A los tres catedráticos, (Portillo, Fradera y Núñez) lo de Sánchez y los 50 años de la muerte de Franco les parece bien. Bueno, no exactamente. Reconocen que nadie hace lo que ha hecho Sánchez por ahí fuera. Pero no les parece mal.
No entienden que a nadie le pueda parecer mal_ ("(es)... difícil rechazar objetivos... enunciados el 8 de enero por el presidente Sánchez, resumibles en celebrar la gran transformación de la sociedad española en 50 años de libertad"). Y sobre su oportunidad tampoco lo ven mal porque corremos el riesgo de que los jóvenes se dejen engañar por los revisionistas del franquismo.
Lo que yo no entiendo es que si los tres, que se educaron bajo el franquismo, son furibundos antifranquistas, ¿por qué creen que los jóvenes de hoy van a ser engañados y volverse pro-franquistas? ¿Es que se creen muy listos (a ellos no les engaña nadie) y a los demás los tienen por tontos?
Como no quieren criticar la iniciativa de Sánchez ¿qué podrían hacer? Meterse con la derecha española. Todo el artículo es un libelo contra la derecha española actual y la de los tiempos de la transición. La perversión del objetivo les lleva a decir que, ya en las primeras elecciones democráticas de 1977,
... el sistema electoral entonces diseñado... fijaba la provincia como circunscripción, (y, con ello)... consagró ya un elemento estructural del sistema político español: la sobrerrepresentación de zonas poco pobladas
La circunscripción provincial en España ha sido, tradicionalmente, la provincial desde que se organiza así el Estado (era la circunscripción electoral durante la Restauración, lo fue durante la República y la utilizó Franco para elegir a parte de sus 'procuradores'). ¿Qué tiene de raro que la conservaran los sabios y prudentes políticos españoles que organizaron la transición? ¿Qué tiene de raro que se consagrara en la Constitución? Lo imprudente y necio habría sido abrir otro melón más en la discusión de la Constitución. ¿Qué pinta esa observación en un artículo sobre estos aquelarres de Sánchez? Se trata de atacar a la derecha de entonces, a la UCD, sugiriendo que las provincias menos pobladas votarían a la derecha y no a la izquierda. La UCD tenía que haber aprovechado la ocasión para machacar a los nacionalistas y darles a elegir entre privilegios y acceso a las Cortes. La suerte de los nacionalistas fue encontrarse con una derecha española bienintencionada y decente. Ninguna buena acción queda sin castigo: la izquierda y los nacionalistas llevan veinte años dedicados a desprestigiar la transición y, sobre todo, a esa derecha que tuvo - como dice Ruiz Soroa - sus 'finest hours' en esos años. Estos tres nos cuentan que, efectivamente
La Constitución es cuestionada hoy por parte de la izquierda —por monárquica y por ver en ella un trágala de los reformistas del franquismo—, y por los nacionalismos periféricos con diversa intensidad —desde el rechazo frontal al acatamiento condicionado—, por no reconocer de modo contundente la plurinacionalidad. Pero no hay que olvidar que los poderes del Rey derivan de esa Constitución, y que la España autonómica contribuyó a profundizar y mejorar la democracia.
¿Qué les parece a los tres catedráticos el "cuestionamiento" de la Constitución por parte de la izquierda y de los nacionalistas? No lo sabemos. No les parece nada. Pero no se privan de contarnos lo obvio: ¿necesitamos los españoles que nos recuerden que los nacionalistas y la izquierda están cuestionando la constitución? ¿Qué nos quieren contar los tres catedráticos con este párrafo? ¿Que el cuestionamiento de la Constitución está justificado en alguna medida? Porque ya saben, si a mitad del párrafo metes un "pero"...
Estas distracciones no apartan a los tres catedráticos de su objetivo principal: criticar al PP.
Libelos antisanchistas aparte, se ha sugerido que las motivaciones del programa variado y ambicioso de conmemoraciones diseñado desde el Gobierno obedecen a un cálculo político oportunista: colocar en un brete al Partido Popular, enredado en sus propias contradicciones. Un partido que reivindica la Transición y la monarquía constitucional como legados incuestionables; pero siempre renuente o contrario —salvo fugazmente y en sede parlamentaria en noviembre de 2002— a reprobar la dictadura y el golpe de Estado de 1936 de forma inequívoca.
Los "libelos antisanchistas" incluyen, claro, el Manifiesto publicado apenas dos días antes por gente de derechas. El lector se queda sin saber quién ha sugerido a los tres catedráticos que el gobierno de Sánchez pudiera tener la aviesa intención de "colocar en un brete al Partido Popular". Si fuera así, ¿sería legítimo utilizar los fondos públicos y la historia de España con esa finalidad? De eso no dicen nada. Su objetivo es hablar - mal - del PP aunque el que haya montado los aquelarres haya sido el Gobierno. Insultan al PP diciendo que ha sido "contrario... a reprobar la dictadura" a pesar de que ¡en la misma frase! incluyen una referencia al acuerdo parlamentario de 2002 ¡aprobado por unanimidad en el Congreso! y que nada menos que Carlos Cué tituló "El PP condena el golpe de Franco y promete honrar a todas las víctimas de la Guerra Civil".
¿Cuántas veces tendría que haber condenado el PP el golpe de Franco para que los tres catedráticos se avinieran a eliminar el "contrario", el "renuente" y el "fugazmente" del párrafo transcrito? ¿Cuántas veces ha condenado el PSOE y la izquierda a sus líderes en tiempos de la República y la Restauración que ordenaron asesinatos y se alzaron contra el gobierno legítimo una y otra vez (1917, 1934)? y ¿cuántas veces han condenado los nacionalistas catalanes y vascos a sus padres fundadores y sus líderes más famosos, todos ellos fascistas - Sabino Arana - o asesinos como Companys? ¿Cuántas calles y estatutas tienen estos dos en el País Vasco y en Cataluña? ¿Acaso la izquierda y los nacionalistas no tienen que entonar un mea culpa y retirar cualquier signo de alabanza a personajes tan siniestros como esos dos? Las dos varas de medir típica de nuestra progresía: a la derecha española se le exige pureza de sangre. A la izquierda y a los nacionalistas se les perdona todo:
Había democristianos y liberales opuestos a Franco, como recuerda Óscar Alzaga; pero nunca fueron dominantes dentro de la derecha española. La reacción de Vox y adláteres 2.0 es previsible: el revisionismo histórico nacional-cuñadista. Quien pacte con ellos debe pasar por el trágala de ese revisionismo, aunque se disfrace de torero. He ahí el dilema.
Los nacionalistas han dado un golpe de estado y han matado a 900 españoles. Los del PP pactan con Vox que está embarcado en el "revisionismo histórico nacional-cuñadista". Empate. Porque todo el mundo sabe que en la 2ª República, los liberales y socialdemócratas fueron dominantes en la izquierda española. Y todo el mundo sabe que bajo el franquismo, la oposición estaba dominada por esos mismos socialdemócratas (¿recuerdan lo de 100 años de honradez y 40 de vacaciones?). Los tres historiadores se han olvidado completamente de Largo Caballero.
Sobre eso los tres nacionalistas catedráticos de historia no tienen nada que decir. No. En su lugar los tres vuelven a insultar al PP
Con todo, una política de memoria proactiva no sólo debe fijar los valores clave que se quieren recordar. También debe considerar el sentido de su oportunidad. Es difícil consensuar nada con quien prefiere correr velos de silencio en nombre de la reconciliación, porque toca tensar la cuerda y “p’alante”.
(¡qué sutileza - y qué valiente gesto contra el nacionalismo español - incluir el castizo 'p'alante' de Isabel Díaz Ayuso!) Es una vileza insinuar que quizá la democracia española es más franquista de lo que se quiere reconocer. Y es erróneo decir que sólo Franco murió en la cama. Salazar también murió en su cama, demenciado eso sí.
Y terminan con el famoso 'it's complicated'.
Aunque el franquismo sea, probablemente, uno de los episodios históricos más estudiados del mundo (la base de datos ISOC del CSIC contiene más de 11,000 registros de trabajos publicados en revistas españolas desde 1975 hasta la actualidad), insisten en que "debe ser objeto de debate historiográfico... para arrojar luz a la complejidad de aquellos años" también "para honrar a las víctimas". Esto me sugiere dos objeciones.
La primera es que se ha honrado muchas veces a las víctimas de Franco. El asesinato de los "abogados laboralistas" de Atocha en 1977 no tiene que ver con el franquismo. Pero no creo que haya unas víctimas que hayan recibido más homenaje. Tienen una estatua en Madrid, una calle, una Fundación y un recordatorio de su asesinato que se repite cada año. ¿Cuántas estatutas a las víctimas de ETA hay en el País Vasco? Ninguna. Solo en 2024 se ha inaugurado en Bilbao una estatua a todas las "víctimas del terrorismo y la violencia política". ¿No es esto una falsificación de la 'memoria' mucho más grave, reciente y preocupante? ¿no podríamos decir de todos los nacionalistas vascos - y ahora también de los socialistas vascos- que "es difícil consensuar nada con quien prefiere correr velos de silencio en nombre de la reconciliación"? España está llena de estatuas y calles dedicadas a Miguel Ángel Blanco. Ninguna en el País Vasco ¿y somos los españoles los que tenemos que "honrar a las víctimas del franquismo"?
La segunda es que ¿debemos honrar a las víctimas del franquismo o también a las de ETA bajo el franquismo? ¿a los asesinados por ETA durante el franquismo? ¿A Carrero Blanco? ¿Qué tienen que ver ETA y Franco? Nada. ETA no era antifranquista. No podía serlo porque ETA era nacionalista. Y un antifranquista no habría antepuesto la independencia del País Vasco a la unidad de los españoles contra el dictador. El enemigo de ETA éramos los españoles. No Franco.
La última frase es deleznable:
De modo particular deben recordarse ahora las últimas víctimas de aquel régimen cuya legitimidad derivaba de la victoria en una guerra civil; que murió torturando, fusilando y encarcelando, resistiéndose a escuchar voces de clemencia; y que cobijó todavía después de muerto a gentes como las que, un día de enero de hace 48 años, segaron las vidas de cinco abogados laboralistas.
Se habrá apreciado la confusión entre el "régimen" y el dictador. El régimen no murió, murió Franco. Precisamente de eso va todo, de si el régimen continuó o no tras la muerte de Franco. Y malamente Franco pudo cobijar a nadie después de muerto. Pero ninguno de los asesinos de los abogados de Atocha era ministro o alto cargo del gobierno de Suárez ni éste estuvo implicado. La insinuación es deleznable.
Y a Núñez Seixas le hemos dado el Premio Nacional de Ensayo en 2019. Así somos los españoles. Masoquistas. Y, entre los españoles, los de derechas, los más masoquistas.
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