viernes, 20 de septiembre de 2024

Lola Lafon y las ciencias sociales


Antes de hacer la búsqueda en Google, he adivinado que Lola Lafon era novelista. Su página de wikipedia dice que es escritora, cantante, compositora y feminista. Esta definición me recuerda a lo de Linda la cajera

Ha escrito un artículo en EL PAÍS sobre las violaciones múltiples sufridas por Gisele Pelicot casi idéntico al de Camile Kouchner del otro día. Igual podría haber escrito un poema o una canción, o una novela. Pero ha preferido escribir un artículo en la prensa generalista. Y el resultado es terrible.

Porque los literatos están acostumbrados a mentir. Mentir o inventarse las cosas es lo que se debe hacer cuando se escribe ficción. Pero inventarse las cosas es una locura cuando se analizan los fenómenos sociales o asuntos de actualidad. Para eso hace falta alguna expertise que la lectura y escritura de ficción no proporcionan o, como mínimo, un respeto por los hechos.

Veamos. Lafon entrecomilla esta frase  “él la lleva a un lecho en el que recoge los dulces frutos del amor” mientras reflexiona sobre lo patriarcales que son los cuentos clásicos y los estereotipos de los héroes y las heroínas que aparecen en ellos. ¿Por qué lo entrecomilla? Sugiere que Charles Perrault escribió esa frase en La Bella Durmiente. Lo he buscado y esa frase sólo aparece en el propio artículo de Lafon. 

La bella durmiente no puede consentir el beso del príncipe (dice Lafon: "Él es el dueño del consentimiento, que ella no puede dar porque está dormida"). Creo que la bella no se quejó a posteriori ni le puso una querella por agresión sexual. Es más, creo que cualquier penalista estaría de acuerdo en que la bella habría consentido el beso si con el beso podía despertar. Comparar eso con las violaciones sufridas por Gisele me parece atroz.

Se dirá que es injusto analizar así la columna pero lo que es indecente es el intento de engañar al lector. No calificamos de violador al rapero que describe agresiones sexuales en sus letras porque todavía distinguimos ficción de realidad. Pero, me temo, los escritores metidos a columnistas - un fenómeno español, - provocan que los límites entre ambos estén cada vez más desdibujados y la evolución de la legislación española en los últimos años así lo indica. 

Lafon repite la mentira al poco: “Monstruo” es sinónimo de “increíble” y “extraordinario”", dice. Monstruo, según la RAE en un "Ser fantástico que causa espanto. bestia, engendro, esperpento, quimera, endriago". Pero Lafon vuelve con las comillas. Para generar verosimilitud, porque eso es lo que tiene que hacer un novelista. Mentir verosímilmente. Y eso es lo que queremos que no hagan los que escriben artículos en los periódicos. 

Observen qué afirmación más tremenda

Una sociedad se define y se construye por los relatos que prefiere, por las historias a las que da prioridad. Aunque la ficción no es la única responsable de lo que ocurre en nuestra sociedad, es un reflejo tan terriblemente fiel de ella que debería poner en tela de juicio lo que tanto le gusta contarnos, una y otra vez.

Abandonen las ciencias sociales. Las sociedades se definen por los relatos, pero no por los relatos que se elaboran por sus miembros, sino por los relatos "que prefiere" la sociedad; por los relatos a los que "da prioridad" (¿cómo se da prioridad a un relato en una sociedad?). Lafon sigue escribiendo ficción. Las sociedades no pueden "dar prioridad" ni "preferir" porque carecen de voluntad. E, inmediatamente, pasa de explicar relaciones causales (son los relatos los que causan la realidad social) a decir que los relatos son "un reflejo" de la sociedad ¿en qué quedamos? En la ficción, no hay límites. El único es la verosimilitud. Pero en un artículo de prensa sobre un problema social tan terrible como el de los delincuentes "en serie", sean asesinos o violadores deberíamos exigir un poquito de diligencia.

Luego, sin citarla, Lafon se remite a Hanna Arendt. Dice que los cincuenta violadores de Gisele no tenían el aspecto de monstruos, "tienen la banal vacuidad de la gente corriente". Un observador imparcial diría que Lafon no tiene suficiente aprecio por la gente corriente, que no es banal ni está vacía. Pero el uso del término banal le permite sugerir alguna relación entre el caso de Gisele y el de Eichmann. El recurso a la hipérbole está permitido en la ficción pero es criticable en un texto no literario. 

"No todos los hombres son violadores, pero da la impresión de que cualquiera puede serlo". Quitemos el "da la impresión" y nos queda un sinsentido: que todos los hombres, en la medida en que tienen pene y que definamos la violación como penetración no consentida a una mujer con un pene, pueden violar. Es como decir "no todas las mujeres son envenenadoras, pero da la impresión de que cualquiera puede serlo". Si lo que pretende decir es que los hombres vienen de serie con la capacidad para agredir sexualmente, que vaya a pedirle cuentas a la Evolución o a Dios según sus creencias. 

El resto del artículo es la sarta habitual de lugares comunes sobre las dificultades de prueba de las violaciones y sobre que no se cree a las víctimas. Dos mentiras que están bien en una novela (puede ponerlas en la boca de la abogada feminista 2.0 que lucha por la justicia de género en los juzgados de Gran Canaria) pero que no pueden tolerarse en un artículo de opinión, al menos uno que se publique en España donde las normas legales y la práctica judicial condenan al hombre con la sola palabra de la mujer (si va acompañada de circunstancias que permiten deducir que no está mintiendo) y donde los hombres denunciados van al calabozo con la sola denuncia. Es intolerable, repito, que se siga diciendo lo de la minifalda y que los editores de los periódicos no corrijan el texto.

Y acaba con unos versos

Que no haya ni un minuto más/ de silencio por las víctimas de la violencia sexual/ Que el homenaje a las muertas/ y el apoyo a las violadas se conviertan en un enorme estruendo/, un caos inolvidable y duradero/. Una obsesión.

Precioso. Que lo meta en su próximo libro de poesía. 

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