"La fantasía es la hermana gemela de la razón"
Norbert Elías
Wrangham tiene razón, y Baumeister y Turchin también: si ejecutamos sistemáticamente a los varones más agresivos reactivamente (los jóvenes pertenecientes a las élites cuando hay sobreproducción de éstas), las relaciones sociales se pacifican
A lo largo de gran parte de la historia europea, los nobles tenían al menos la misma probabilidad que los pobres de verse involucrados en delitos graves- violentos debido a su tendencia a entrar en "disputas por derechos y bienes, que, en ausencia de un control estatal eficaz, a menudo se convertían en peleas violentas" (Eisner, 2003, p. 117)...
La mayoría de los relatos sugieren que fue un cambio en los valores lo que provocó que la nobleza se alejara de la violencia. Pero, ¿y si la violencia misma fue la que causó el cambio de valores? En otras palabras, la violencia entre los nobles condujo a la no-violencia entre los nobles. ¿Cómo? El mecanismo es simple: los nobles violentos morían violentamente, de modo que los que les sucedían en esa clase social eran nobles relativamente menos violentos.... Tenemos una buena prueba de ello porque los nobles morían con frecuencia en los mismos días exactos (en el curso de batallas o combates militares, cuyos dos bandos estaban, normalmente, formados en mayor medida que la proporcional a la población general, por nobles). Y lo hicieron porque murieron en combate entre ellos.... En los datos de Cummins, vemos menos de estos eventos de muerte masiva con el paso del tiempo, y cómo posteriormente, la esperanza de vida de los nobles aumenta. No aumentó únicamente debido a un descenso de la violencia, ni únicamente en periodos con un notable desarrollo económico (aunque en tales periodos sí aumentó). Como documentó Cummins, gran parte del aumento precedió al desarrollo económico. El descenso de la violencia en las élites2 es especialmente notable si se tiene en cuenta que comenzó justo en la cúspide de la jerarquía social: antes de mediados del siglo XVIII, la realeza tenía una esperanza de vida más corta que los plebeyos.
Los cambios posteriores en el comportamiento violento coincidieron con otros cambios en la élite, como el aumento de los niveles de alfabetización numérica, pero también coincidieron con altas tasas de ejecución y tasas de homicidio extraordinariamente altas (que también tendían a disminuir para el resto de la sociedad).
La violencia de las élites premodernas tiene una gran relevancia en la actualidad: el hecho de que durante grandes periodos de la historia los miembros más privilegiados de la sociedad hayan sido responsables de una violencia desproporcionada (en todas sus variedades: doméstica, familiar y marcial) sugiere que la criminalidad no es un producto de la privación económica o la pobreza.
Cremieux Recueil, Jailbirds of a Feather Flock Together, Aporia Magazine, octubre 2023
Una razón más para votar popperianamente y no ideológica o tribalmente
... tenemos pruebas de que las creencias políticas son heredables. No podemos reducir del todo las dos visiones del mundo a las visiones de la izquierda y la derecha pero existe un claro solapamiento... Estudios de gemelos apoyan el papel de los genes en la ideología política y hablan de una heredabilidad del 40%, y siguen apareciendo investigaciones que plantean que la tríada de valores tradicionales - autoritarismo, religiosidad y conservadurismo- está sustancialmente influida por factores genéticos. Estos tres valores reflejan una tendencia única subyacente, que han llamado tradicionalismo y son más compartidos por gemelos monocigóticos que dicigóticos. Todo ello creo que apoya la posibilidad de plantearnos un factor genético también en las visiones restringida y no restringida del mundo
Pablo Malo, Las dos visiones del mundo, Evolución y Neurociencias, 2023
Otros feminismos
Personalmente, sostengo la hipótesis de que el feminismo es una ideología que defiende que lo que son, tienen y hacen los hombres es más valioso que lo que son, tienen y hacen las mujeres. Creo que el feminismo adjudica más estatus a todo lo que hacen los hombres (ser CEOs y trabajar 24/7 y no tener tiempo para la familia y amigos, trabajar en STEM en vez de en enfermería, tener sexo sin compromiso como trata Perry en su libro, etc.) y niegan las diferencias biológicas entre hombres y mujeres para así reivindicar que las mujeres son iguales que los hombres y se merecen el mismo estatus. Pero Perry propone otra vía, (un feminismo maternal) con la que simpatizo: otorgar y reivindicar estatus para la maternidad y los roles de cuidado. “El feminismo tiene que redescubrir a la madre, en todos los aspectos”, apuntala Perry.
Pablo Malo, Contra la revolución sexual, Evolución y Neurociencias, 2023
Amnistía e indultos en las Constituciones históricas españolas
"Si se arregla como debe el sistema del Código criminal, habrá muy pocos indultos"
Traver, en la discusión de la Constitución de 1812. Añade Requejo:
La gracia, así, tiene por fundamento y razón de ser la necesidad de atemperar los rigores de la ley cuando ésta se demuestra indeseable en sus efectos, si bien sólo está justificada como solución in extremis, esto es, para el caso de que se demuestren insuficientes otros remedios, en particular, y como señala el mismo TRAVER, la derogación, pues «ó la ley es necesaria, y en este caso no debe prescindirse de ella, ó no, y entonces debe derogarse»
En efecto, el art. 9 del Acta Adicional a la Constitución de 1845, de 15 de septiembre de 1856, disponía que «además de los casos enumerados en el art. 46 de la Constitución, el Rey necesitará actuar autorizado por una ley especial: 1º Para conceder indultos generales y amnistías».
... la Constitución de 1869... el art. 74 imponía la previa autorización por una ley especial para que el Rey pudiera «conceder amnistías e indultos generales» (apartado 5º). En la misma exposición de motivos del proyecto de ley se pone de manifiesto que ya no era posible discutir la naturaleza legislativa de la amnistía y el indulto general, «gracias generales, que en último término vienen á ofrecer la importancia y a producir los efectos de una derogación transitoria de la ley penal»36, lo que explica que, por imperativo del art. 74 de la Constitución, no puedan concederse «sino en virtud de una ley especial», de manera que «la forma y solemnidades (...) de la concesión de estas gracias (...) no es ya hoy cuestión en la esfera del derecho escrito, como ya antes de ahora lo era en la de la ciencia». Amnistía e indulto general se conciben, pues, como técnicas especiales (transitorias) de derogación, en tanto que el indulto particular se concibe como una suerte de revisión de la cosa juzgada verificada por medio de una «especie de instancia extraordinaria».
Con la II República no sólo se retomaría el debate de 1869, sino que, además, se ensayaría una fórmula hasta entonces inédita. Con arreglo al art. 102 de la Constitución de 1931 «Las amnistías sólo podrán ser acordadas por el Parlamento. No se concederán indultos generales. El Tribunal Supremo otorgará los individuales a propuesta del sentenciador, del Fiscal, de la Junta de Prisiones o a petición de parte. En los delitos de extrema gravedad podrá indultar el Presidente de la República, previo informe del Tribunal Supremo y a propuesta del Gobierno responsable».
La naturaleza legislativa de la amnistía, concebida como una «derogación virtual de la ley misma», queda así expresamente subrayada; también que se trata de una institución reservada preferentemente, en palabras de JIMENEZ DE ASUA durante el debate constituyente, «para los asuntos políticos de interés general», lo que marca una diferencia de sustancia con los indultos generales, expresamente proscritos, y a propósito de los cuales se suscitó en las Cortes un debate que entronca directamente con los de 1812 y 1869.... el indulto general no tiene motivos de existir». Sí podía tenerlos, en cambio, la amnistía; pero habrían de ser siempre motivos políticos y quedar reservada al Parlamento.... El indulto general, entendido como perdón en masa, indiscriminado y huérfano de una motivación política de interés general supondría, en 1931, dejar inerme a la sociedad frente al delincuente
Juan Luis Requejo Pagés, Amnistía e indulto en el Constitucionalismo histórico español, Historia Constitucional, 2 (2001), pp. 81-106
El valor económico de la ética del trabajo
Smith adelantó como principio general la idea de que la división del trabajo depende de la amplitud del mercado. Por tanto, ¿por qué debería cualquier red de mercado ir más allá de aquel tamaño en el que una mayor especialización dejara de ofrecer ventajas económicas? Si se reconoce que las ventajas de la especialización no tienen fin, la proposición básica de Smith puede aplicarse entonces directamente a la cuestión antes planteada. ¿Qué ocurre cuando trabajamos más, cuando ofrecemos más horas por semana al mercado a cambio de un incremento de nuestro salario neto, que podemos gastar en una cantidad mayor de bienes y servicios? La respuesta es obvia: incrementamos el tamaño del mercado, la red de interdependencia económica. A modo de ejemplo, si una persona dobla el número de horas que trabaja por semana y lleva a casa un salario doble que antes, lo que le permite adquirir una cesta de la compra y servicios dos veces más valiosa que antes, su acción, en todos los sentidos, es equivalente a la adición de otra persona al nexo de intercambio, una persona con, precisamente, la misma capacidad.
Este vínculo directo entre las ofertas de inputs al mercado –en nuestro ejemplo, horas de trabajo– y el tamaño del mercado mismo, nos permite establecer la conexión entre el esfuerzo de trabajo y las ventajas de la especialización. Más horas de trabajo por semana ofrecidas al mercado significan un mercado más amplio, y un mercado más amplio significa que puede aumentarse la especialización, con incrementos generalizados de la productividad de toda la economía. Por tanto, de hecho, mi bienestar aumenta si otros en la economía trabajan más, por la simple razón de que mis propios inputs, no importa cuantos elija ofrecer, comprarán en último término mayor cantidad de producción de lo que ocurriría si otras personas ofrecieran menos horas en el mercado... no importa cuánto trabaje usted mismo, cuanto ofrezca al mercado, el valor de producción comprable por unidad de input será mayor...
una economía en la que todas las personas simplemente permiten que sus simples preferencias dicten su decisión de trabajar o no trabajar no será eficiente, y que todos pueden estar mejor, cada uno según su propio criterio, mediante un esquema que incluya un incremento de la oferta de trabajo por parte de cada uno.... Existe una externalidad en la elección trabajo-ocio. La decisión individual de trabajar más genera beneficios externos a los demás; la decisión individual de trabajar menos, genera daños externos a los demás. Más trabajo implica beneficios que se difunden a cada uno; la vagancia genera daños que se difunden a todos...
Lo que quiero decir es que una ética del trabajo –ese estado psicológico que nos indica, internamente, que el trabajo es bueno y que la vagancia es mala, que nos hace sentir culpables cuando somos demasiado perezosos– puede interpretarse como el medio a través del cual «internalizamos la externalidad de la elección de trabajo», por emplear la terminología del economista del bienestar
James M. Buchanan, Ética y progreso económico, 1995
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