He leído unas cuantas teorías acerca de por qué Henry Ford subió los salarios de sus obreros tan significativamente (aquí, y aquí). Unos dicen que fue para arruinar a la competencia, que tenía márgenes inferiores a los suyos y no podía pagar esos salarios. DeLong dice que Ford subió los salarios para reducir la rotación, porque el ritmo de trabajo que imponía la cadena de montaje estaba provocando que miles de sus empleados no cualificados pidieran la baja voluntaria.
También cuenta DeLong que Roosevelt no tenía mucha idea de lo que debía hacer para sacar a Estados Unidos de la Gran Depresión. De manera que siguió como regla mirar lo que había hecho su predecesor, el presidente Hoover y que no había funcionado, y hacer lo contrario.
Los políticos en España son más como Hoover que como Roosevelt. Cuando una política no funciona siguen aplicándola con más brío como si el problema hubiera sido la falta de ahínco e intensidad en la ejecución. Nunca se da una oportunidad a la política alternativa. Esto vale para la política en materia laboral (hay que insistir en burocratizar y hacer más rígida la relación laboral porque los problemas del mercado de trabajo español tienen que ver con la excesiva flexibilidad y libertad contractual) o la relación con los nacionalistas (hay que insistir en 'apaciguar' a unos fascistas que han dado pruebas de que están dispuestos a todo, a asesinar o a dar golpes de estado porque tratar de aniquilar el nacionalismo podría ser peligroso).
Por desgracia para España, además, a los políticos más recientes y más ignorantes solo se les ocurre que las cosas que funcionan bien podrían funcionar mejor aplicándoles un poco de su ignorancia y, valga la redundancia, se aplican a ello. Iceta y su idea de reformar el sistema de oposiciones o los bandazos en materia de Educación son dos buenos ejemplos.
Los españoles no reaccionamos frente a este estado de cosas por una razón que también explica DeLong y que los italianos han experimentado anteriormente: los estándares de vida pueden mantenerse durante mucho tiempo después de que el crecimiento económico se agote. Italia no crece, prácticamente, desde el año 2000,
La razón de esta quietud del rebaño español estaría en que los bienes públicos no se deterioran necesariamente al ritmo que se estanca la Economía o se reduce el crecimiento. Por bienes públicos entiendo la seguridad física (la delincuencia no aumenta, las relaciones sociales son pacíficas), el aire limpio (menos actividad puede incluso implicar menos contaminación), los servicios públicos esenciales de como agua, luz o transporte (que tardan mucho en decaer lo suficiente para que se perciba por los consumidores o son provistos por empresas privadas sometidas a competencia). Todos estos son bienes fijos.
El crecimiento económico beneficia, sobre todo a los más pobres, o al menos de manera más efectiva, porque les permite empezar a disfrutar de bienestar como vacaciones, un coche, etc. Y la falta de crecimiento económico perjudica menos a los que reciben prestaciones públicas (empleados públicos, pensionistas) que, simplemente, las ven reducidas por la inflación de manera que la falta de crecimiento económico robusto no lo notan las clases medias más que transcurrido un periodo muy largo de tiempo.
Y la siguiente cita de Henry D. Thoreau ejemplifica bien la soberbia de los clérigos que desprecian el valor que el crecimiento económico tiene para mejorar la vida de la gente. Parecería que estoy leyendo a alguno de los literatos progresistas que acaparan las páginas de la opinión publicada en nuestro EL PAIS:
"Tenemos mucha prisa por construir el telégrafo desde Maine hasta Texas. Pero quizá Maine y Texas no tienen nada importante que comunicarse"
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