conseguir que los demás acepten formas totalmente nuevas de ver las cosas requiere un esfuerzo difícil de sostener para alguien que carece de la convicción de tener razón
... hay personas que carecen de compromiso con cualquier sistema de valores en tal medida que pueden servirse de cualquier sistema que se les presente como idóneo para promover sus propias ambiciones sin necesidad de creer ni en el sistema en cuestión ni en ninguna otra cosa. A estas personas se las suele denominar impostores, un término algo engañoso en el sentido de que no necesariamente asumen una identidad falsa: simplemente fingen creer en algo que significa poco o nada para ellos (si no creyeran activamente en ello, no podrían comportarse como lo hacen).
Un término más apropiado sería oportunistas.... Un líder de una secta china llevado a juicio por el colapso, en 1813, de una rebelión que había causado la muerte de unas 70.000 personas, reconoció que "cuando se me ocurrió la idea de organizar una asamblea, lo hice con la intención de ganar dinero. Más tarde, el número de los que me seguía aumento mucho y entonces, para conseguir riquezas y honores, empecé este asunto (de la rebelión). Mi destino es morir. No es mi destino ser un plebeyo pacífico..."
En este caso parecería que tenemos motivos "puramente materiales". Pero este hombre no utilizó la religión como máscara: a diferencia de los príncipes renacentistas, no tenía creencias que valiera la pena camuflar. Utilizó la religión como instrumento de sus ambiciones: sin su secta, no habría podido satisfacerlas. En otras palabras, los motivos puramente materiales pueden existir en el sentido abstracto de que la gente quiere enriquecerse, ser poderosa y dejar su huella; pero dado que sus ambiciones tienen que perseguirse dentro de sociedades específicas con instituciones e ideas específicas, las ambiciones en cuestión tienen que manifestarse necesariamente de forma impura: la ideología entra en la organización sociopolítica hasta tal punto que los motivos materiales de un cínico chino del siglo XIX se manifestaron en una revuelta religiosa.
Los cristianos solían sospechar que Mahoma no era sincero, como si fuera fácil que inventarse una causa en la que no se cree y dedicar la vida a conseguir su aceptación. Evidentemente, se trata de una proposición inverosímil. La propusieron por primera vez los filósofos y herejes musulmanes del siglo X, que tachaban a todos los profetas, incluido Mahoma, de mentirosos cuyo verdadero objetivo era alcanzar el poder político: al igual que los estudiosos modernos, consideraban que la ambición mundana y la verdad religiosa son incompatibles, como si uno no pudiera hacerse poderoso promoviendo lo que cree correcto. (Los primeros musulmanes sabían que no era así, como lo vuelven a saber ahora.)
Pero a los oportunistas como el chino mencionado se les suele ver buscando en el mercado ideológico, y eligiendo entre las causas ya existentes la que puede ser más de su gusto; normalmente, los oportunistas no inventan nuevas causas, y menos aún con éxito, porque carecen del interés y la perspicacia necesarios para conocer los problemas de la gente y proponer soluciones nuevas y mejores (que es el objetivo de las nuevas religiones e ideologías); y conseguir que los demás acepten formas totalmente nuevas de ver las cosas requiere un esfuerzo difícil de sostener para alguien que carece de la convicción de tener razón.
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