas de la correlación entre un Gini más alto (basado en el tamaño de las casas) y más violencia, medida por una mayor proporción de restos humanos con traumas violentos. Una hipótesis es que una mayor desigualdad condujo a una mayor violencia, pero es difícil hacer una inferencia causal. En cualquier caso, una mayor violencia suele ir seguida de una menor desigualdad, en línea con el trabajo de Scheidel.
El capítulo 6, sobre los Hokoham en el sur de Arizona, muestra muy pocos cambios en los coeficientes de Gini entre el 400 y el 1450 d.C., a pesar de los signos de desarrollo económico, lo que sugiere que no hay necesariamente una fuerte correlación entre la desigualdad y el desarrollo económico.
El capítulo 9 analiza la evolución de la desigualdad en Mesopotamia. Un aspecto especialmente interesante de este estudio es que se utilizan datos satelitales para realizar imágenes QuickBird de patrones arquitectónicos del subsuelo debido a la mayor concentración de sal en los muros de adobe. Gracias a estos datos satelitales, se construyó una muestra muy amplia de casas de 46 sitios diferentes. Además, los datos cubren un periodo muy amplio entre el cuarto milenio a.C. y el 500 a.C. Curiosamente, los coeficientes de Gini basados en los datos de las viviendas parecen permanecer muy estables a lo largo del tiempo.
Lo de Mesopotamia es interesante porque entre esas fechas y el siglo X si que hubo un aumento de la desigualdad pero el autor de la recensión concluye que, según se desprende del libro, “no hay correlación significativa entre un incremento de la población y la desigualdad” y que los datos disponibles de Mesopotamia así lo indican aunque se dispone de datos de un período que cubre más de 3000 años, lo que apunta a que las instituciones pueden ser un factor relevante (regímenes más autocráticos o más inclusivos).
El autor se remite a un trabajo de Dal Bo, Hernández y Mazzuca (2015) en el cual se explica que el proceso económico – a partir de la extensión de la agricultura – daría lugar a dos tipos de economías: las “prosperas” y las “bien defendidas” o “seguras”. Las primeras son capaces de generar excedentes pero esos excedentes atraerán a pueblos conquistadores que quieran apoderarse de ellos (lo que puede ser una explicación de esto), lo que permite predecir que sólo resistirán el paso del tiempo las civilizaciones prósperas y bien defendidas lo que les lleva a concluir que lo “observado” serán civilizaciones que disfrutan de alta capacidad de defensa, bien natural (accidentes geográficos o barreras naturales a la invasión como, por ejemplo, las que disfrutó occidente frente a los pueblos de la estepa que invadieron varias veces Europa pero que no pudieron ir más allá de Hungría porque al Oeste de Hungría no hay praderas suficientes para alimentar a sus decenas de miles de caballos en los que basan su superioridad militar frente a los pueblos agrícolas que invaden):
Se demuestra que una mayor productividad inicial y las inversiones que producen prosperidad exacerban el conflicto cuando la capacidad de defensa es fija, pero pueden permitir la seguridad y la prosperidad cuando la capacidad de defensa es endógena. Algunas conmociones económicas e innovaciones militares generan seguridad y prosperidad, mientras que otras obligan a las sociedades a volver a caer en una trampa de conflicto y estancamiento”
Sin embargo, el surgimiento de la civilización en el sur de Mesopotamia plantea un desafío a nuestro modelo, ya que los asentamientos sumerios, al contrario de Egipto, no tenían protección natural. Más bien… se enfrentaron a los desafíos de varios grupos de pueblos pastoriles. ¿Cómo pudieron surgir estas primeras ciudades-estado? La imagen que plantea la literatura antropológica es que los grupos asentados que desarrollaron estados primitivos que explotaron una "financiación de base" agraria que, al ser muy productiva, financiaría su defensa (Johnson y Earle 2000, p. 305-306). Estos grupos contaban con una ventaja material suficiente que podían convertir en militar, construyendo murallas, y produciendo armamento y soldados todo lo cual podía utilizarse para disuadir o derrotar a sus enemigos. Este proceso de mejora endógena de las capacidades de defensa puede explicarse en nuestro modelo ampliado, en el que el titular puede realizar inversiones no sólo para ampliar la producción, sino también para mejorar su defensa. El resultado clave es que, cuando la productividad inicial es lo suficientemente alta, el incumbente puede financiar su salida de la región sin seguridad ni prosperidad hacia una región con altos niveles de ambas.
A este respecto, es de interés este otro trabajo que resumo aquí.
Y también cita otro trabajo de Mayshar, Moav y Neeman (2017) que encaja con la tesis de Scott sobre la “legibilidad” de la población por parte del Estado:
una mayor transparencia en las condiciones de producción condujo a la ausencia de derechos de propiedad privada sobre la tierra en la antigüedad, ya que los campesinos se veían obligados a entregar cuotas de producción al gobierno. En la reciente recopilación de datos que inicié, sobre las instituciones en el mundo antiguo (Roland 2018, 2020), exploto un problema con los datos arqueológicos es que, en contraste con la investigación sobre la desigualdad en los últimos 200 años, donde tenemos más datos para los ricos que para los pobres, los datos para los ricos son mucho más escasos y difíciles de encontrar. La riqueza material puede haber sido saqueada por los excavadores de tumbas, puede haber permanecido oculta o haber sido redistribuida a lo largo del tiempo
Roland concluye que las diferencias institucionales son importantes, especialmente, por el papel de China.
Es necesario comprender mejor el origen de estas diferencias institucionales. Los primeros resultados tienden a mostrar que la heterogeneidad en las condiciones de producción (suelo, recursos naturales) condujo al desarrollo de economías de mercado que aprovechaban los beneficios del comercio, mientras que la homogeneidad en las condiciones de producción condujo a la especialización de tareas y a la asignación burocrática de recursos.
O sea que si todo el territorio presentaba unas condiciones físicas semejantes, es probable que tuviéramos un régimen institucional como el de China y que tuviéramos un régimen como el europeo cuando esas condiciones fueran diversas.
Sería interesante investigar el papel de la desigualdad en el contexto de estas diferencias institucionales. El ejercicio de medir la desigualdad en la antigüedad, utilizando datos arqueológicos, es obviamente de gran interés para los economistas y científicos sociales. Sin embargo, sería conveniente situar las medidas cuantitativas de la desigualdad en el contexto más amplio de las relaciones socioeconómicas y del desarrollo económico general de estas sociedades antiguas.