jueves, 23 de enero de 2025

La Compañía de Rusia

Heinrich Kühn

Scott dice que es la primera sociedad anónima (recuérdese que las Compañías de las Indias Orientales holandesa e inglesa se fundan en torno al año 1600 y la de Rusia en 1553). Los socios fundadores (adventurers) suscribieron 6.000 libras esterlinas mediante el pago de 225 libras esterlinas por cada acción, y esta suma se dedicó a la compra de tres barcos y algunas mercancías. En 1563 el capital total era de 233.600 libras. 

Sobre el capital de estas sociedades “isabelinas”, cuenta el autor que las acciones no tenían un valor nominal. Lo que era fijo era el número de acciones y la suma exigida a su titular. Esta suma aumentaba cada vez que la compañía necesitaba de fondos adicionales. No se emitían nuevas acciones. De manera que si un accionista no tenía fondos para atender a una reclamación de fondos concreta, lo que se hacía era fraccionar la acción y vender una fracción y, con el dinero obtenido, desembolsar lo reclamado. El fraccionamiento era necesario porque, como el número de acciones no aumentaba, llegaban a alcanzar un valor individual muy elevado, lo que dificultaba su transmisión en un mercado anónimo. Quizá esto explique por qué tardó tanto la Compañía de las Indias Orientales (EIC) en disponer de un mercado amplio para sus acciones, lo que la Compañía de las Indias - VOC holandesa logró desde su constitución.

Otro aspecto interesante de la organización del patrimonio de estas compañías es que los ‘accionistas’ eran considerados copropietarios de los bienes que formaban el patrimonio de la compañía. La acción era una “parte” y los accionistas eran “dueños” de una parte del conjunto (una suerte de Gesamthand o comunidad de bienes germánica).

La persona que poseía una acción en el Real de Minas se consideraba dueña de una veinticuatroava parte del conjunto, y del mismo modo, si tenía dos acciones, pensaba en su propiedad como una doceava parte”.

Al mismo tiempo, la distinción entre la empresa y la sociedad es suficientemente clara. Los accionistas de la primera eran capitalistas, controlaban el negocio, pero no participaban personalmente en la gestión. Además, la sociedad dispone de reglas para la gestión de sus negocios mediante órdenes de las juntas generales, a diferencia de la sociedad colectiva. Dentro de ciertos límites, había libertad para vender las acciones pero quién podía comprarlas estaba restringido. Dice Scott que en la Real de Minas, por ejemplo, nadie podía ser socio si no poseía una determinada cantidad de bienes inmuebles, lo que garantizaba - si había responsabilidad de los socios por las deudas sociales - que las acciones no acabaran en manos de pordioseros. Progresivamente, el ánimo de obtener el máximo por las acciones llevaría a la formación de un mercado pero, como digo, el de las acciones de la EIC tardó décadas en formarse. 

De este modo, hombres como Cecil, Leicester, Mountjoy y Pembroke se asociaron con un italiano como Benedick Spinola o con comerciantes que tenían capital para invertir, o también con personas que, aunque sólo podían comprar una fracción de acción, tenían conocimientos especiales de minería o de fundición de hierro. Por último, cabe añadir que la sociedad anónima se distinguía de la sociedad colectiva por su sucesión perpetua y su sello común; de hecho, a muchas de las empresas más importantes se les concedían elaborados escudos con partidarios, lemas y crestas

La primera expedición de la Compañía de Rusia trataba de descubrir un paso por el noreste hacia China y Oriente. Dos de los tres barcos se perdieron en el hielo, pero el tercero logró llegar a Arcángel; y el Canciller, que estaba al mando, partió por tierra para hacer un tratado comercial con el gobernante del país. Obtuvo la promesa de amplios privilegios y concesiones para los agentes de la compañía. Rusia quería incrementar el comercio marítimo y, en ese momento no tenía ningún puerto en el Báltico.

Para asegurar los beneficios del "nuevo comercio" a los descubridores del mismo, el 6 de febrero de 1555 se firmó por la Reina de Inglaterra una carta concesional que reservaba a la compañía el derecho exclusivo de comerciar con Rusia, o con cualquier otro país que pudieran abrir los aventureros en el futuro y que no hubiera sido comúnmente frecuentado por los ingleses. Esta concesión basa claramente el monopolio del comercio en el derecho de descubrimiento. Las ventajas para Inglaterra eran evidentes (hoy diríamos que la Compañía de Rusia tenía un “public purpose”): No sólo se encontraría un nuevo mercado para las mercancías inglesas, sino que, lo que era más importante, Inglaterra obtuvo acceso directo a materias primas necesarias para construir barcos como cordaje y madera para los mástiles.

Debe recordarse que estos monopolios concedidos por los reyes lo eran para el comercio entre Inglaterra y el país de que se tratase – en este caso, Rusia – de modo que la Compañía de Rusia estaba en competencia con cualquier compañía de otros países (Holanda, Francia, Dinamarca) por el comercio con Rusia. Pero la Compañía de Rusia – dice Scott – consiguió del Zar el monopolio de la cera (cera para las velas) para todo el mundo, es decir, sólo la Compañía de Rusia podía sacar cera de Rusia. De modo que, cuando se produce la Reforma protestante – y anglicana – y la cera para las velas ve una caída en su demanda en Inglaterra, la Compañía de Rusia no se vio gravemente afectada porque aumentó la exportación a los ¡países católicos! Hay una historia espectacular acerca de cómo Holanda exportaba velas a toda la América hispana.

La carta concesional atribuía a la Compañía la condición de ‘corporación’ ('one bodie and perpetual fellowship and communaltie". O sea, sucesión perpetua, un solo cuerpo, órganos corporativos pero poca referencia a los accionistas. La referencia a ‘fellowship’ – que Scott nos dice que solía encontrarse en los estatutos de los gremios – puede entenderse como un recordatorio del carácter asociativo de la corporación. Pero no había regulación en la escritura de constitución ni de los acuerdos de los socios – voto – ni de sus derechos y obligaciones. Interesante esta ausencia de regulación estatutaria. Probablemente, el estatuto del socio en lo que a la participación en el gobierno de la compañía era el genérico de un miembro de una corporación.

Scott añade que, mientras que las compañías de África fletaban barcos para transportar sus mercancías, la Compañía de Rusia era propietaria de los barcos. La opción por la propiedad o el flete se explica en función de lo arriesgado de la “aventura”. Comerciar atravesando el Báltico era mucho más peligroso que hacerlo a lo largo de la costa africana. Recuérdese que Scott nos ha contado que dos de los tres barcos se perdieron en el primer viaje. Así pues, el capital necesario era muy superior para la Compañía de Rusia y más cercano al que necesitarían, años más tarde, las Compañías de Indias. Como éstas, la de Rusia necesitaba construir factorías a lo largo de la ruta y realizar grandes desembolsos para comprar voluntades en Rusia. También se asemeja a éstas en cuanto a la estabilidad de la empresa. Dice Scott que la Compañía de Rusia no podía ser una “compañía de un solo viaje” al final del cual se liquidaba. Si se hacía una inversión en capital de envergadura como lo era la construcción y armamento de los barcos y de factorías, el plazo temporal de la empresa había de ser mucho mayor. La Compañía de Rusia tenía, pues, un “capital permanente”.

Los beneficios económicos de los viajes que terminaban con bien eran fabulosos. Dice Scott que tenemos datos de los beneficios del comercio africano que proporcionó grandes cantidades de oro, marfil y especias. Del comercio ruso sabemos que también fue lucrativo “a juzgar por la presteza con la que los mercaderes ingleses, que no eran miembros de la compañía, aprovecharon la toma de Narva por los rusos en 1558para lograr que se les asignara la concesión monopolística del comercio con esa ciudad “con el argumento de que este puerto, al no estar dentro de los dominios rusos cuando se firmó la carta fundacional de la Compañía de Rusia, no estaba cubierto por ella” y, por tanto, podía ser objeto de una nueva concesión por parte del Rey.

La conversión de las mercancías importadas por la Compañía en dinero seguía un método bastante intrincado, cuenta Scot, Gresham hizo escaso el papel moneda para los comerciantes a los que obligaba, sin embargo, a vender las mercancías que traían los comerciantes, esto es, a intercambiarlas por papel moneda. En la práctica esto significaba sobrevalorar el papel moneda sobre cuya emisión tenía monopolio el Rey frente a otras monedas en las que estaban denominadas las deudas reales. Con ello, Gresham logró amortizar la deuda real en poco tiempo pagándola (a sus acreedores extranjeros) con el oro introducido por los comerciantes a los que había obligado a vendérselo a un precio inferior al ‘valor internacional’ del mismo.

De forma semejante a las Compañías de Indias posteriores, la Compañía de Rusia sirvió al Estado – dice Scott – proporcionando suministros y equipamiento para la armada inglesa y dando crédito a la Reina en sus compras de pólvora y munición.

La competencia en esa ruta comercial de los holandeses redujo los beneficios y en 1570, el Zar le suprimió los privilegios. En 1572 se reinstauraron pero hacía falta nuevo capital y para suavizar la oposición de los antiguos accionistas, recibieron de los nuevos una suma de dinero a cambio de sus "privilegios y activos" 

William R. Scott, The Constitution and Finance of English, Scottish and Irish Joint-Stock Companies to 1720, Cambridge 1912

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