Medusa with Perseus' head (2008), by Luciano Garbarti
Se queja la subdirectora de la revista Política Exterior en el periódico EL PAIS de que los que tienen púlpito para dirigirse a la gente no son capaces de explicar los cambios que observamos en la política y que tampoco se les entiende cuando hablan de tales cambios. Esto es un insulto a gente como, por ejemplo, Naim o Fukuyama, a los que se les entiende de maravilla; no emplean jerga cuando se explican y dan razón bastante exacta de algunos fenómenos políticos recientes. Lo lamentable es que Moltó sí incurre en la jerga para quejarse de que no se entiende a los que hablan de estas cosas.
El problema parece ser que no somos capaces de describir adecuadamente – analizar – los cambios políticos. A Moltó lo del populismo no le vale (lo de la disrupción no tiene mucho que ver)
Esta crisis conceptual la sufren los medios de comunicación —como formadores de opinión pública—, los partidos políticos, los científicos sociales y los think tanks, maestros en la construcción de términos sofisticados y “nuevos paradigmas”. Todos quieren encontrar esa gran narrativa en la que encajen los fenómenos que estamos viviendo. Utilizan conceptos como populismo, autoritarismo, disrupción, posverdad. Construyen sintagmas en los que depositan una clave explicativa: regreso de los hombres fuertes, fin del orden liberal, rebelión de las clases medias, crisis de representación. No es que sean inexactos o inútiles. Lo que sucede es que han dado lugar a una jerga utilizada en debates circulares entre periodistas, políticos, analistas y académicos que muy pocas veces llega a la sociedad.
La última es una afirmación irrefutable. ¿Quién es “la sociedad”? ¿Los periodistas, políticos, analistas y académicos no forman parte de ella? ¿Llegaron alguna vez estas discusiones al 20 % de la población de menor formación?
A continuación, llega el peloteo a las masas que está a la orden del día. Las masas siempre tienen razón y son las instituciones intermedias las culpables de no enterarse. Pero observen el lenguaje de Moltó (en negrita): más jerga
Los ciudadanos parecen ir por delante en la aceptación de la confusión y la asimilación del cambio. La tecnología y la comunicación sin intermediarios tienen mucho que ver con esto. Pero la brecha con los ciudadanos se debe en gran medida a la resistencia y lentitud de medios de comunicación, partidos, centros de pensamiento e instituciones a la hora de asumir su cuestionamiento como intérpretes sociales ante la complejidad de los fenómenos actuales.
Luego nos suelta una simpleza como si fuera una gran pregunta filosófica: no tenemos ni idea pero es un buen comienzo reconocerlo, pero ojo, que la “sociedad” se puede adelantar a los más leídos y “escribidos”. Ahora la “sociedad” es el mundo entero. Se hacen Ciencias Sociales en Asia y África (pobre India, parece que allí no)
Muy posiblemente, la falta de certeza sea el punto de partida para que el tesauro de las ciencias sociales se amplíe, si es que no se adelanta la sociedad con sus propios términos y claves explicativas. Muchos de ellos procederán, con seguridad, de China y de África, pero es más que probable que sea Occidente, sobre todo los países anglosajones, en el centro del desconcierto actual, los que vuelvan a definir el marco de análisis dominante. Al fin y al cabo, las universidades y los medios de comunicación auténticamente globales son anglosajones.
Y la última frase le ha salido al revés: ¿a qué debemos resignarnos? ¿o no debemos resignarnos? ¿Cómo que no necesitamos certezas? ¡Claro que las necesitamos! Otra cosa es que no nos engañemos sobre la probabilidad de obtenerlas.
Mientras tanto, debemos acostumbrarnos a no entender, sin resignarnos a buscar los conceptos que nos ayuden a comprender. No es tiempo para certezas. Ni falta que nos hacen.
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