Estatua de Blas de Lezo
Lo de Cataluña no tiene solución pactada. La solución pasa porque se les pase
El
último euskobarómetro ha dado buenas noticias a los que valoramos la unidad de España. A los que consideramos que "nosotros" somos los que vivimos en la piel de toro, de Fuenterrabía a Tarifa y de Vigo a Alicante más los dos archipiélagos aunque cada uno de ellos considere que sus paisanos próximos son aún más "nosotros" que sus paisanos más lejanos. A los que creemos y valoramos que "nosotros", en menor medida, son también los portugueses y los hispanoamericanos; y que también son "nosotros", en menor medida aún, los europeos. Los norteamericanos son amigos, pero, claramente, "ellos". Y los rusos y los chinos son sólo "ellos". Los demás, simplemente, son gente de la que hemos oído hablar. Algún día, quizá, el mundo entero será "nosotros los humanos".
Entretanto llega ese día, nos rebelamos contra los que quieren reducir el número de "nosotros". Rechazamos instintivamente a los que dentro del "nosotros" inicial (el del status quo de los Estados nación) pretenden que, en realidad, nosotros somos "ellos" respecto de ellos. Esa es la afirmación fundamental de los independentistas: "ellos" no son "nosotros".
Y tal es una afirmación indiscutible, porque cada uno define como quiere quiénes somos "nosotros" y quiénes son "ellos". Por eso, desgajar a una parte de un "nosotros" rara vez se hace de forma pacífica. El "nosotros" de un momento histórico determinado rara vez acepta tranquilamente que una parte decida que somos "ellos" para ellos. Tiene que haber una confrontación armada para que la secesión triunfe o un debilitamiento atroz del núcleo del "nosotros", normalmente causado por una catástrofe natural o una revolución civil (como sucedió en la Unión Soviética). Como explica Turchin, sin embargo, lo más frecuente es que el "nosotros" venga debilitado por lo que ocurre en sus fronteras. Castilla se convirtió en un Imperio porque era la frontera europea con el mundo musulmán. El catolicismo generó un grado de cooperación social inexistente en el siglo XV en ningún otro lugar de la Europa cristiana. El objetivo era único y compartido: derrotar al Islam y expulsarlo de Europa. Las fronteras destrozan los imperios cuando en ellas surgen grupos de "nosotros" con una alta capacidad para cooperar. Los símbolos - la religión, sobre todo, en su concepción etimológica de ligazón o vínculo - permite reforzar el "nosotros", permite identificarnos y reducir los costes de saber por quién tienes que sacrificarte y quién estará a tu lado en situaciones de tribulación, peligro o desgracia.
Los independentistas y grupos como Podemos comparten el objetivo de acabar con el "nosotros" inclusivo de todos los españoles. Los independentistas quieren construir un nuevo "nosotros" que incluye sólo a los que viven en Cataluña. A todos los que viven en Cataluña, sin embargo. Esa es su gran debilidad. Podrían construir un "nosotros" distinto del "nosotros" español mucho más eficazmente si expulsaran a todos los que viven en Cataluña que no quieren dejar de formar parte de nuestro "nosotros". Es lo que se ha hecho históricamente. Isabel de Castilla dio a los judíos la opción de convertirse o marcharse. Porque estaba construyendo el "nosotros" castellano y, luego, español. Y lo que constituía el "nosotros" castellano era el cristianismo. No cabían los judíos ni los musulmanes como no cupieron los reformadores cristianos. Los independentistas catalanes no pueden expulsar a los españoles de Cataluña. Por eso utilizan sucedáneos a través de la homogeneización de la cultura, el Derecho y la educación.
Los de Podemos dividen a los españoles en "nosotros" - la gente - y "ellos" - la casta. No quieren hacer dos naciones Estado homogéneas - crear dos "nosotros" - instalados geográficamente en territorios distintos. Quieren someter a "ellos" a la voluntad del "nosotros" para lo cual, "ellos" tienen que dejar de ser "casta" y dejarán de serlo cuando se vean privados de sus "privilegios". Lo malo es que entre estos "privilegios" se incluyen derechos fundamentales como el de propiedad, libertad de empresa y de contratación. Podemos es, pues, tanto más peligroso cuanto mayor sea el grupo de "ellos", cuantos más sean los que se vean incluidos velis nolis en la "casta". Y lo es, además, porque, cualitativamente, Podemos quiere organizar la vida de ese nuevo "nosotros" conforme a reglas poco deseables o aceptables por la totalidad (socialismo de corte latinoamericano). Por tanto, el riesgo que representa Podemos para una buena parte del "nosotros" español es, si cabe, muy superior al que representan los independentistas.
Como hemos dicho, los independentistas necesitan expulsar a los españoles de Cataluña para salirse con la suya porque los "nosotros" españoles no permitirán la independencia. Los de Podemos sólo tienen que lograr la mayoría en unas elecciones. Los independentistas, además, no quieren organizar la vida social en Cataluña de forma muy distinta a como está organizada actualmente bajo el común "nosotros". Podemos es, pues, un desafío mayor para España, para "nosotros", que Esquerra Republicana. Podemos debilita el "nosotros" y, con ello, refuerza a los independentistas.
Podemos ataca los símbolos que nos permiten identificarnos como un "nosotros": somos una de las monarquías más antiguas de Europa. El rey, por muy republicano que sea cualquiera de nosotros, es un símbolo que nos permite identificarnos como parte de ese "nosotros". Lo demuestra el hecho de que ningún español toleraría ataques injustificados por parte de extranjeros a nuestro Rey. El himno, la bandera, la Constitución, la transición política, la selección española de fútbol o de baloncesto, la Historia de España, la conquista y civilización de América... Todo es discutible pero, a la vez, es indiscutiblemente "nuestro". Es lo que nos permite identificarnos como un nosotros. Podemos - y, por definición, los independentistas - no ofrece una alternativa simbólica a la que hemos expuesto. Por eso nos ofende que Cataluña prohíba los toros. Por eso nos ofende que el Ayuntamiento de Barcelona retire el busto del Rey Juan Carlos como nos ofendía que los ayuntamientos nacionalistas no hicieran ondear la bandera de España en el País Vasco. Porque su objetivo es la hegemonía, es crear un nuevo "nosotros", un "nosotros" que destruirá el "nosotros" que, tras muchos errores y aciertos, tras siglos de pobreza y guerras civiles, logramos construir gracias a Europa, al turismo y a algunas decisiones acertadas en la transición a la democracia y que se recogieron en la Constitución. Gracias, también, a muchos patriotas y a que pudimos arrinconar a los más gorrones del "nosotros". Un anarquista del siglo XIX, un entrenador de baloncesto de un equipo local o una matemática coruñesa no pueden simbolizar el "nosotros". O no tienen el mérito o no tienen la fuerza simbólica necesaria para amparar a todo el "nosotros". Nada hubiera pasado si el nombre del entrenador se le hubiera puesto a un nuevo pabellón deportivo. Al eliminar el nombre del rey, el Ayuntamiento de Zaragoza ha ofendido a todos los españoles.
El independentismo no tiene solución pactada. No hay espacio para el pacto que genere ganancias para "nosotros" porque, necesariamente, nos convierte en un "nosotros" más pequeño, menos rico. El único remedio es ofrecer un arreglo decente para satisfacer el deseo de ser diferentes de algunos, el deseo de que su "nosotros" más reducido pueda expresarse. Y ese remedio está ya en vigor con los estatutos de autonomía. No en vano, los que hace cuarenta años pedían la autonomía, hoy piden la independencia. Dar más autonomía no es ninguna solución. Y reconocerles el derecho a decidir cuándo se podrán separar del "nosotros", tampoco. Sólo debilita el "nosotros" y hace más probable su derrota.
El desafío de Podemos ha de enfrentarse reforzando el "nosotros", no debilitándolo. Los gestos de Ada Colau o del "Kichi" o el del Ayuntamiento de Zaragoza eliminando símbolos del "nosotros" ha de ser contrarrestado inmediatamente. Hay que armar simbólicamente al "nosotros", los españoles y decir, tanto a los independentistas como a Podemos que "nosotros" los españoles queremos vivir juntos y hacerlo como lo hacen nuestros cercanos europeos, en una sociedad libre que disfruta de los símbolos que nos han permitido identificarnos como un "nosotros" desde hace centenares de años y que estamos armados no sólo de símbolos, sino de razones. Ni el proyecto independentista ni el proyecto de Podemos auguran una vida mejor para todos los españoles.
El llanto de algunos politólogos respecto de lo poco atractivo del proyecto español es una estupidez.
Ningún país europeo ha tenido tanto éxito como España en los últimos treinta años. El Financial Times publicó la semana pasada que
España sobrepasará a Italia en renta per capita por primera vez, probablemente, en la Historia. Y muchos de los que lean esto vivieron bajo Franco, de manera que saben perfectamente lo cutre, pobre y triste que era España hasta 1986. Por tanto, "nosotros" podemos estar orgullosos de ser "nosotros". La corrupción y la pobreza - los dos problemas que asolan nuestro país en esta década - son problemas menores si los situamos en la fotografía completa del proyecto español. Pero, sobre todo, son problemas que
se pueden resolver sin destrozar un proyecto que, por primera vez en cuatrocientos años, ha permitido a "nosotros" vivir en paz, libertad y bienestar. Recordemos a Tito Livio cuando escribió de su propio pueblo, el romano: "Esta es la suerte que nos reservado el destino: la de triunfar finalmente en todas las guerras a pesar de ser vencidos en muchas batallas".