España es el país del que The Economist decía en 2004
Es difícil que no te guste España, no disfrutar del ambiente de una sociedad tan civilizada, no admirar los logros de sus gentes
Sólo cuatro años más tarde España entró en la peor crisis económica desde 1973. El gobierno progresista del PSOE nos hundió más que cualquier otro país comparable e impidió la recuperación, que tardó casi una década en lograrse. El gobierno progresista de Zapatero no dejó de mentir a los españoles en ningún momento. Negó la existencia de la crisis; negó que fuera a ser profunda y negó la ausencia de recuperación.
El PP gobernó a partir de 2012 gracias a que los perfectos progresistas españoles (PPE), asustados por el desastre que había sido la gestión de Zapatero (que había llenado el PSOE de individuos mediocres incapaces de ganarse la vida fuera de la política), se quedaron en casa el 20 de noviembre de 2011 y permitieron la victoria del PP. Ni siquiera en esas circunstancias, los PPE consideraron oportuno votar al PP. Se quedaron en casa. De manera que en el PSOE entendieron el mensaje. El 28 % de los votantes - un poco menos de los que votaron a Sánchez en julio pasado - siguieron votando al PSOE a pesar de que el país estaba al borde de la ruina con grandes colas en los comedores de Cáritas y de la Iglesia Católica.
El PP consideró que no tocaba hacer grandes cambios y se limitó a gestionar la recuperación de la forma más conservadora posible. En 2015, los PPE decidieron que ya habían tenido bastante PP y volvieron a votar al PSOE. La corrupción del PP llevó a muchos de sus votantes a votar a Cs. El gobierno de Rajoy formado gracias a la abstención in extremis del PSOE contra Sánchez duró dos años. Lo que tardó Sánchez en recuperar el liderazgo de los PPE.
Desde 2018 y la vuelta al gobierno del PPE a España le ha ido de mal en peor. Cualquier estadística que refleje la evolución de los indicadores de bienestar y lo haga de forma comparativa con los países de nuestro entorno demuestra que nos ha ido peor que al resto y que es un daño, en buena medida, autoinfligido. No tengo que recordar que, económicamente, estamos peor que en el año 2004 en términos de renta per cápita (20 años perdidos); que las perspectivas de crecimiento económico para España son muy pesimistas (no crece la inversión desde hace décadas mientras aumenta el gasto público de forma insostenible por los elevadísimos y crecientes costes de las pensiones); que la distancia con los países más prósperos de Europa se agranda etc. Puedo remitirme a lo que ha escrito Jesús Fernández-Villaverde en El Confidencial en estos últimos años.
Y, en lo que tiene de autoinfligido, este daño se debe a que España ha entrado en una espiral viciosa que comienza con el abandono de las políticas que fomenten el crecimiento económico sustituyéndolas por políticas que reducen el papel de la meritocracia y del mercado en la asignación de los recursos. Esto, a su vez, reduce la tasa de crecimiento económico (porque reduce la inversión productiva), lo que, a su vez, reduce los incentivos para cooperar y los aumenta para jugar a juegos de suma cero o suma negativa ('quitártelo a ti para que me lo den a mi').
"No importaba cuán industriosos fueran los españoles, casi nunca había trabajo que hacer, ni nada que consumir" (Grafe)
"Si los años de formación de una persona transcurren en un entorno de abundancia, crecimiento y movilidad ascendente, tiende a tener una mentalidad de suma positiva" (Burn-Murdoch)
"Creo que es fácil para nuestra psicología ver el mundo en términos de suma cero y no creo que se necesite mucho para empujar a la gente al pensamiento de suma cero" (Joe Henrich)
¿Cómo lidiar con la escasez de forma productiva? Los recursos en una Economía y los puestos y cargos son intrínsecamente escasos. Eso quiere decir que si los recibe uno, otro no los recibe. Cuando se trata de recursos económicos, el mercado resuelve el problema porque los asigna al que más los valora ya que le exige que 'pague' el precio de mercado por ellos; que los ponga a producir (para recuperar lo pagado) y que los devuelva aumentados al grupo, lo que permite reproducir la dinámica mejorando la vida de todos los miembros del grupo.
Cuando se trata de puestos y cargos (de 'recursos humanos'), la asignación no la realiza el mercado. Hay que encontrar un 'sucedáneo' del mercado. Y este sucedáneo es la meritocracia. Como el número de patentes es un indicio del nivel de innovación de un país, los méritos (conocimientos, formación y experiencia) son un indicio de la calidad en el desempeño del puesto o cargo que podemos esperar de alguien.
España, gracias a los 25 años de crecimiento económico potente entre 1950 y 1975, entró en la democracia con muchas ganas de jugar juegos de suma positiva, de liberalizar la economía y abrirla al mundo, es decir, de recurrir al mercado para asignar los recursos. Pero también de recurrir al 'merito y la capacidad' para seleccionar a los trabajadores y cargos. Lo pusimos en la Constitución (art. 103.3); se lo exigimos a las empresas en la selección de personal e incluso comenzamos así a seleccionar a nuestros magistrados del Tribunal Constitucional.
Lo que pasó, sin embargo, es que abandonamos el mercado y abandonamos la meritocracia para asignar los recursos. Y estamos recogiendo los frutos de ese abandono. Cada vez que hay una crisis, somos los que salimos peor parados; las recuperaciones son más débiles; la calidad de nuestras instituciones se ha deteriorado y el futuro es todavía peor.
Los españoles hemos dejado de entender que el mercado es un mecanismo prodigioso de cooperación y que cuando participamos en él, todos salimos ganando. Y que la armonía social no la logra la igualdad sino el crecimiento económico que permite que todos los individuos, potencialmente, "desarrollen su personalidad" como deseen. Que la desigualdad en los resultados de las interacciones de mercado (o de la escuela) no es mala, no es un defecto del sistema, es un rasgo que no hay que eliminar porque equivale a tirar al niño con el agua sucia de la bañera. Lo que es malo para la Sociedad es la pobreza.
Los datos indican que la caída de la productividad de la economía española se debe a que llevamos treinta años asignando más recursos a las empresas menos productivas pero con menor nivel de riesgo. Pero eso no es lo peor de la evolución de los últimos treinta años. Tarde o temprano, en una economía dinámica, esos errores se pagan y se reajusta el flujo de las inversiones si el Estado lo permite (lo que es mucho suponer porque, crecientemente, el Estado, a través de subvenciones y créditos, dirige una proporción mayor de la inversión privada del mismo modo que el Estado asigna, a través de CCAA y Ayuntamientos un número elevadísimo de puestos y cargos)
Lo peor es que cada vez asignamos más recursos a individuos o grupos de individuos que carecen de las cualidades y habilidades que permiten predecir que harán el mejor uso de los mismos. Es un gran triunfo del PPE convencer a la sociedad española que "cualquiera puede ser presidente del gobierno... Lo que no quita para que crea, en todo caso, que hacen falta «muchas ganas, un proyecto político y un concepto de país». Obsérvese que para el PPE los conocimientos, formación y experiencia de los que ocupan cargos públicos (políticos o técnicos) son irrelevantes. Hacen falta sólo "ganas", "proyecto" y "concepto de país" (whatever it means). Esta afirmación nos ha llevado a la ruina. Porque al día siguiente de que los jóvenes españoles con carrera Mickey Mouse se creyeran que cualquiera podía ser ministro, les fue fácil tragarse que cualquiera podía ser magistrado del Tribunal Constitucional, presidente de la Renfe o director general del Centro Nacional de Inteligencia. Sólo hacen falta "ganas", un "proyecto" y "un concepto de país". No hace falta estudiar, inventar, trabajar, ser el mejor en algo. Cualquiera-puede-ser-presidente-del-gobierno.
Como resume la frase de Joe Henrich transcrita, no se necesita mucho para mover a la gente a jugar juegos de suma cero - o suma negativa - en un entorno en el que hay poco o ningún crecimiento económico por lo que no es difícil de entender el cambio de mentalidad entre los españoles tras sufrir una reducción prolongada de la tasa de crecimiento económico en un país que como refleja la frase de Regina Grafe también transcrita, sus habitantes habían sido siempre pobres.
Si hay un ejemplo del abandono de la meritocracia por parte del PPE es el del Tribunal Constitucional. Nadie discute ya que los actuales miembros del Tribunal Constitucional no merecen serlo. Pero en la España del PPE, esa cuestión ha devenido irrelevante. Lo progresista es que el más lerdo de los profesores universitarios de Derecho Constitucional y jueces que no han llegado a lo más alto en su carrera profesional ocupen puestos de magistrado en el Tribunal Constitucional porque cualquiera puede serlo y tienen ganas, un proyecto político y un concepto de país.
El resultado es que España es un país destinado a convertirse en el más pobre de Europa. Porque hemos abandonado la meritocracia como criterio de asignación de los recursos (humanos) y somos incapaces de cooperar. Hemos vivido tantos siglos en la pobreza que no creemos que las interacciones con otros generen beneficios para todos (juegos de suma positiva). Nos hemos convertido en un país 'diverso y plural', es decir, "un montón de gente diferente que en su mayoría se odia entre sí" (ya ni siquiera Nadal o la selección de fútbol gustan a todos). Un país cuyos jóvenes con formación emigrarán porque no habrá buenos sueldos que ganar aquí. Tal vez, si no hubiéramos padecido la plaga nacionalista, la Historia podría haber sido diferente.
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