Serhiy Maidukov together with his students
En cualquier Sociedad, la cobertura de las necesidades individuales y familiares tiene lugar, bien a través del mercado, bien a través de mecanismos colectivos. La cobertura de riesgos en particular tiene lugar primordialmente a través de mecanismos de acción colectiva, no a través de contratos de intercambio. Es el Estado o los grupos sociales los que proveen de “seguro” a sus ciudadanos – a los miembros del grupo - . Desde las sociedades de “socorro mutuo” o las cajas de ahorro hasta las obras pías de la Iglesia pasando por los bienes comunales. En otra entrada he explicado que la cobertura de riesgos se puede articular a través de un contrato de sociedad – una mutua de seguros – o a través de un contrato de intercambio – un contrato de seguro con una compañía de seguros con forma de sociedad anónima – y que la primera forma ha sido históricamente predominante por sus ventajas evidentes en términos de costes de agencia y de transacción cuando se trata de cubrir riesgos homogéneos. Pero hoy en día, la mejora del funcionamiento de los mercados de seguros ha hecho prevalente la utilización de contratos de intercambio – contratos de seguro – para la cobertura de riesgos. Es más, los contratos de intercambio se utilizan hoy generalizadamente para cubrir riesgos financieros a través de derivados con consecuencias, a veces, letales para la correcta asignación de los recursos.
En el trabajo que resumo a continuación, los autores examinan si la provisión de seguro por parte del mercado a través de contratos de intercambio – contratos de seguro – “desplaza” a la provisión de cobertura de riesgos a través de mecanismos colectivos. En concreto, si lo que lleva a los miembros de una Iglesia pentecostal en Accra a afiliarse a la Iglesia es la provisión por ésta de cobertura de riesgos. La elección de este tipo de Iglesia no es casual porque en su credo está explícito que Dios ayuda y bendice con éxito económico y protege frente a los riesgos económicos al que ayuda a la Iglesia lo que hace a sus miembros más dispuestos a realizar contribuciones a la Iglesia que a los miembros de otras confesiones religiosas.
Se selecciona aleatoriamente a un grupo de tales miembros y se les proporciona un seguro de decesos que cubre los gastos de enterramiento y se examina si disponer de esta cobertura lleva a los miembros de la Iglesia a reducir sus aportaciones – sus donaciones – a ésta y a otras causas benéficas adicionales
Los destinatarios adicionales - una organización benéfica laica y un evento de oración a nivel nacional - proporcionan un medio para diferenciar entre dos posibles mecanismos mediante los cuales los miembros podrían esperar que el seguro funcionara. El primer mecanismo, acorde con interpretar la participación en la iglesia como un bien de club, es aquel en el que la iglesia proporciona apoyo financiero a aquellos que sufren dificultades económicas, siempre y cuando hayan dado dinero a la iglesia previamente (seguro material). El segundo mecanismo es uno en el que los miembros esperan que Dios intervenga para reducir el riesgo de crisis económicas adversas siempre que los individuos afectados hayan realizado acciones espiritualmente meritorias (seguro espiritual). Dar dinero a una organización benéfica secular o a un evento de oración a nivel nacional pueden ser consideradas acciones meritorias pero no implican una contribución a la iglesia.
El resultado
del estudio es que disponer de una póliza de seguro de decesos reduce la
disposición de los miembros de la Iglesia a hacer aportaciones a ésta y,
curiosamente, también a las otras organizaciones que “no están vinculadas
directamente con la Iglesia pero están relacionadas con ella a través de las
enseñanzas de la Iglesia acerca de lo que se consideran acciones meritorias”
En
consecuencia, puede deducirse que la participación y contribución a la Iglesia
tiene, en cierta medida, una “causa” de seguro. Los feligreses “compran” seguro
a la Iglesia y éste “compite” con el seguro capitalista articulado a través de un
contrato de intercambio. Es decir, que los miembros de la iglesia “consideran
intercambiables” las donaciones a ésta o a otras causas benéficas con el seguro
lo que permite a los autores interpretar esas donaciones como una “demanda de
protección divina”, “como una forma de mitigar los riesgos a los que se
enfrentan”, de forma que “la provisión de un seguro formal disminuye la necesidad de utilizar las donaciones como mecanismo de
cobertura de riesgos”.
Más
interesante aún es que los feligreses que recibieron información sobre la
posibilidad de celebrar un contrato de seguro pero a los que no se ofreció el
mismo, aumentaron sus donaciones a
la Iglesia, lo que indica que el “seguro” que ofrece la Iglesia (que insiste en
que sus feligreses tengan siempre presente el riesgo de morir) y el seguro que
ofrece el mercado son sustitutivos.
En definitiva,
el trabajo muestra que la participación en una Iglesia es una forma de seguro.
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