martes, 21 de octubre de 2025

Orriols y Lavezzolo alaban a Pedro el Oportunista



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No dividirás a tu pueblo


Orriols y Lavezzolo, sendos titulares de politología de la Carlos III han perpetrado un artículo - en EL PAÍS, claro - en el que con un descaro que, si fueran más cultivados e inteligentes, tildaríamos de maquiavélico, aprueban el oportunismo de Pedro Sánchez como estrategia del gobernante. Le he pedido a Copilot un resumen para ser fiel al texto.


El texto analiza la crítica recurrente al supuesto oportunismo político de Pedro Sánchez, ejemplificada en sus decisiones sobre la crisis de Gaza, y plantea si este comportamiento debe considerarse negativo en democracia. Comienza señalando que la opinión común asocia el buen gobierno con la coherencia entre principios y acciones, y que el oportunismo se percibe como engaño y búsqueda del interés personal, reforzado por los numerosos casos de corrupción en España. Sin embargo, el artículo argumenta que esta visión ignora que las elecciones no solo eligen gobernantes, también los controlan. El temor a perder el poder obliga a los políticos a ajustar sus decisiones a las preferencias ciudadanas, incluso cuando contradicen sus convicciones. Este mecanismo, denominado por Jane Mansbridge “representación anticipatoria”, convierte el cálculo electoral en un elemento funcional de la democracia. Gobernar “a golpe de encuestas” no implica necesariamente cinismo, sino que asegura que los gobernantes respondan a la voluntad popular. Así, medidas adoptadas por conveniencia electoral, como las de Sánchez respecto a Gaza, pueden interpretarse como una victoria del sistema representativo, que disciplina a los políticos mediante la amenaza del voto. El texto reconoce que los políticos no siempre siguen a la mayoría: a veces intentan moldear la opinión pública (referéndum de la OTAN en 1986), otras actúan contra ella por razones parlamentarias o estratégicas (reforma de la malversación, amnistía) o por presiones externas (Bruselas, mercados). Aunque lo ideal sería contar con dirigentes íntegros y guiados por convicciones firmes, estas son invisibles para los votantes. Por ello, lo realista es juzgar sus actos, no sus creencias. El mayor logro democrático consiste en obligar a los gobernantes a actuar conforme a la voluntad ciudadana, incluso contra sus inclinaciones personales, gracias al control electoral.

¿Dónde está la desvergüenza de los autores? Al margen de decir que lo de la amnistía o la reforma de la malversación se produjo por razones "parlamentarias o estratégicas" y que el Derecho Europeo o la ley de la gravedad son "presiones externas", le he dado un par de pistas a Copilot y Copilot me ha elaborado el siguiente texto:

Orriols y Lavezzolo defienden que el oportunismo político puede considerarse funcional a la democracia porque incrementa la accountability: al anticipar el juicio electoral, los gobernantes ajustan sus decisiones a las preferencias ciudadanas. Sin embargo, esta tesis presenta una debilidad fundamental: presupone que esos políticos oportunistas tratan de lograr el apoyo general, cuando en realidad su objetivo es asegurar la reelección mediante la movilización de su base electoral. En sistemas multipartidistas y polarizados, esto significa que el cálculo oportunista no se orienta al interés común, sino a reforzar la identidad del bloque propio y diferenciarlo del adversario 

Este sesgo produce un efecto perverso: incentiva políticas divisivas que cohesionan a los partidarios y generan rechazo en el electorado contrario, aumentando la polarización y erosionando la cohesión social. La lógica de la “representación anticipatoria” se convierte así en una dinámica de segmentación, donde el éxito político depende más de exacerbar diferencias que de buscar consensos amplios. Frente a ello, un político guiado por principios tendería a promover medidas que, de buena fe, considere beneficiosas para el conjunto, incluso si no son las más rentables electoralmente.  

Por tanto, el argumento del texto confunde dos planos: la rendición de cuentas formal, derivada del temor al castigo electoral, y la orientación sustantiva hacia el interés general. Que los políticos actúen por cálculo no garantiza que gobiernen para todos; solo asegura que gobiernen para quienes les permiten conservar el poder. Desde esta perspectiva, el oportunismo no es un triunfo democrático, sino un factor que puede degradar la calidad del gobierno representativo al sustituir la búsqueda del bien común por la lógica de la movilización partidista.

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