foto: JJBOSE
El radical gana cuando la pregunta en cuestión ya no es "¿qué debemos hacer?" sino <<pero tú ¿con quién estás?>>
Un famoso concepto acuñado por Peter Turchin es el de sobreproducción de élites. La élite se define como aquella parte muy minoritaria de la sociedad que controla o dispone del poder social, lo que, a su vez, da acceso a sus miembros a los recursos económicos y personales de esa Sociedad.
Pues bien, cuando la competencia por los puestos de élite se intensifica, porque el número de aspirantes supera en mucho al de puestos disponibles, es muy fácil que la competición o lucha competitiva entre los aspirantes se desplace hacia formas o vías violentas comenzando por la infracción de las reglas sociales que rigen esa contienda competitiva. El resultado es, a largo plazo, la desintegración social, guerra civil mediante.
Pseudoerasmus criticó el concepto de Turchin alegando que este modelo podría explicar bien las sociedades tradicionales pero no las capitalistas contemporáneas. La razón es que la competencia que se desarrolla en nuestras sociedades abiertas, liberales y, sobre todo, capitalistas es un juego cataláctico en el sentido de Vanberg, esto es, no es un juego de suma cero sino de suma positiva. ¿Por qué esto es tan importante? Porque en los juegos catalácticos, el número de puestos en la élite no es fijo de manera que, teóricamente, nada impide a nadie pasar a formar parte de la élite sin necesidad de 'lanzar' de su puesto a otro individuo concreto y el número de miembros de la élite puede aumentar indefinidamente porque en sociedades capitalistas y abiertas, se puede conseguir status de muy diversas formas, esto es, hay muchas élites, no una sola como ocurría, por ejemplo en la sociedad medieval europea, donde la élite se alcanzaba mediante la milicia, o en la sociedad china a través del mandarinato. Esto significa que en la sociedades contemporáneas, los miembros de la élite son los más ricos, pero cualquiera puede acceder a la élite simplemente jugando mejor el juego de la competencia económica, es decir, descubriendo y satisfaciendo mejor que los rivales, una necesidad de los consumidores o destacando en cualquier otra habilidad artística o empresarial en el sentido más amplio.
La objeción de Pseudoerasmus no destruye, sin embargo, la tesis de Turchin en lo que hace a la competencia política. Porque el juego de la política no es, como el de la economía, un juego de suma positiva. El número de puestos en la élite política es más o menos fijo de manera que cuando se produce una intensificación en la competencia política, es probable que se siga que los competidores empiecen a romper las reglas de juego y acabe ganando el que se muestra más hábil en romperlas sin ser castigado, bien por los electores, bien por las instituciones contramayoritarias. Si el más hábil en romper las reglas triunfa, el deterioro del estado de Derecho es inevitable porque el tramposo sólo puede haberse salido con la suya porque las instituciones del estado de Derecho no han logrado impedirlo y esto ha ocurrido porque estas instituciones han sido ocupadas por miembros-seguidores del político más hábil en romper las reglas.
¿Hemos asistido en España a ese ciclo político?
superproducción de élites → intensificación de la competencia por los cargos públicos → político 'emprendedor' que infringe las reglas → éxito del emprendedor → deterioro del estado de derecho 🔜 desintegración de la sociedad española/guerra civil
Obviamente no se ha consumado, pero hay señales muy potentes de que sólo nos falta la última de las fases. Y que Sánchez es el Trump español pero con tan mala suerte que en España, hemos pasado ya a la última fase del deterioro del estado de derecho, porque la parte de la élite - los juristas académicos - que debería haber puesto 'pie en pared' no lo ha hecho como explicaré en una próxima entrada.
Siguiendo a Turchin,
la sobreproducción de élites en el caso de España puede haberse debido a la recesión de 2008
A esta le siguieron muchos años de escaso crecimiento económico que han reducido las oportunidades disponibles en el juego de la competencia económica y en los que se ha producido un empobrecimiento de los trabajadores (desempleo, devaluación de los salarios) de manera que muchos individuos cuya formación les habría permitido formar parte de la élite en un entorno económico más favorable (los graduados universitarios con carreras 'Mickey Mouse' tales como periodismo, ciencias políticas, magisterio, graduado social, turismo, comunicación audiovisual etc...) han visto que no pueden ganarse bien la vida en la competencia económica (tampoco pueden sacarse una oposición porque el número de puestos disponibles se ha reducido y el número de candidatos aumentado) lo que ha intensificado sus incentivos para dedicarse a la política, lo que - a su vez - ha intensificado enormemente la lucha competitiva entre políticos dentro de cada partido - con aparición de muchos nuevos - y entre partidos políticos.
Y era inevitable, diría Turchin, que el ganador o ganadores en esta contienda fuera alguien sin escrúpulos que le habrían impedido romper las reglas en cuanto fuera necesario. De hecho Turchin pone el ejemplo de las primarias en Estados Unidos en el partido republicano donde se presentaron diez y siete candidatos y rápidamente uno de ellos, que era el más hábil en romper las reglas y salir bien parado de esa infracción, obtuvo la nominación.
El ascenso de personajes como Pablo Iglesias y el del propio Pedro Sánchez se explica bien con este modelo. Una vez que hay sobreproducción de élites, siempre gana el más tramposo y el que está dispuesto a saltarse las reglas (como en los grupos terroristas el 'ala más dura'). Obsérvese que Sánchez ha hecho de saltarse las reglas, su seña de identidad, primero en su tesis doctoral, luego en las primarias, luego en el partido, y por supuesto, luego en las campañas electorales y en el ejercicio del gobierno hasta el punto de que ha convencido a parte de la población, como lo hizo Trump en Estados Unidos, de que sus partidarios le reelegirían aunque saliera en las Cortes prometiendo una amnistía o un referéndum de independencia en Cataluña y el País Vasco.