"El principio republicano", escribió Hamilton en The Federalist Papers, "no requiere (de los políticos) una complacencia incondicional a cada brisa repentina de pasión, o a cada impulso transitorio que el pueblo pueda recibir de aquellos que halagan sus prejuicios para traicionar sus intereses. " Por el contrario, Hamilton argumentó que cuando "los intereses del pueblo entran en contradicción con sus inclinaciones, es el deber de las personas que han designado para ser los guardianes de esos intereses, resistir el engaño temporal… Una conducta de este tipo es la que salva al pueblo de las fatales consecuencias de sus propios errores, y procura... su gratitud a los hombres que tuvieron el coraje y la magnanimidad suficientes para servirles a riesgo de contrariarles… Sin embargo, si tales representantes magnánimos contrarían en exceso a sus votantes, perderán las elecciones en favor de quienes favorezcan esos "delirios temporales", y rindan "servil pleitesía al pueblo; empezarán siendo demagogos y acabarán convertidos en tiranos"
Lo que define a un demagogo – ahora a un populista – es que su gobierno se dirige a satisfacer las pasiones de sus votantes antes que sus intereses a largo plazo, de manera que “se promueven políticas cortoplacistas ocultando los costes de éstas en el largo plazo”. Por ejemplo, subiendo las pensiones a sabiendas de que será necesario recortarlas en un futuro más o menos lejano.
Pero hay diferencias entre un demagogo y un populista:
Los demagogos son políticos que apelan al pueblo únicamente para ganar el poder y conservarlo. El término populista se utiliza a menudo indistintamente con el de demagogo, pero contiene aspectos que no modelamos. Por ejemplo, según Müller (2017), los populistas afirman representar al verdadero pueblo contra una élite que controla los resortes del Estado a expensas del verdadero pueblo. Como resultado, los populistas creen que es legítimo alejarse de la democracia pluralista, porque ellos, y solo ellos, son los representantes legítimos del pueblo. Por el contrario, en nuestro modelo, la regla de la mayoría se mantiene siempre.
Los autores examinan qué resultados cabe esperar cuando, en la competencia política de un país, entran a participar demagogos/populistas que se enfrentan a “partidos pragmáticos y benevolentes socialmente”. Y su conclusión es que el votante mediano es miope, de manera que la ‘entrada’ en la arena política de un partido demagógico hace imposible para los partidos pragmáticos ganar elecciones con políticas dirigidas a mejorar el bienestar social a largo plazo.
Los demagogos de nuestro modelo maximizan sus posibilidades electorales defendiendo políticas a corto plazo que atraen a los votantes miopes. A continuación, caracterizamos la consecuencia a largo plazo de la competencia electoral entre dichos demagogos y los partidos pragmáticos, benévolos y con visión de futuro, cuyo objetivo es maximizar el bienestar de los votantes.
Su conclusión, expresada en los términos más informales posibles es que la entrada de un partido populista – demagogo en política es tanto más perjudicial para un país cuanto más pobre sea. La posibilidad de que el partido pragmático pierda las elecciones frente al demagogo lleva a los partidos pragmáticos a elegir políticas demagógicas, esto es, orientada a aumentar el gasto a corto plazo ocultando los costes a largo plazo: el consumo actual se logra a costa de reducir el stock de capital (si se incrementa el consumo actual, ha de hacerse a expensas de reducir el consumo futuro aunque los autores explican que esta pérdida de consumo futuro puede ocultarse porque los Estados pueden endeudarse a larguísimo plazo sin que el impacto de este endeudamiento sobre los niveles de consumo se aprecie).
En países ricos, el partido pragmático puede ‘arriesgar más’ y asumir políticas demagógicas sin dañar terriblemente las perspectivas de crecimiento del país. Cuanto más pobre el país, en definitiva, más probabilidades de que el partido pragmático imite las políticas del demagogo. Esto es porque en los países ricos la parte de la población que conecta buenas políticas y gobiernos competentes con su bienestar es mayor que en países pobres. Pero en los países pobres, el ciclo descendente hacia el colapso económico por la reducción del stock de capital es mucho más probable
Este ciclo descendente no es una trampa de pobreza en la que la gente es demasiado pobre para invertir, perpetuando así la miseria económica. Más bien, independientemente de la productividad intrínseca de la economía, la espiral de la muerte está impulsada por la mayor presión electoral de los demagogos cuando el stock de capital es bajo… un demagogo maximiza sus posibilidades de ganar unas elecciones maximizando el gasto, reduciendo el capital futuro… al reducir el capital futuro, se amplifican la diferencia entre la política del demagogo (consumir y no invertir en el futuro) y cualquier política en sentido contrario. Así, al dañar el stock de capital y destruir el capital social asociado a las instituciones y a los derechos económicos de los particulares, un demagogo aumenta el atractivo relativo futuro de sus políticas para los votantes actuales... Las espirales de muerte tienden a ser menos probables cuando el partido benévolo selecciona candidatos de alta valencia con mayor probabilidad, la productividad económica es mayor y las restricciones institucionales al desahorro de un demagogo son más estrictas.
... Nuestros resultados ponen de manifiesto las estrechas relaciones entre democracia y desarrollo. Las democracias de las economías en vías de desarrollo con menos stock de capital son más susceptibles de sufrir colapsos económicos, ya que se necesitan menos shocks para que el stock de capital caiga por debajo del punto en el que los colapsos son inevitables. Del mismo modo, las democracias jóvenes tienden a tener menos capital social en forma de confianza en las instituciones, lo que las hace más susceptibles a los choques negativos en forma de demagogia. La menor productividad, las menores restricciones institucionales a las políticas demagógicas y la ineficacia de los partidos, que a menudo no seleccionan candidatos de alta valencia, agravan el problema. Nuestros resultados también señalan el valor de los buenos líderes en las democracias jóvenes, que pueden construir un colchón de capital suficiente para que un país pueda soportar el choque negativo de un demagogo futuro, quizás raro pero inevitable.
Al igual que en Guiso et al. (2018), suponemos que los demagogos pueden ocultar a los votantes las consecuencias a largo plazo de las políticas económicas. En consonancia con sus conclusiones, mostramos que durante los tiempos difíciles aumenta la necesidad de imitar las políticas populistas para atraer a los votantes, lo que hace que los partidos establecidos se vuelvan más populistas. Guiso et al. (2018) también encuentran pruebas a nivel individual de que los votantes que están peor según su medida compuesta de bienestar económico son más propensos a apoyar a los partidos populistas.
Los autores citan otro trabajo Levy, Gilat, Ronny Razin, and Alwyn Young. 2022. "Misspecified Politics and the Recurrence of Populism." American Economic Review, 112 (3): 928-62) en el que se formula un modelo de los efectos que tiene la entrada en la competición electoral de un partido populista que tiene una visión simplista de los problemas sociales,de sus causas y de la forma de resolverlos, esto es, “un sesgo creado por una interpretación errónea de los resultados sociales” que se observan. La intuición detrás del modelo la explican los autores de este segundo trabajo como sigue:
Cuando sólo un grupo está en el poder indefinidamente (el pragmático), en el límite ambos grupos (el pragmático y el populista) no se ven "sorprendidos" por los resultados sociales de las políticas aplicadas. Las creencias de ambos grupos les permitirán explicar por qué y cómo se producen esos resultados. Sin embargo, como las creencias de uno y otro son diferentes porque tienen diferentes modelos subjetivos para explicar los resultados… el grupo populista cree firmemente que si se aplicaran políticas diferentes – las suyas – se mejoraría, todavía más, el resultado actual. Entienden cómo producir el resultado actual, pero creen que pueden hacer más cambiando a su vector de políticas preferido (que depende de sus creencias sobre los parámetros)… eso les hace ser más activos políticamente, más comprometidos políticamente y forzar un cambio de gobierno.
La cosa se agrava si los populistas creen que las políticas implementadas por el partido pragmático no son las que producen los resultados observados y deseables sino que son políticas inútiles que solo generan despilfarro (ej., en la lucha contra el delito, gastar en políticas de reducción de la pobreza vs. aumentar las penas y la policía). En este modelo, es fundamental convencer a los votantes que las políticas populistas no funcionan lo que hace más urgente influir sobre el discurso público y ridiculizar a los que sostienen políticas delirantes (como las de Podemos en materia de violencia doméstica, regulación de la conducta sexual, igualdad de sexos, alquileres, protección de los consumidores etc).