foto: JJBOSE
Moreso dice que no; que no es equidistante. Y pretende defender el nacionalismo cultural pero no el político. O sea, que se respeten y protejan las culturas minoritarias - las mayoritarias no lo necesitan - para permitir la máxima realización personal de los individuos. Hasta ahí, ¿quién podría estar en desacuerdo?
Moreso parece olvidarse de la distinción entre imposición por los poderes públicos de conductas obligatorias para los ciudadanos y las relaciones entre particulares. Esa distinción es fundamental. Porque la "nación cultural" depende de las conductas voluntarias de los miembros de la tribu correspondiente. La 'nación política' se construye haciendo obligatorias conductas que son las que desarrollan voluntariamente los miembros de la tribu pero no los que no pertenecen a ella. El nacionalismo político no es sólo el que quiere un Estado para su nación cultural. Es también el que utiliza los poderes y recursos públicos para homogeneizar culturalmente a la población en la cultura nacional. Y eso es incompatible con la libertad y los derechos individuales de los que no pertenecen a la "nación cultural" que gana las elecciones.
Moreso dice que, en relación con las lenguas,
Hay dos posiciones que se sitúan en los extremos de este debate. Por un lado, está la posición liberal clásica que sostiene que las lenguas son un atributo de sus hablantes, no de las comunidades ni de las naciones. Sostiene también que una comunidad política precisa una lengua común para permitir la comunicación entre sus ciudadanos, sin una lengua común no puede haber lo que Roberto Gargarella ha llamado una concepción de la democracia como una conversación entre iguales, que como es obvio debe ser también la lengua, una de las lenguas, de la educación de todos los ciudadanos. De ello, derivan como conclusión que las lenguas minoritarias, que los ciudadanos pueden decidir usar entre ellos y educar a sus hijos en ellas, no pueden ser impuestas a los ciudadanos que no las tienen como lengua habitual, ni en la escuela ni como requisito para ocupar lugares públicos. Si se hace así se produce una discriminación injustificada.
Calificar la posición liberal como "extrema" me parece propio de un equidistante. Vean cuál es la que sitúa Moreso en el otro extremo:
La otra posición, la posición del nacionalismo identitario, sostiene que las lenguas son rasgos definitorios de las culturas societarias, por lo tanto tienen un valor que va más allá del de los hablantes que las usan. Esas lenguas, aunque sean usadas minoritariamente en un territorio por razones de la historia, son las lenguas que deben ser usadas como las lenguas de la comunicación política y educativa.
Me parece que la posición de Gargarella es perfectamente respetuosa con los derechos de los individuos - los únicos que tienen derechos - y la segunda es totalitaria e inaceptable en un estado de derecho que prohíbe a los poderes públicos infringir los derechos individuales. Pero observen cómo las analiza Moreso:
Ambas posiciones tienen, según creo, consecuencias implausibles. La posición del liberalismo clásico, así comprendida, conlleva que, por ejemplo, las regulaciones que exigen el conocimiento del catalán para obtener una plaza de médico en un hospital catalán son injustas, por discriminatorias. O que los padres castellano-hablantes deberían, en las escuelas públicas de Cataluña, poder escolarizar a sus hijos solo en castellano.
¡Claro que es discriminatorio exigir el conocimiento del catalán para obtener una plaza de médico en un hospital catalán! Porque la Constitución no impone el conocimiento de la lengua cooficial a los ciudadanos. Y, para garantizar el derecho de todos los catalanes a la asistencia sanitaria, dado que los pacientes son españoles y la Constitución les exige conocer el castellano, no se priva de ningún derecho a nadie si los médicos en un hospital catalán no saben catalán. Si se quiere, se puede promover que los médicos aprendan catalán - los que no sepan lo suficiente como para entender a su paciente, a ese paciente inexistente que no es capaz de decir dónde le duele en castellano - y se puede dar preferencia para determinados puestos (por ejemplo, en el hospital de Vic, pero no en uno de Barcelona, a un médico que sea de lengua materna catalana) pero imponer el conocimiento del catalán para acceder a la función pública es totalitario y discriminatorio.
Moreso cree que está justificado favorecer, en el acceso a la función pública catalana a los que han nacido en Reus sobre los que han nacido en Palencia aunque el que ha nacido en Palencia sea mejor médico que el que ha nacido en Reus. Eso es discriminatorio y profundamente injusto porque detrás de la imposición del catalán como requisito lo único que hay es la voluntad del nacionalismo identitario de excluir el castellano de la vida social y administrativa de Cataluña.
En cuanto al derecho de los padres castellanohablantes (la lengua materna de la mayoría de la población de Cataluña y no digamos del País Vasco o Navarra es el español) a educar a sus hijos en su lengua materna me parece una obviedad. Lo único que puede exigir el nacionalismo catalán o vasco es que, en la escuela "solo en castellano" haya una asignatura de catalán, para que todos los que viven en Cataluña puedan entenderse, en su caso, en catalán. Y simétricamente, con los niños de lengua materna catalana. Deben poder ir a aprender sólo en catalán con una asignatura de castellano.
Pero la situación actual es que se discrimina a los niños de lengua materna castellana ¡la mayoría y la mayor parte de los más pobres! y se da ventaja a los niños de lengua materna catalana. Esto está probado científicamente: aprender en una lengua distinta de la materna incrementa la "pobreza de aprendizaje". Pero el nacionalismo-realmente-existente, incluido el del PSC, no ve discriminación alguna en la inmersión. Si Moreso no entiende esto y no lo entiende así, ¿cómo podemos creer en su buena fe? ¿Cómo puede pretender que le creamos cuando dice que
La posición del nacionalismo identitario produce también consecuencias sorprendentes. Aunque, la verdad, no soy capaz de encontrar consecuencias de este tipo en la legislación catalana; las hay, y muy graves, en algunos de los llamados proyectos lingüísticos de los centros docentes catalanes, que forman parte del preceptivo proyecto educativo de cada centro. Destacaré solo tres: la prohibición de usar una lengua distinta del catalán en el patio y en el comedor de la escuela, la obligación de los maestros del uso del catalán en sus comunicaciones personales en la escuela y, más sorprendente si cabe, la prohibición de que la persona que imparte la asignatura de lengua castellana sea tutor de su clase.
Moreso es jurista. No puede creer, de buena fe, que la legislación catalana que se remite a los proyectos educativos para determinar el uso de las lenguas en la escuela y que no menciona el castellano para nada no es una legislación que discrimina a los niños de lengua materna castellana y proporciona una ventaja notabilísima a los niños de lengua materna catalana. Me es imposible considerar que Moreso razona de buena fe en este punto. Baste recordar que solo hubo una directora de un colegio en toda Cataluña que se negó a permitir que se usaran las instalaciones públicas para el referendum inconstitucional del 1 de octubre de 2017 y que más del 60 % de los maestros catalanes votan a ERC.
Copia a continuación el art. 21 de la ley de política lingüística de 1998 y el artículo 2, la Ley 8/2022, de 9 de junio, sobre el uso y el aprendizaje de las lenguas oficiales en la enseñanza no universitaria. Moreso no ve ningún problema en que ambos preceptos digan que "El catalán debe utilizarse normalmente como lengua vehicular y de aprendizaje en la enseñanza no universitaria" y que el segundo diga "El catalán, como lengua propia de Cataluña, es la lengua normalmente utilizada como lengua vehicular y de aprendizaje del sistema educativo, y la de uso normal en la acogida del alumnado recién llegado. El castellano se emplea en los términos que fijen los proyectos lingüísticos de cada centro, de acuerdo con los criterios establecidos por los apartados 2, 3 y 4"
¿Por qué no sustituímos el catalán por el español en ambos preceptos a ver qué pasa?
El español debe utilizarse como lengua vehicular y de aprendizaje y el español es la lengua normalmente utilizada como vehicular y de aprendizaje. El catalán se emplea en los términos que fijen los proyectos lingüísticos de cada centro de acuerdo con los criterios anteriores respecto del castellano
¿Qué problema tendría el moderado Moreso con una norma así? ¿No le parecería igualmente justa y aproblemática? Es más, ¿no le parecería más justa dado que la mayoría de los catalanes tienen el castellano como lengua materna y es mejor enseñar a los niños en su lengua materna?
Naturalmente que no. Moreso cree que reformar la legislación en este sentido sería tanto como "desproteger" el catalán, lo que demuestra que a él no le preocupan los individuos. Le preocupa la lengua. Y eso, lo siento, pero es nacionalismo identitario.
Moreso también tiene miedo a perder su identidad y, como todos los que tienen ese miedo, prefieren la injusticia al desorden y la imposición del catalán a que se convierta en una lengua de uso oral en entornos familiares y literarios, que es la suerte de todas las lenguas minoritarias en el mundo (v., el napolitano, por ejemplo).
Pero Moreso rompe cualquier posibilidad de entendimiento (a pesar de sus melifluos párrafos iniciales) con los que no somos nacionalistas catalanes cuando concluye que el modelo de la inmersión en catalán - él no menciona la palabra "inmersión" -
Este modelo ha tenido un éxito considerable, ha hecho que virtualmente todos los ciudadanos educados en él son capaces de comprender ambas lenguas y de expresarse, oralmente y por escrito, correctamente en ellas. Nunca tantas personas habían accedido al conocimiento del catalán. También ha ayudado a fortalecer los vínculos entre los miembros de la comunidad catalana, alejando el fantasma de la generación de una comunidad escindida por razón de la lengua.
El "modelo de éxito" que ha llevado a Cataluña (i) a liderar por la cola los exámenes PISA; (ii) a que los niños odien la escuela en Cataluña más que en ningúna otra parte de España y (iii) a que los jóvenes consideren, cada vez más, que el catalán es una lengua antipática. No creo que Moreso necesite que le ponga los vínculos correspondientes a esas tres afirmaciones. En cuanto al éxito consistente en que todo el mundo en Cataluña entienda catalán, parece un éxito muy modesto. Es como si ahora presumiéramos de que somos capaces de vacunar a toda la población en caso de pandemia. Eso lo hace ¡hasta México! con mucho menos dinero.
¿De quién aumenta el bienestar porque haya más personas que hablen catalán? ¿Quién se beneficia? ¡Los que hablan catalán! Para los hispanohablantes eso no es un beneficio en absoluto. Al revés, 'encarece' la comunicación. Y si los recursos públicos se destinan a eso, no se destinan a otra cosa.
Pero lo más grave es lo de "fortalecer los vínculos entre los miembros de la comunidad catalana". Al margen de que suena mucho a nacionalismo identitario, por decirlo suavemente, Moreso no puede decirlo en serio cuando hemos asistido al período de mayor división social en la historia de Cataluña desde la guerra civil. Sin contar con que la inmersión ha destrozado los vínculos entre los catalanes y el resto de los españoles reduciendo notablemente la movilidad dentro de España.
En fin, las dos anécdotas - la de su hija ¡la hija de un catedrático de universidad y ex-rector de la UPF! y la de que consiguió que no se impidiera el acceso a la carrera docente en Cataluña a cualquiera que no fuera catalán - producen cierta vergüenza ajena. Los perjudicados por la inmersión en catalán no son los hijos de familias cultas y de posibles. Su hija Júlia, estoy seguro, adquirió un conocimiento culto del español desde muy pequeña. El 'capital social' de niños como su hija es de tal envergadura que les protege incluso de los efectos de la inmersión. El problema son los niños - varones especialmente - zoquetes o, simplemente, pobres. Todos esos tienen como lengua materna el castellano o una lengua de algún país africano o asiático. Pero qué importa sacrificarlos si logramos que la lengua catalana se convierta en la nueva "lengua común".
Si estos son los nacionalistas moderados, piensen qué paciencia que hay que tener para convivir con los identitarios.