Mas carreras Mickey Mouse pero no más plazas en las carreras que proporcionan buenos sueldos: ¿a quién sirve la Universidad Pública: a sus profesores.
Escribir este artículo me ha llenado de esperanza, me ha recordado el poder transformador de la educación y el papel que desempeñamos en la creación de entornos académicos más inclusivos. Esta experiencia ha reforzado mi compromiso de apoyar a estudiantes y colegas en sus trayectorias académicas y crear un verdadero sentido de pertenencia.
Debemos reconocer que históricamente se ha percibido a las universidades como «torres de marfil o bastiones de privilegios, aislados de las preocupaciones sociales. Aunque las universidades modernas se posicionan como impulsoras de la movilidad social y la igualdad, las realidades persistentes tales como las brechas en asignación de calificaciones, una diversidad limitada y desafección de las comunidades locales, amenazan con hacerlas retroceder hacia esa imagen elitista. También debemos reconocer las barreras estructurales y las desigualdades que afectan a algunos grupos de nuestras sociedades, y no diluir los esfuerzos que hacemos para abordarlas como una mera respuesta a las reacciones negativas.
Para ejercer realmente como una fuerza de cambio positivo, las universidades deben garantizar un acceso, una participación y unos logros justos para los estudiantes y el personal. La educación debe incluir no solo las habilidades de empleabilidad, sino también el desarrollo personal y la conciencia cultural, incluyendo la educación del personal y los estudiantes sobre las experiencias de los grupos históricamente marginados y poco reconocidos en nuestras comunidades. Para derribar estas barreras es necesario un planteamiento multidimensional, con cambios sistémicos y acciones individuales.
La dirección de las universidades debe liderar el cambio. No basta con hacer declaraciones públicas, nuestros líderes deben reconocer que para crear un entorno inclusivo es necesario realizar inversiones específicas ad hoc de tiempo y recursos. En última instancia, la creación de un verdadero sentido de pertenencia se consigue cultivando una comunidad de apoyo que promueva la seguridad psicológica, desmantele las desigualdades estructurales y elimine los sentimientos de aislamiento.
Para ello es necesario establecer expectativas claras en cuanto a las responsabilidades académicas, así como sistemas de reconocimiento que valoren las aportaciones del personal más allá de las meras publicaciones de investigación. Si la dirección no aborda estas cuestiones, pueden surgir conflictos y resentimientos, lo que socava cualquier intento de crear entornos inclusivos. No se pueden ignorar los retos a los que se enfrentan los propios académicos. La cultura de «publicar o perecer , unida a la creciente carga de trabajo, devalúa la contribución real de los profesores a las universidades.
La dirección de las universidades debe abordar estos problemas dando prioridad al bienestar del personal, atajando los problemas del exceso de carga de trabajo y otras preocupaciones como la precarización y la inseguridad financiera. A un personal con la moral baja y recursos limitados le va a costar más trabajo fomentar entornos inclusivos para los demás. Las condiciones laborales del personal afectan, sin duda, a la calidad de la educación que reciben los estudiantes, lo que pone de relieve la interconexión de los problemas estructurales del mundo académico.
A pesar de estos retos, creo firmemente que aún podemos tomar medidas para fomentar entornos de aprendizaje más inclusivos, especialmente para los estudiantes de contextos infrarrepresentados. El camino que nos queda por recorrer requiere un esfuerzo colectivo y, si asumimos la responsabilidad individual, podemos convertirlo en un objetivo más alcanzable. Espero que este artículo haya servido de inspiración para empoderar a los académicos y para evitar que nos convirtamos en víctimas del sistema, sino más bien que reunamos los recursos necesarios para afrontar los desafíos y contribuir a un entorno académico más inclusivo.
En Papeles de Economía Española. ¿No había ninguna she or he en España que pudiera escribir unas chorradas semejantes para tranquilizar a los editores de PPE y hacerles sentirse bien porque habían incluido en un número sobre la educación universitaria un artículo DEI? ¿Había que traducir las chorradas del inglés?
Pero no crean que es el único artículo posmo y anticientífico. Miren lo que dice otro sobre el futuro de la universidad, así, en general (y piensen con qué autoridad van a corregir al próximo estudiante que les presente un texto verborreico)
a partir de ahora los cambios en el entorno de las universidades van a ser sobrevenidos, imprevisibles e inéditos hasta el momento y van a exigir nuevas capacidades institucionales y organizativas. La combinación del cambio climático, las crisis medioambientales, la mayor desigualdad social, las nuevas exigencias sociales (igualdad, sostenibilidad), los nuevos retos en salud pública, los rápidos avances en la inteligencia artificial, las transformaciones demográficas, etc., van a fomentar en el futuro inmediato múltiples crisis inéditas para unas universidades acostumbradas a la estabilidad y a las rutinas.
En otro artículo (va de IA) se lee que tenemos más estudiantes universitarios que casi nadie en Europa y entre ellos más mujeres. Que no se ha logrado reducir la diferencia por sexos en STEM pero no dicen nada de que tampoco se ha logrado reducir la diferencia por sexos en Ciencias de la Salud. Al parecer, lo primero es un problema, pero lo segundo, no. Eso sí, inmediatamente advierten que "las mujeres están sobrerrepresentadas en aquellos grados que, de acuerdo con los índices desarrollados por Conde-Ruiz et al. (2024a), están más amenazados por la tecnología". Estos "aliados" de las mujeres no se dan cuenta de que los principales perjudicados por no poder acceder a carreras STEM son los varones que no dan la talla - que no alcanzan la nota de corte - que suelen ser estudiantes de entornos desfavorecidos económicamente (y en Cataluña y el País Vasco, hispanófonos). Las mujeres no entrarán en STEM pero cursan carreras universitarias en mucha mayor medida - su nivel de fracaso escolar es mucho menor - y, por tanto, tienen más probabilidades, individualmente consideradas, de encontrar un buen trabajo. Los varones 'zoquetes', si no se les facilita el acceso a estudios que consistan en "hacer cosas" (la FP de grado superior es casi al 100 % masculina), están condenados a la pobreza. De ahí que la recomendación no debe ser la de tratar de reducir la brecha de sexos en STEM sino aumentar las plazas ofertadas en STEM y cerrar todas las carreras Mickey Mouse en todas las Universidades Públicas.
Estos autores incluyen el siguiente cuadro, una buena lista de carreras Mickey Mouse que no deberían ofrecerse en las Universidades públicas.
Y este otro cuadro demuestra cómo engañamos a algunos de nuestros jóvenes más talentosos: ¡hay exceso de demanda para estudiar criminología o publicidad!
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